¿Qué le sucede?

—Por fín despertó, señorita Diamon —dice en voz baja intentando no alterar la paz que hay en el ambiente. Aunque no puedo evitar notar el frío tono de su voz.

Aún tengo la mordaza así que, aunque diga un discurso a medía nación no se entendería nada.
Asiento.

—Ha pasado una hora con cuarenta y cinco minutos así que esas nalgas deben estar bien marcadas y adoloridas—cometa, se levanta de su asiento y camina hasta la pequeña mesa dónde está la llave de la mazmorra.

—Pretendía despertarla hace un rato, pero parece que dormida es más dócil y fácil de manejar—añade—, su rostro por poco me convence para retirarle el castigo y follarmela como premio, pero después recordé el motivo y todo se esfumó. Debe empezar a comportarse, Diamon, porque los castigos se podrán cada vez más rudos.

Abre la puerta y se aparta dejándome espacio para salir. Levanto la vista, se que tiene algo, algo extraño, pero no puedo descifrar que. No lo conozco muy bien, pero lo noto.
Literalmente me arrastro fuera de la celda, las piernas me hormigueaban, las siento débiles, pero intento disimular. Gateo despacio cuando ya estoy afuera y me deposito sobre mis talones intentando erguirme.

—Levántate—me ordena.

"No me jodas, apenas puedo mantenerme en esta posición, Jonathan", pienso. Tomo una gran bocanada de aire y lo intento. Debo poner todas mis fuerzas en hacerlo, pero va bien.

—No tengo tiempo, rápido.

Con un poco más de prisa, pero aún con las piernas temblando, me pongo en pié. Me cuesta lo doble mantenerme quieta, pero lo intento disimular.

—Muy bien. Ve a aquella pared y recarga las palmas.

Pff...
La pared no está a más de tres metros de dónde estoy parada, puedo hacerlo. El hormigueo se detiene, pero continúa un dolor interesante, como si estuviera a punto de darme un calambre en ambas piernas. Me doy ánimos y camino un paso a la vez cruzando la oscura habitación. Doy tumbos los primos paso, pero los siguientes los tomo con mayor decisión y menos esfuerzo. Al llegar a ella agradezco con todo mi ser la obediencia de mi cuerpo y depósito mis manos como él lo pidió.

Pasan un par de minutos más antes de que Jonathan me alcance. Se detiene a mi lado y sin piedad arranca las piezas de mi culo de un tirón.
Suelto un grito ahogado de dolor acompañado de un: "¡Vete a la mirada!"
Se me había olvidado por completo que las traía puestas aún.

—Eso me gusta, Diamon. Me gusta como  te lucen las nalgas con un rojo tan intenso.

Su mano aterriza con un golpe seco en mi nalga derecha, de inmediato siento las pequeñas pulsaciones en aquella zona. Mis dedos de ambas manos se encongen intentando aferrarse a algo para no darme la vuelta. Su mano roza mi culo y lo acaricia tomándolo con gran brusquedad. Se pone de cunclillas a mis espaldas, a la altura de mi culo y vuelve a apretar ambas nalgas en sus manos, pero esta vez su nariz se introduce entre mis piernas llegando a mi intimidad e inhala. Mis mejillas se llenan de color al sentirlo. Roza la punta de su nariz en mi agujero y vuelve a inhalar mi húmedad, provocandome escalofríos.

—Que bien hueles, Diamon.

Parecía ebrio.
Sus manos masajean mis nalgas y aunque duele, su lengua me reconforta con su incesante ritmo en mi húmedo coño. Con una mano aparta mis pequeñas bragas, mientras que con la otra introduce un dedo en mi, al tiempo que su lengua me lame con desesperación el clítoris ya inchado. Muevo mis caderas a su ritmo, siento que estoy apunto de explotar en su deliciosa boca, pero lo contengo para disfrutar más. No quiero que esto acabé tan pronto, no después de esa fastidiosa hora encerrada.
Los gemidos que salen de mi boca incesante, son la mitad de intensos de lo que deberían a causa de la mordaza. Introduce un dedo más lamiendo con deseo mi clítoris, lo masajea con la lengua y lo succiona provocandome.
Si antes sentía las piernas débiles, ahora son completamente de gelatina. Tiene una lengua maravillosa, muy bien entrenada.
Su rostro está entre mis nalgas y no puedo evitar sentir una excitación que es de otro nivel. Me da un par de nalgadas más y chillo al sentir el anhelado orgasmo y el dolor del golpe al mismo tiempo, es una locura. Tocó el cielo por unos minutos y caigo en picada hasta tocar el suelo otra vez.
Se aparta de mi aún lamiendo sus labios húmedos por mis jugos y se pone en pié. Los latidos de mi corazón se pueden escuchar en toda la habitación y el jadeo de ambos rope esa gran paz que se cernia en el lugar. Siento como su pecho sube y baja a mis espaldas, pero no me toca.

Sumisión de una DominanteWhere stories live. Discover now