46. Fruto prohibido

Start from the beginning
                                    

—Sabes cómo...

Y nos encontramos de nuevo en un beso. Explorando nuestros labios como si no lo hubiésemos hecho antes. Jugamos con la lengua del otro e incliné mi cabeza para guiar la suya y poder llegar hasta el fondo. Tomando sus gemidos y él llevándose los míos.

Está vez era diferente. Porque no lo sentía cohibido de intentarlo y no sentía esa capa de incomodidad que se crea en las primeras veces. Nos estábamos despojando de eso, recordando que nos conocíamos.

—Dime Evangeline, dímelo y lo haré. —Besa mi cuello—. Dime la forma en la que quieres ser tocada, besada y explorada. Me guío por tus deseos, dolcezza.

Solo sus palabras consiguen complacerme. Su mano ahora toca por completo mi intimidad y reposo mi cabeza en su pecho. Puedo sentir su erección crecer y escucho su respiración cortada al igual que sus latidos rápidos.

—Tómame Dorian, besa cada parte de mí. Con cariño, tócame con deseo. De forma lenta, pero constante —suspiraba.

Ya el vestido estaba a la altura de mi estómago y sus manos habían dejado la parte interna de mis muslos para rozar mis pezones. Entonces me hizo a un lado y quedé arrodillada, mientras él me veía desde arriba y yo intentaba regular mi respiración.

—Voltéate Evangeline —ordenó con la voz ronca. Le hice caso. Extendí mis alas con un poco de dificultad.

Lo miré girando mi cabeza y él se había quitado la camisa por completo. La luna se reflejaba en su cuerpo y creaba sombras en los lugares indicados, enalteciendo su torso.

Se arrodilla y toca mis piernas, se detiene para extender su camisa en el suelo, doblándola. Y me toma de la cintura, parecía un papel en sus manos. Deja mis rodillas en la camisa.

—No te dolerán tanto por el piso irregular. —Besa mi espalda baja. Poco me importaban mis rodillas, pero hablamos de este ángel. Que es minucioso con los detalles.

Desliza mi ropa interior despacio, la tela me causa escalofríos. Cuando percibo la corriente de aire, sé que estoy medianamente expuesta. Apoyo una mano en la pared de la cueva y la otra la llevo a esa zona. Separo las piernas y toco los pliegues, estaba más que excitada. Su mano intercepta mi camino impidiendo que continúe.

—No, de esto me encargo yo. —Retira mi mano.

—Mandón.

—Como si no te gustará —sonrío, porque me encanta.

Sus dedos recorren mi humedad, llevando mis jugos de punta a punta. Frotando de vez en cuando y haciendo que mis piernas temblaran y apretara mi vientre por la sensación. Se acerca hasta que puedo sentir su aliento y suelto un bufido cuando pasa a besar mis glúteos con leves mordiscos. Escucho su risa pícara, esa risa que sabe que juega conmigo.

—Justo ahora, tengo una vista de tu cuerpo que corrompe cada fibra de mi ser —susurra, mientras su aliento choca con mi zona sensible.

—Tócame —demando.

Siento dos de sus dedos haciendo que mis labios menores se abran, se desplaza hasta la parte superior. Uno de ellos va con recelo a mi clítoris, presionándolo.

Entonces se mueve hasta estar más cerca y con ambas manos en cada glúteo, le concedo toda mi intimidad. En bandeja de oro. Y siento su lengua y jadeo. Me lame de arriba a abajo, haciendo presión y apretando con firmeza el punto sensible. Estoy expuesta, con muchas sensaciones a flor de piel.

—Sabes tan bien Evangeline. Eres mi fruto prohibido. —Empuja un dedo dentro de mí y su boca se apodera del clítoris, de nuevo—. Mi pasado —Mete otro de sus dedos—, mi presente y futuro. —Aumenta los movimientos y se escucha mis jugos cuando él se desliza.

La Portadora de Almas (COMPLETA)Where stories live. Discover now