Capítulo 1

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Me despierto sobresaltada. La pálida luz de la mañana entra por los bordes de las contraventanas, pero el ruido de la pala no se va. Sin salir del todo de la pesadilla corro por el vestíbulo, salgo por la puerta principal y rodeo la lateral de la casa, porque ahora estoy bastante segura de que puedo gritar a los muertos. Cuando lo veo me detengo en seco. Tiene la cara roja de cavar el suelo bajo las ventanas. En la carretilla hay cinco arbustos ralos.
-Has vuelto - le digo.
-El doctor Aurelius no me ha dejado salir del capitolio hasta ayer mismo - responde Peeta-. Por cierto, me pidió que te dijera que no puede fingir eternamente que te está tratando. Tienes que contestar el teléfono.
Tiene buen aspecto. Delgado y lleno de cicatrices de quemaduras, como yo, pero en sus ojos ya no se percibe esa mirada turbia y atormentada. Sin embargo, frunce un poco en ceño al examinarme. Me aparto el pelo de los ojos con poco entusiasmo y me doy cuenta de que está apelmazado de tanta suciedad. Me pongo a la defensiva:
- ¿Qué estás haciendo?
- Fui al bosque esta mañana y desenterré estos arbustos para ella - responde-. Se me ocurrió que podríamos plantarlos en la lateral de la casa.
Miro los arbustos y los terrones de tierra que les cuelgan de las raíces, y me comtengo el aliento cuando la palabra rosa me viene a la cabeza. Estoy a punto de gritarle cosas horribles a Peeta cuando recuerdo el nombre real: son primroses, prímulas, la flor que le dio nombre a mi hermana. Asiento, corro a la casa y cierro la puerta detrás de mí. Pero aquella cosa malvada está dentro, no fuera. Temblando de debilidad y nervios, corro escaletas arriba. Me tropiezo con el último escalón y caigo al suelo, pero me obligo a levantarme y entro en mi dormitorio. El olor es tenue, aunque todavía se nota en el aire. Está ahí, la rosa blanca entre las flores secas del jarrón; a pesar de su aspecto marchito y frágil, conserva esa perfección antinatural que se cultivaba en el invernadero de Snow. Agarro el jarrón, bajo dando tumbos a la cocina y tiro el comtenido a las brasas. Mientras las flores arden, un estallido de llamas azules envuelve a la rosa y la devora. El fuego vuelve a vencer a las rosas. Estrello el jarrón contra el suelo, por si acaso.
De vuelta en la planta alta, abro las ventanas del dormitorio para limpiar el aire del hedor de Snow, aunque todavía lo noto en la ropa y en los poros de mi cuerpo. Me desnudo y unas escamas de piel del tamaño de naipes se quedan pegadas a las prendas. Evito mirarme al espejo, me meto en la ducha y me restriego las rosas del pelo, el cuerpo y la boca. Con la piel rojiza y sensible busco que ponerme. Tardo media hora en peinarme. Sae la Grasienta abre la puerta principal y, mientras prepara el desayuno, echo al fuego la ropa que me he quitado. Siguiendo su consejo, me corto las uñas con un cuchillo.
Mientras me como los huevos pregunto:
- ¿Dónde está Gale?
- En el distrito 2. Tiene un trabajo importante, lo veo de vez en cuando por la televisión - responde.
Rebusco en mi interior intentando sentir algo, pero estoy tan aturdida que mis emociones no están claras.
- Hoy me voy de caza afirmó.
- Bien, no me vendría mal carne de caza fresca.
Me armo con un arco y flechas, y salgo al exterior con la intención de ir al bosque por la Pradera. Cerca de la plaza hay equipos de personas con mascaras y guantes que llevan carros tirados por caballos. Están buscando en la nieve que calló este invierno, recogiendo los restos. No les hago mucho caso porque se que no soportaría saber a quienes han encontrado, solo corro hacia el bosque como solía hacerlo antes de los juegos, sin que nadie me notara.
Cuando cruzo la alambrada que ahora solo esta en pie para alejar a los depredadores corro hacia el lago, me siento a sus orillas y lanzo gritos y maldiciones a todo pulmón hasta que se me reseca la garganta; entonces me coloco en posición fetal y lloro hasta quedarme dormida.

Katniss y Peeta ¿Que pasó después?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora