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—Tenemos que encontrarla cuanto antes —decía mi tío Remigius, desesperado—, últimamente no pasan tres días sin que se desmaye al menos una vez. No puede andar por ahí así.

Madeleine había desaparecido de la casa de mis tíos, y como me lo había contado en una carta, le había dado un filtro de amor a Cedric, para poder escaparse con él. Era casi media noche y yo estaba hablando con mi tío a través de la chimenea de la sala común de Gryffindor. Mi prima era una inconsciente y una loca, ¿cómo se le había ocurrido hacer algo como eso estando en las condiciones tan graves de salud en las que se encontraba?

—No debe haber ido muy lejos —dije, intentando pensar en algún posible lugar al que hubiera podido irse—. ¿Ya hablaron con los padres de Cedric?

—Sí, pero ellos tampoco tienen idea de dónde podrían estar.

Resoplé, frustrada. No quería ni pensar en si le pasaba algo por estar haciendo cosas tan estúpidas como eso. Ya llevaba dos días desaparecida, y no había ni rastro de ella.

—Si se comunica conmigo en algún momento, les avisaré —dije.

—Gracias, Emily. Adiós.

—Adiós, tío. Espero que aparezca pronto.

Después de que desapareció de la chimenea, me dejé caer en uno de los sillones, pensando una y otra vez en dónde podría estar mi prima. De repente recordé que al día siguiente era la segunda prueba del torneo, lo había olvidado por completo, pues estaba muy preocupada por Madeleine.

Era temprano todavía cuando me llamaron a la oficina de Dumbledore, mientras caminaba hacia allí, me preguntaba de qué manera iban a mantenernos en el fondo del lago por una hora. Intenté estar calmada, pues finalmente era improbable que me pasara nada malo.

Después de una breve explicación sobre la prueba, nos pusieron en una especie de trance, de manera que no supe nada más, hasta que Tom me sacó del lago. Cuando abrí los ojos, vi que ninguno de los otros campeones había salido todavía del agua, lo que significaba que Tom seguía estando en primer lugar. En cuanto estuvimos en la orilla del lago, sacó la varita y nos secó con magia. Había superado ya la segunda prueba, lo que significaba que solo le quedaba la última. De nuevo, los estudiantes de Hogwarts hicieron una gran celebración, pues todo indicaba que Tom sería el vencedor del torneo.

Pasó mucho tiempo hasta que por fin pudimos estar a solas. Nos sentamos en los jardines, que estaban únicamente iluminados por la tenue luz de la luna. Recosté la cabeza en su hombro y él buscó mi mano para entrelazar nuestros dedos.

—¿Y ya encontraron a Madeleine? —preguntó.

—No, no se sabe nada de ella todavía —le respondí, volviendo a sentirme un poco preocupada por ella.

—No creo que pase mucho tiempo desaparecida.

—¿Por qué estás tan seguro?

—En cuanto Diggory recupere su libre albedrío, lo primero que hará será dejarla, y ella no tendrá más remedio que regresar a casa.

En eso tenía razón, pero no sabíamos cuánto tardaría en suceder eso.

—También podría seguirle dando la poción durante un tiempo —comenté.

—Ella sería incapaz de prepararla, así que tiene que conseguirla en otra parte, y puede que no sea muy fácil.

—Es verdad. Yo solo espero que aparezca pronto, mis tíos están muy preocupados por ella.

Asintió y se quedó un poco pensativo.

—He estado pensando mucho en algo —me dijo, después de unos instantes de silencio.

—¿De nuevo lo de Harry? —pregunté, pues había estado tratando de encontrar la manera de matar a Harry, pero estando en Hogwarts era casi imposible, ya que Dumbledore lo protegía y se mantenía siempre cerca de él.

—No, es algo más.

—¿Qué es?

Me aparté un poco para mirarlo.

—Es una forma de comunicarme con mis seguidores, además también sería algo así como una marca que nos distinga.

—¿Y ya se te ocurrió algo?

Asintió y me miró a los ojos.

—Antes de decirte más, necesito saber si confías en mí.

Me sorprendió un poco su pregunta. Yo estaba segura de que sabía que confiaba en él.

—Por supuesto que confío en ti —le respondí.

—Entonces estira el brazo.

Estiré el brazo izquierdo y él recogió la manga del suéter hasta el codo. Después sacó su varita del bolsillo y poniendo la punta sobre la piel del antebrazo, comenzó a dibujar algo. Yo sentía como si me quemara, pero no decía nada, e intentaba encontrarle forma a lo que fuera que estuviera dibujando. Cuando terminó, y volvió a guardar la varita, descubrí que era una calavera de cuya boca salía una serpiente, y se enroscaba. Parecía dibujada con tinta negra y brillante.

—Tócala —dijo.

Lo dudé un poco porque pensaba que muy seguramente me iba a doler mucho, pero al final, toqué la marca recién grabada con el dedo índice. Miré a Tom a la espera de alguna explicación, compuso una pequeña sonrisa y me miró, con una indisimulable expresión de orgullo.

—Funciona —dijo—. Cada vez que necesites comunicarte conmigo, tocas la marca y yo lo sabré.

Me pareció algo muy inteligente, pero viniendo de él, era de esperar que se le ocurriera algo como eso.

—¿Entonces le pondrás la marca a todos tus seguidores? —pregunté.

—Solo a los más importantes —respondió—, y como tú eres la más importante de todos, quise que tú la tuvieras primero.

Esas palabras me hicieron sonreír. Saber que era importante para él y que ocupaba un lugar privilegiado dentro de su recién fundada organización, me decía mucho acerca de nuestra relación. Yo había tomado la decisión de seguirlo en todo aquello que hiciera, y eso era precisamente lo que iba a hacer.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Where stories live. Discover now