"Bueno. Eso no quita que sea fuerte y que de miedo."

—¿Quieres... otro café?

—Sin azúcar.

Anthony se levantó por inercia y dejó de sentirse tan enojado e impotente. Se dirigió a la cocina que estaba a pocos metros en la habitación y le sirvió una taza más grande de café negro porque, al parecer, a Alastor le gustaba mucho.

Pero el rubio reaccionó como si le hubieran tirado un balde de agua fría al darse cuenta de su propia forma de comportarse.

"Esperen... ¿Desde cuándo... nos convertimos en roomies normales?"

No, no, no. ¡Él era un humano, era el dueño del departamento y ese intruso horrible era un demonio del inframundo! ¿Por qué estaban actuando como si nada estuviera pasando y estaban disfrutando tanto un desayuno juntos? ¡¿Y por qué carajos se sentía tan satisfactorio ver cómo bebía el café que él le preparaba con tanto esfuerzo?!

Todo eso debía parar. YA.

—Escucha... sobre el deseo —se sentó frente a Alastor otra vez y comenzó a pensar en voz alta, muy seriamente—. Aunque no lo pida hasta el último día... Me acompañarás todo ese tiempo, ¿Cierto?

Alastor se sobresaltó ante esa escalofriante declaración y cuestionamiento. Colocó débilmente el periódico sobre la mesa y dirigió su opaca mirada roja hacia el exterior de la ventana de la cocina. Había mucha melancolía en ese semblante.

—Así es... Es mi obligación —suspiró exhausto, aburrido, casi sin energías y voluntad de seguir viviendo, como si estuviera padeciendo el sufrimiento más terrible que hubiera podido experimentar alguna vez.

Compartir su vida con un humano era un asco.

—... ¿Por qué suspiras como si fuera tan terrible estar conmigo? —Anthony entrecerró sus ojos con sospechas hacía él, ciertamente ofendido al insinuar que no lo soportaba, ¿Qué tenía de malo estar allí con él?

—El mundo humano es muy raro —Alastor nunca tuvo la oportunidad de recorrer por completo el mundo humano, pero las leyendas que recorrían en el infierno eran ciertas. Las personas en la tierra eran estúpidas, muy caprichosas y soberbias. La humanidad le daba asco, quería vomitar al solo pensar que tendría que convivir con tontos e inútiles por tanto tiempo.

El rubio se cruzó de brazos y se frotó la barbilla bastante pensativo. Bien, un año con Alastor. En vez de odiar la idea, debía acostumbrarse. Si, era una mierda el hecho de que su alma se iría al infierno, pero ya no había forma de deshacerlo. Lo mejor era invertir su tiempo en pensar en el deseo sin prisa, volver a ocuparse de su vida habitual y aprender a convivir sin problemas con su nuevo demonio acompañante.

Sus ojos se iluminaron como grandes diamantes azules. Se exaltó y estampó sus manos sobre la mesa con una enorme sonrisa en sus labios.

—¡Oh! Eso significa que en todo este tiempo... ¡¿Puedo contarte mi vida personal como si fuéramos...?!

—No somos amigos y jamás lo seremos.

Alastor le cortó las ilusiones de raíz.

Ser roomies no era sinónimo de que podrían volverse cercanos y mucho menos mejores amigos, la respuesta era un gran NO. Anthony se enojó ante su brusca y desconsiderada forma de contestar, frunció el ceño y, antes de exigir una explicación y cuestionar al ciervo, él se le adelantó.

—¡Soy un demonio! Los humanos y los demonios no pueden ser amigos. Piensa humano, piensa —Alastor señaló sus sienes con sus dedos índice y miró a Anthony con hartazgo total—. Y creo que no eres consciente de la magnitud de tus errores, tienes que empezar a actuar con madurez.

Anthony cubrió su rostro con una mano y la deslizó lentamente hacia abajo. De verdad convivir con alguien tan irritante sería difícil.

Ese solo fue el primer día de "no somos amigos solo roomies por obligación" que pasaron Alastor y Anthony.

El de cabellos rosas llegó múltiples veces a su hogar luego de volver de sus clases en la universidad, luego de llegar de una fiesta, luego de buscar trabajo, luego de salir a comer con sus amigos.

Anthony soñaba con la idea de que algún día lejano, cada vez que abriera esa puerta, un precioso esposo lo recibiría con la cena lista y una sonrisa que compensaría lo cansado que estaba por un día duro.

Volvió a la realidad con expresión de perro mojado y con ganas de morirse ante su desdichada situación.

—Debes mejorar tus calificaciones —Alastor arrojó los exámenes en rojo de Anthony a la mesa y lo miró lleno de desaprobación luego de revisar todas sus tareas y proyectos.

—¡Debes hacer una limpieza más óptima! —reclamó otro día al ver toda la ropa sucia, piso asqueroso y botellas de alcohol por los rincones.

—¡Debes ordenar tu agenda y dejar de ir de fiesta! —le gritó al día siguiente siendo las siete de la mañana ya que Anthony regresaba todo desalineado luego de ir a un antro con sus amigos.

—¡Debes enfocar tus prioridades y hacer más ejercicio! —le recriminó a los gritos cuando lo vio tirado en el sofá con el celular revisando las redes sociales.

Anthony se arrastró por su cama en esa noche y enterró su rostro en la almohada. Aprovechó que Alastor se había metido en la radio y que no le estaba gritando para que cumpliera responsabilidades todo el maldito tiempo. No era un esposo encantador, no era un amigo amable, tampoco era un roomie con el que se podría dividir los quehaceres.

—... ¿Por qué actúa como mi madre? Dijo que no podemos ser amigos. Pero esto es incluso peor.

Sonrió de lado absolutamente cansado de ser tratado como un esclavo personal. Y ese solo era el primer mes de convivencia juntos.

Dancing with the Devil ⋆ RadioDust ⋆Where stories live. Discover now