Sonreímos y seguimos caminando, me dio frío y me acerqué más a Adam quien lo notó y me abrazó para darle calor a mi cuerpo, seguimos caminando, me cansé pero continué.

–Papi… – dijo Evan.

–¿Qué pasa enano?

–Ya estamos cansados. – dijo Ethan.

–¿Ya quieren regresar? – preguntó Adam.

–Sí. – dijo Evan.

–¿Y tú amor?

–Sí por favor, ya estoy cansada.

–Entonces volvamos.

Caminamos de vuelta, cuando llegamos entramos directamente a la cabaña, me quité el abrigo y ayudé a los peques a quitárselos, fui a la cocina y comencé a preparar la comida, sentí unos brazos que me rodearon la cintura y Adam puso su cabeza en mi hombro.

–¿Necesitas ayuda?

–Acomoda la mesa por favor.

–Está bien.

Salió de la cocina y continué cocinando, cuando terminé nos sentamos todos en el comedor y comenzamos a comer.

–¿Podemos tener noche de películas? – preguntó Ethan.

–Claro que sí cariño.

–¿Podemos poner películas de terror? – preguntó Evan.

–¿No les da miedo cariño? – pregunté.

–No, de terror no, yo no quiero enanos invadiendo mi cama y menos una bola de pelos en mi habitación. – dijo Adam, como él lo dijo, muchas veces le quito autoridad, es momento de cambiar un poquito ese mal hábito que tengo y apoyarlo.

–Lo siento peques, si papi dijo no es no.

Adam me miró, los niños terminaron de comer y llevaron sus platos al lavatrastos dejándonos a Adam y a mí solos.

–¿No te opondrás?

–No, ya vi mi error y debo corregir ese hábito.

–¿A caso puedes ser más perfecta? – se acercó y me besó, recargué mi cabeza en su hombro, Adam tenía una rodaja de naranja, se me antojó, quería probarla.

–Adam cariño.

–¿Qué pasa?

–Es que se me antojó tu naranja.

–¿Se te antojó? – me miró confundido.

–Sí.

–Cómetela.

–¿En serio?

–Sí.

–Gracias.

–No hay de que.

Me dio la naranja y comencé a comérmela, Adam me miró y sonrió, terminamos de comer y llevamos los trastes al lavatrastos y Adam comenzó a lavarlos, me senté en la barra y lo estaba viendo lavar los trastes pero comencé a bostezar, salí de la cocina y fui a la sala donde estaban los niños, me acosté en el sillón, mis ojos comenzaron a pesar y me quedé dormida. Sentí el sillón hundirse a mi lado y abrí los ojos, era Adam.

–Hola pequeña dormilona. – le sonreí.

–Hola.

–¿Dormiste bien?

–Sí gracias.

–Que bueno.

–¿Ya es tarde?

MIS PEQUEÑOS FAVORITOSWhere stories live. Discover now