Pero Daniel no era el único consciente del horror que los rodeaba; aunque la detective empeoraba con el correr del tiempo, el sonido bajo y manipulador que llamó el nombre del joven, hizo que toda su sangre se congelara, y sus músculos se tensaran en contra de la marcha desenfrenada de su corazón. 

       -¿Qué... está pasando?-. Preguntó entre dientes, notando como Daniel apretaba su agarre sobre ella.

        Él la observó de reojo, y meditó seriamente que responder. No había forma de que le dijera que al parecer todos lo que estaban dentro de la comandancia estaba poseídos; pues aunque en su vida había visto algo similar, no encontraba otra explicación. Por otra parte, aunque solo venía el nombre de Leo a su cabeza, tenía el presentimiento que era alguien más quien lo llamaba. Especialmente por qué dudaba que ese ángel se mostrara frente a él. 

        Estaba por responder, cuando algo hizo que se le cortara el aliento, y su ritmo cardíaco disminuyera. Esa familiar sensación se apoderó tan rápido de él, que ni siquiera le dio tiempo de pensar lo que estaba ocurriendo; y de pronto la vio. Horribles imágenes en su cabeza, desfilando a velocidad vertiginosa.  Para cuando logro distinguir lo que era verdad, y solo una visión, ya tenía en su mano el arma de la detective, y la apuntaba contra un hombre tras ellos. 

           Daniel había visto en solo un segundo lo que apenas estaba por pasar; pero eso no lo detuvo. Un oficial con las mismas características de posesión que las personas frente a ellos, se acercaba desde la parte de atrás sin buenas intenciones; y las opciones para detenerlo eran limitadas.

       -Matar o morir... ¿No es divertido?...

        Las palabras retumbaron en su cabeza, como si alguien se las dictara desde el interior. Arial esperaba poder divertirse antes de cumplir con su misión, y en el repertorio de juegos, encabezaba la lista manchar el alma del joven. Sin embargo, cuando él reacciono ante lo que no había visto, y una sonrisa se dibujó en sus labios, el despiadado ángel se vio sorprendido.

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       Damon atravesó las puertas de la oficina de un golpe, haciendo que Mirza se levantara de su silla en alerta. Que Azahín, quien era el dueño de ese lugar, estuviese en pésimas condiciones y peor aún, que tantos lo supieran, era solo una entrada para los demonios carroñeros, hambrientos de aprovechar cualquier ventaja para subir en el escalafón de posiciones.

         En cuanto la súcubo se dio cuenta de quién era, su mueca de fastidio fue imposible de disimular. Hacer de niñera en momentos así era un verdadero incordio; especialmente cuando no podía quitarse de la cabeza como estaría Violeta.

         -¿Lo encontró?-. La voz de Azahín aun delataba su gravedad, pero al menos su estado físico ya no daba tanta lástima.

        -Quiero que me digas todo lo que esa vieja bruja te dijo...-. Respondió ignorando por completo la pregunta anterior. Damon tenía un lío en la cabeza. -Y no omitas un solo detalle, o yo mismo te abriré esas heridas.

        -No habló de Violeta... no creo que sepa de ella...

      Un pequeño rechinido de dientes vibró de forma imperceptible por el aire. Aunque no preguntara directamente, eso era exactamente lo que Damon estaba pensando; y el hecho de que ella no mencionara nada de la joven, pero que delatara la verdad de Daniel, solo lo ponía peor que antes. 

      Nada, absolutamente nada, tenía sentido.

        En el momento en que dejó la universidad, había intentado seguir el rastro de Malthus; pero sus intentos habían sido totalmente inútiles, pues lo único que había logrado, era darle tres vueltas completas a la ciudad, sin el menor éxito. Solo quedó como un tonto.

ALMA ROBADAWhere stories live. Discover now