🥥 Coquito 🥥

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7 años 

De sus ojos salían grandes lágrimas saladas, de sus grandes lágrimas llenas de sal salían todos sus sentimientos, todos los que le estaban golpeando el corazón, todo lo que no pudo hacer por el pequeño gatito pardo que se encontraba tendido sin movimiento, perdiendo el calor que él mismo tenía en sus manos. De su boca salían pequeñas palabras que quería que llegaran al corazón del minimo, de esas pequeñas palabras salían buenos deseos. 

"Lo siento, de verdad lo siento. Perdón por no salvarte".

Acariciaba el pelaje sucio con sus manitas pequeñas mientras mordía su labio, y se sentía culpable muy dentro de él por no haber llegado a tiempo. Sus sollozos llegaron a oídos de una persona que iba pasando por ahí, pasando delante de aquellos arbustos grandes de donde salían flores amarillas. Se detuvo un momento para escuchar atentamente aquella voz que estaba del otro lado. Por entre las ramas podía ver a alguien en cunclillas acariciando algo en el suelo. Sin hacer ningún ruido rodeó los arbustos y miró de lejos a un niño pecoso con cabellos verdes y largos llorando, llorando terriblemente mal en frente de un pequeño cuerpo.

—Perdón, por favor sé feliz a donde se que vayas — el chico de cabellos bicolor se acerco lentamente al lugar para acariciar la cabellera sedosa y brillante del niño que lloraba desconsoladamente, abrazo a sus rodillas desnudas.
—Él será bastante feliz a donde sea que vaya — inocentemente quiso hacer sentir mejor al niño que estaba debajo de él pero lo único que pudo notar fue que el llanto empeoró y que el temblor en ese niño aumentó. Sin decirle nada lo abrazó, así por un corto tiempo hasta que logró escuchar el respirar tranquilo del pecoso. Sin ninguna palabra los dos empezaron a cavar con sus manos una pequeña tumba en la qué enterrarían al gatito.
—Coquito — mencionó antes de cargar el ligero cuerpo y ponerlo en el fondo de la tierra —. Yo te nombro como coquito — flores y el nombre marcado en la arena de la tumba improvisada se veía en una tarde de primavera. Los dos niños guardaron silencio en forma de rezo para el alma del animalito, sentados en frente de las flores del suelo y después de un rato se sintieron mejor.
—¿Es tu gato? — el niño con la mitad de cabellos rojos y blancos preguntó con la voz baja, susurrando para no romper tanto el ambiente en el que estaban.
—No — mencionó en un tono muy suave y muy triste, su mirada seguía en las florecillas que adornaban los surcos de la tierra —, lo encontré aquí.
—Lo llamaste coquito, ¿verdad? — el niño peliverde asintió y decidió por fin levantarse para estirar las piernas, creyó que nunca sería suficiente sólo nombrar y enterrar al gatito, pero ya iba a ser muy tarde y su madre se preocuparía si llegara después de la hora de la comida — ¿Por qué?
—Era café, como un coco — el niño de un ojo azulado le sonrió ladeando su cabeza hacia la izquierda y le pareció un nombre genial para un gatito.
—Es un bonito nombre — los dos se despidieron de aquel pequeño, dejándolo atrás en su manto lleno de flores y caminaron sin ningún rumbo más que para salir de aquellos arbustos.
—¿Vives cerca? — sus ojos y su nariz seguían rojos por haber llorado tanto, aquel gesto, al chico de ojos bicolores, le dio un vuelco en el corazón.
—Sí, ¿tú?
—También, ¿y cómo te llamas? — pararon de caminar cuando salieron del parque y estaban en medio del camino de concreto a acabar su charla.
—Shoto — extendió la mano para un saludo formal, justo como sus padres le habían indicado saludar a las personas que acababan de conocer. Ante ese gesto el chico peliverde ladeó su cabeza en forma de confusión pero igualmente estiró su mano para poder tocar la del niño de un ojo gris.
—Soy Izuku y gracias por acompañarme — se sonrieron un momento y después soltaron sus manos tibias y llenas de tierra.
—Está bien, no podía dejarte llorar solo así como tú no podías dejar a ese gatito sin nombre — tal vez en su inocencia creyó que decir algo como eso iba a hacer que aquel chico Izuku sonriera y se sintiera mejor pero creyó mal pues fue todo lo contrario, aquel débil corazón del pecoso volvió a estallar pero esta vez las lágrimas cayeron sobre su hombro, sobre el uniforme de primaria que tenía aun traía puesto. 

C O Q U I T O || TododekuWhere stories live. Discover now