Querida Elizabeth, 

Me complace regalarle este hermoso vestido digno de alguien con un cuerpo como el suyo. 

Me he dado cuenta de que el gris definitivamente es su color. Espero verla en la fiesta de recaudación con él. 

Su fan silencioso y admirador secreto, 

—B

Tuerzo la boca y vuelvo a guardar todo, para después ponerlo en un rincón del closet. Quedé de verme con Brenda, así que hoy saldré, me relajaré y gozaré una noche junto a mi mejor amiga. 

Busco lo que me pondré y una vez lista voy hacia el primer piso, sin decirle nada a nadie, salgo de la mansión. Mi auto está estacionado afuera, cerca de la entrada, entro en él, lo enciendo y lo pongo a andar para alejarme de este lugar. Las calles están poco transitadas y no sé si es algo normal o si debería preocuparme dado la hora que es. El GPS me guía hasta llegar a un establecimiento con grandes letras por fuera en dorado que dicen "Aradise". Ni idea de qué es eso. Estaciono y bajo. 

El valet parking se lleva mi auto y yo doy leves pasos hacia la entrada. El guardia me detiene y su mano se posa justamente en mi pecho derecho. Bajo con detenimiento mis ojos a su mano y de un manotazo se la quito, para después darle una mirada de advertencia. 

—Lo vuelves a hacer y te lo corto. —siseo haciendo que el guardia trague grueso. 

Tomo un respiro y relajo mis hombros haciendo círculos con ellos llevándolos de adelante hacia atrás unas dos veces. 

—Lo siento, señorita. 

—Déjeme entrar. —ordeno dando un paso adelante. 

—Deme su mano, por favor. 

Tiene miedo, pues que lo tenga. 

De mala gana le doy mi mano. Él la toma y la voltea, dejando mis venas a la vista, mi piel está más pálida de lo normal y sé que es por los sucesos que han estado pasando últimamente. Hago como que no me afecta y veo con cautela lo que hace el guardia. Saca un aparato con muchas agujas y lo acerca a mi mano. 

—¿Para qué es?. —inquiero sonando indiferente. No me dirá nada si luzco muy preocupada, no se arriesgaría a perder un cliente. 

—Es algo que el jefe le manda a poner a los clientes, es solo precaución para quien se atreva a ingerir alguna sustancia que no sea alcohol. —responde enterrando las agujas en la piel, haciendo que cierre los ojos. 

No duele mucho, pero se siente raro. Escucho que presiona el gatillo y algo sale de la máquina en su mano e ingresa a mi cuerpo. 

—¿Y qué hace a los que ingieren droga?. 

—Terminan en el hospital. —dice— Si alguien entra aquí con alguna sustancia extraña dentro de su cuerpo y esto se le ha sido inyectado, también terminará en el hospital. O al menos terminará muy mal. 

—¿Aquí no aceptan que ingieran drogas?. 

—Es una estricta norma, nada aparte del alcohol puede ingerirse. 

—Ya. 

El guardia quita la cinta y me deja pasar. Paso mi mano por el sitio en el que me enterraron las agujas, lo miro y con la poca luz puedo ver un cuadrado con varios, pero más pequeños, cuadros dentro de sí mismos. Dije que nunca me haría un tatuaje y parece que me han hecho uno sin darme cuenta. Joder. 

Al entrar por completo en la discoteca la música electrónica de volumen alto ataca mis oídos. Hay colores rojo y azul chocando contra las paredes, las personas están bailando sin control y la piel les brilla por el sudor que les recorre el cuerpo. Hay un segundo piso y supongo que es la zona VIP puesto que solo hay una relativa cantidad de personas. Un hombre de camisa blanca y cabello negro está en el barandal mirando hacia abajo, a la multitud de personas, tiene un vaso de vidrio en su mano izquierda y una expresión inexpresiva en su rostro. Su mandíbula está ligeramente tensa, al igual que sus brazos, se le nota en la camisa que ya no da para más. Sus ojos conectan con los míos y las luces azules y rojas no me permiten saber su color de ojos. 

MISÈREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora