Capitulo 1 -Él-

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—Mirajane. -Llamó el anciano desde el salón.-

—Voy, Señor~  -Una dulce voz se escuchó venir desde el piso superior y tras aquellas dulces palabras, un suspiro del anciano que esperaba a los pies de las escaleras.- Solo un minuto más por favor.

Aquel pequeño anciano que no alcanzaría siquiera el metro y medio de altura no hacia mas que mirar el reloj. Llegaban tarde. Y algo así para alguien de la misma clase social que la de la albina que aún se preparaba en el segundo piso de aquella enorme mansión, era imperdonable.

El minuto que la chica había pedido había pasado ya hacía rato y a lo lejos, sobre aquella blanquecina escalera de mármol empezó a escucharse el ruido de los tacones de una mujer al caminar. Cada vez se oían más cerca, y cuando Makarov alzó la mirada ahí estaba la mujer que con tantas ansias esperaba, Mirajane Strauss. Una mujer de apenas veinte años, hermosa, bien vestida, elegante... Toda una señorita. Su largo pelo blanco le llegaba hasta la cintura. Su flequillo, como era habitual, estaba recogido en una pequeña coletita. El vestido que llevaba hacia mas llamativa aún su bien formada figura, y sus ojos azules resaltaban sobre su blanca tez.

— ¿Cuantas veces tengo que decirte que no me llames señor, Mirajane? Tengo un nombre, y después de tantos años, no creo que haya ningún problema en llamarme Makarov. -El anciano sonrió a la muchacha, aquella que había sido como su hija desde el asesinato de su mejor amigo.-

— Lo siento, señ--... Makarov.  -La albina mostró aquella peculiar sonrisa en ella. Suave, hermosa, calma... Pero desgraciadamente, falsa.-

 La joven Strauss, había dejado de sonreír con sinceridad hacia muchos años. Desde aquel suceso que trágicamente marcó su vida para siempre, la muchacha esbozaba siempre suaves sonrisas llenas de falsedad, pues bien sabia aquel anciano, que las ganas de sonreír de la que consideraba como una nieta, eran mas que nulas.

— Vamos, anda, que llegaremos tarde. -Makarov empezó a caminar, seguido de la albina.-

— ¿Has sabido algo de él? Dijo que escribiría esta semana.

— Si, ha llegado una carta, esta en el salón. Al parecer Elfman se lo pasa bastante bien en Nueva York. En cuanto acabe el curso, volverá a casa dice.

— Hmn... ¿No dijo eso el año pasado?

Y tras aquel pequeño reproche hacia su hermano, la albina siguió caminando en silencio borrando esa hermosa sonrisa que siempre era un complemento imprescindible en ella.

Por suerte, el despacho al que debían acudir estaba en la misma mansión. ¿Que se le iba a hacer? Los padre de Mirajane hicieron una fortuna con restaurantes, bares y hasta hoteles. Tenían todo el dinero que necesitaban para vivir lujosamente, y hasta mas, y todo aquello ahora era de Mirajane. La única de los tres hermanos que jamas le gustó abusar de la fortuna Strauss.  

Apenas tardaron unos minutos en llegar al despacho. Por eso la mayor de los Strauss no se había dado tanta prisa en bajar como se la hubiese dado en otras ocasiones. Si tan solo tenían que cruzar el salón y la entrada. 

Era un lugar bastante amplio, con un par de mesas de escritorio, un portátil que no se había abierto en años, retratos de familia... Todo lo que un despacho de alta clase tenia. Típico despacho de ricachón estándar. 

Mirajane se sentó en el sofá de cuero que había a un lado del lugar. Makarov en cambio se quedó en pie, esperando al hombre con el que habían quedado.

— ¿Como es el..? -La joven cada vez estaba mas nerviosa, llevaba casi seis años sin conocer a nadie nuevo. Se había encerrado en aquel lugar, y solo salia cuando algún negocio lo requería.-

— Ya lo veras... -El anciano sonrió.- Pero es uno de los mejores, eso seguro. Yo ya estoy mayor para cuidarte, así que tendrás que conformarte con este.

— Dices que es de la agencia de Fairy Tail, ¿no..? -Comentó ella con cierta tirria. La verdad es que aquella reunión, aquel acuerdo que iba a hacerse en unos minutos no le gustaba un pelo.-

— Exacto.

— ¿En Fairy Tail no estaba...? -No pudo continuar. La puerta se abrió.-

Mirajane se levantó de golpe al ver quien había abierto la puerta.  El nieto de Makarov, con el que tanto había jugado de pequeña, un hombre que en su memoria aún permanecía como un pequeño y cascarrabias rubio al que siempre quiso superar en altura... Y después de tantos años sin verlo, Laxus Dreyar había cambiado para bien. Aún estando tan serio como siempre, ahora era mucho mas alto que ella, desde luego, le sería imposible superarlo. Sus músculos estaban bien marcados también, fruto desde luego de horas de trabajo. Tenía una cicatriz en la cara. Un tatuaje en el brazo.... Había cambiado totalmente.

— Bienvenido... -Mirajane hizo una pequeña reverencia tratando de ocultar ese sonrojo traicionero que había salido en sus mejillas, siendo los antiguos recuerdos de la infancia los causantes. -

— Señorita Strauss, un placer volver a verla. -El rubio también hizo una reverencia, tal vez algo mas discreta de la de su ahora jefa. Pero sonrió levemente cuando sus ojos se cruzaron con los ojos azules de Mirajane.- 

— Oye, oye, ¿A que viene tanta formalidad? -Makarov interrumpió un silencio un tanto incomodo.- Si hasta os habéis bañado juntos. Al menos podrías haberla llamado por su nombre.

Desde luego, aquellas palabras no fueron de las más indicadas para aquel momento, pues las mejillas de ambos jóvenes intensificaron sus colores.

EL INVENCIBLE RAYO AMARILLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora