Luz Verde

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Autor: Alejandro Burgueño Rueda

Título: Luz verde

Luz verde


—Sí... aún me acuerdo de ese día, de ese maldito día en el que empezó todo en aquel número 75 de la calle de Embajadores...

Juan Ramírez González era un hombre de treinta y dos años, soltero y con un trabajo estable como dependiente de una tienda de tecnología situada en el paseo de Santa María de la Cabeza. Su sueldo le permitía alquilar un piso modesto en la ciudad de Madrid, en Embajadores. Tenía una buena vida o eso es lo que solía decir siempre: era feliz. Es cierto que no socializaba demasiado, solo lo justo y necesario. En la tienda donde trabajaba se limitaba a saludar a sus compañeros de trabajo y muy de vez en cuando tomaba un café con ellos mientras dialogaban sobre diferentes asuntos populares como el fútbol. Era una persona solitaria. Tenía turno de tarde por lo que nada más salir de su trabajo andaba durante cerca de quince minutos hasta llegar a su casa, el 3ºA del número 55 de la calle Embajadores donde le esperaba un hogar de aproximadamente setenta metros cuadrados, bastante espacioso teniendo en cuenta que vivía solo.

El 17 de diciembre del año 2055 Juan Ramírez González salió de su trabajo a las 21:00, como siempre, era un hombre muy riguroso en cuanto a los horarios. Ese día no dejó de llover torrencialmente por lo que, utilizando un pequeño paraguas de color negro, recorrió las amplias calles del Paseo de Santa María de la Cabeza y de Embajadores hasta llegar a su casa, el número 55. Por la acera no se encontró a casi ningún transeúnte y los pocos con los que se cruzó corrían desesperados para evitar mojarse por la intensa lluvia. Tras unos veinte minutos Juan llegó a su casa empapado y congelado por el intenso frío que hacía, sin embargo, nada mas entrar en su casa un sentimiento de calidez y de acogida le recorrió todo el cuerpo. Tenía todo su piso domotizado por lo que tenía programada la hora en la que las tenues luces de su recibidor se debían encender para recibirle a su llegada. También tenía programada la temperatura a la que debía estar su casa, exactamente 21º.

Era lunes por lo que le tocaba cenar pasta y un filete de pollo. Como dije anteriormente, era un hombre increíblemente meticuloso en cuanto a horarios y comidas. Tenía todo un calendario anual en el que apuntaba todas las comidas que iría realizando. Tras prepararse la comida en una estrecha pero impecable cocina, le gustaba sentarse en el salón mientras cenaba y veía la televisión. Era un salón bastante amplio en comparación con el resto de las habitaciones. En todos los casos que estudié, las plantas de los pisos tenían la misma estructura. En primer lugar, había un recibidor, algo pequeño que daba paso a un largo pasillo con puertas a ambos lados del mismo. En este caso, la primera puerta a la derecha daba a la cocina, que tenía una ventanita con un cristal traslúcido que daba al pequeño patio interior del edificio. La segunda puerta, esta vez situada a la izquierda, comunicaba con el baño; un baño normal y corriente, con la bañera también domotizada y con un calefactor que solía utilizar en las noches más frías del año. Después, casi enfrentado al baño, se encontraba el dormitorio, el único dormitorio de la vivienda. Era una habitación bastante grande en forma de ele. Tenía espacio para una cama de matrimonio, un armario de grandes proporciones y un escritorio con una silla de oficina. La habitación tenía dos ventanas, una pequeña que daba al patio interior del edificio y otra que llegaba hasta el suelo que permitía ver la espaciosa calle de Embajadores. Por último, al final del pasillo, a unos tres o cuatro metros del dormitorio, estaba el salón de la vivienda. Un salón en cuya pared del fondo se levantaban tres ventanales rectangulares que permitían que entrase gran cantidad de luminosidad por el día; por ellos se podía observar los edificios que estaban al otro lado de la calle de Embajadores, así como los árboles que tapaban algunos de esos pisos. Justo delante de los ventanales se situaba un mueble negro de metal que sostenía un enorme televisor plasma de cerca de cincuenta pulgadas. Enfrente de él había una mesilla baja y rectangular de cristal donde Juan solía comer y cenar. También enfrentado a la mesa y al televisor se encontraba un largo sofá de cuero blanco con cojines negros rellenos de algodón. En la pared lateral de la derecha se levantaba una gran estantería repleta de libros de diferentes tipos de lectura, desde novelas de fantasía hasta libros sobre política y economía. Por el lado contrario, en la pared lateral izquierda solo había un pequeño mueble que sostenía el único teléfono fijo de la casa, inalámbrico por supuesto. El 26 de diciembre, cuando entré en aquella casa por primera vez, me sorprendió el percatarme que la estructura de la vivienda era exactamente igual que la mía.

Luz verdeWhere stories live. Discover now