–Aquí están los papeles de la casa. – dijo el abogado extendiéndomelos.

–Gracias. – los recibí, se despidió y salió de la casa, me quedé sentada en el sillón y Adam acompañó al abogado a la puerta, unos segundos después regresó.

–¿Estás mejor? – preguntó.

–Sí, gracias por todo.

–No hay de que.

–Adam, quiero ir a casa de mi papá.

–¿Quieres que te acompañe? – asentí – Vamos.

–Gracias.

Llamamos a los niños, tomé los papeles de la casa y todos nos subimos a la camioneta, estaba nerviosa, después de años volvería a pisar la casa, Adam notó mis nervios y tomó mi mano.

–Todo estará bien, estamos contigo.

–Gracias.

–No tienes nada que agradecer.

–¿A dónde vamos? – preguntó Evan.

–Vamos a la casa donde crecí.  – dije.

–¿Y podremos conocerla? – preguntó Ethan

–Hoy no, pero dentro de unos días se las podré mostrar como es en el interior.

–¡YUPI! – exclamaron ambos.

Adam continuó conduciendo, comenzamos a cruzar el vecindario y una sensación de asco se asentó en mi estómago, unos minutos después la camioneta se detuvo frente a mi casa, respiré hondo.

–Yo voy contigo. – dijo Adam.

–No quiero arriesgar a los niños.

–No puedes entrar sola ahí.

–Adam, los niños.

–Ellos estarán bien.

–Está bien.

Adam se bajó y abrió mi puerta, me ayudó a bajar y después bajamos a los niños, los niños me dieron sus manitas y caminamos hasta la entrada, la casa se veía igual por fuera, igual a cuando llegaba con papá de la escuela y también cuando él ya no estaba y vivir aquí fue un infierno, toqué la puerta, unos segundos después abrieron la puerta, era Greg, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro mientras me miraba de arriba hasta abajo, un escalofrío me recorrió completamente, Adam se puso a mi lado y rodeó mi cintura atrayéndome a él, sentí su cuerpo tensarse.

–Grace, tanto tiempo sin verte – miró a Adam – mucho gusto soy el padre de Grace.

–Tú no eres mi padre y nunca lo serás Greg.

–Querida, no me hables así.

–Compórtese, no queremos armar una escena aquí solo venimos a darles un aviso. – dijo Adam.

–Dile a Alba que venga. – le dije.

–¿Quiénes son estos niños? – dijo mirando a los peques, quienes le fruncieron el ceño y se pusieron frente a mí.

–Greg, no es de tu incumbencia, solo llama a Alba. – le dije.

–Bien ¡Alba! – gritó y apareció la mencionada unos segundos después.

–¡Hija, viniste!

–Alba, ahórrate tus escenas emotivas, solo vengo a avisarles que esta casa es mía, pagué la hipoteca, por lo tanto quiero que la desalojen, tienen tres días. – solté sin más.

–No puedes hacernos esto. – dijo Alba.

–Claro que puedo, es mi casa y tengo los papeles.

–¡Eres una malagradecida, después de tenerte bajo mi techo me pagas así! – exclamó Greg.

MIS PEQUEÑOS FAVORITOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora