OCEANO

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PERSEY

Cada humano atesora una porción terrenal en este desestimable cuerpo celeste rodando en la infinidad espacial.

Unos escondidos en sus madrigueras...el espacio donde se sienten fuera de peligro. En sus habitaciones, bajo un árbol específico, ríos, campos...intemperie. Lugares que traen consigo recuerdos felices. En la soledad. Cobijados en los amorosos brazos de sus padres. En el cálido pecho de su pareja. Algunos sienten seguridad estando enfrascados en su mente. Otros guarecen en sus rincones como los artistas en sus buhardillas, como los bailarines en los teatros, o los políticos en sus oficinas.

Continuidad.

Caemos de bruces, tropezamos y cometemos errores inextinguibles, sin embargo, soy fiel creyente que nuestro coraje lo adquirimos tan pronto, en el preciso momento cuando las parteras auxiliaron la suma de células conformándonos. Fuimos pequeños humanos acojonados, y aun así tuvimos el valor de nacer. Somos audaces, valientes y tenemos las agallas de resucitar la mente cada mañana sin saber el rumbo de la subsistencia.

June me dijo que hay dos tipos de personas, las que se ponen tristes y las que viven tristes. Hay una gran diferencia entre ellas, pero aun así ambas personalidades apestan. Deseamos escapar del vacío existencial. No volver a encontrar la mejor versión propia. Enterramos el dolor o lo apaciguamos de maneras distintas porque cada humano es un cosmos inimitable; exclusivo y único. Hallamos la manera de lidiar con la angustia emocional lacerante, algunos refugiándose en la música porque el tiempo se detiene y consecuentemente también el dolor. Otros procuran liberarse llorando mares de lágrimas que pintan jamás vaciarse. Pero otros escriben sus emociones creando maravillosas obras de arte. En cambio, existen diversas personas dibujando en lienzos, bailando, haciendo deporte, sepultando lo malo en nosotros, lo que nuestro subconsciente nos hace creer.

No estamos rotos.

Y luego están los que sepultan el dolor introduciéndose en los libros: correteando, danzando, conociendo mundos inimaginables y personajes que se sienten más reales que las personas de carne y hueso. Estamos acompañados de seres inexistentes, pero aceptamos que a veces son nuestra única salvación.

Tumbada en el suelo veo la pintura amarilla de los alerones. Tengo las hélices tocándome la coronilla de la cabeza, con el cabello suelto atrapando migas de hogazas de pan, polvo y empapándose del té helado que he derramado por un movimiento en falso intentando cambiar de canción. Steve Early, su voz melódica tranquilizando el huracán de emociones que quisiese no sentir, que patalean desde el foso en cual pensaba que los había condenado para siempre. Vivir conlleva soportar dolor. Veo las ruedas de aterrizajes y me imagino cuantos viajes realizó en el pasado, observo las líneas marrones atravesando el fuselaje y me clavo en el alivio emergiendo de la nada.

Mi manera de sobrellevar el dolor no es acudiendo a una persona, distraerme en una cosa. Es un lugar, bajo el cuerpo metálico de un biplano amarillo.

Un biplano llamado Venus.


RILEY

─Cambia de opinión.

─Jed, estoy a mitad de una conferencia, por favor lárgate.

A punto de encender el micrófono vuelve a hablar.

─ Básicamente me está obligando a acompañarla, si vienes compartiremos las bolsas del super. Además, como no estés ahí para persuadirla comprará estúpidos calabacines. Golosinas no, colega, vegetales solamente y los más asquerosos.

─ ¿Eso es culpa mía?

Ignorándolo, pulso disparates en el teclado inalámbrico, transfiriéndolos a la pantalla táctil. Escribo un perfil referente a las formaciones de las montañas, extractando los textos de las enciclopedias deterioradas.

BÚSCAME EN VENUS (La caída de Icarus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora