DEMETER

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RILEY

A primera hora del jueves. Antes de someterme a la presión mensual devoro el desayuno improvisado sin poner objeciones. Una botella de agua pura, dos bolsas de vegetales calentados en el microondas, tres píldoras y otros cuantos comprimidos. Hurgando por un buen rato dentro del baúl de medicamentos finalmente detecto el cilindro naranja de las vitaminas que he estado buscando, tengo entendido que contribuyen a mi metabolismo energético alineándolos a los parámetros normales de un ser humano; realmente no siento un cambio radical en mi cuerpo, pese a eso, trato de seguir las indicaciones impuestas de doctores al pie de la letra. Eso dicen los genios. Después de tragarlas, me cercioro dejar el envase de los comprimidos arriba de uno de los peldaños de las escaleras con el propósito de que sea lo primero que vea Jed al despertar. He perdido la cuenta de los días en los que hemos desatendido nuestras obligaciones. Más adelante, pincho mi brazo izquierdo con una de las agujas diseñadas exclusivamente para mí, hago rápido la actividad porque las heridas cicatrizan aceleradamente y no quiero arrancarme la aguja de un tirón.

La solución corre a través de mi torrente tiñéndolas de azul, viajando a lo largo de mi sistema circulatorio y concluyendo en mi corazón, también pigmentando por unos breves segundos de azul cobalto. Mi cuerpo acepta la solución inmediatamente. Emito fosforescencia de cada poro. Soy todo droga azul. Absoluta droga.

Percibo como se me entumecen los miembros del cuerpo y los sentidos se me sosiegan. Arrellanándome medio adormilado en el sillón, los efectos secundarios provocan que espere pacientemente. Estoy sedado. Un minuto. Dos. Tres. Al cuarto mis sentidos están más agudos y alertas. El conjunto de plumas erguidas, pero calmo la ansiedad de golpe.

Subo a mi habitación y pasando al cuarto de baño observo mi silueta en el espejo entrando en un debate si cepillarme el pelo o no.

Decido que no.

Busco la maleta de mis trajes sin éxito así que decido bajar a la ayuda de Ginebra. Entro sigilosamente, ya está despierta configurando las coordenadas del edificio en el que tengo que hospedarme en menos de una hora.

─Buen día─ dejo un beso en su cabeza. ─ ¿Sabes dónde están mis trajes?

─ Recuérdame en que hotel...

Cuestiona tecleando nuevas coordenadas en su laptop.

Palms, Suite Royal Penthouse. ¿Por qué gastan tanto en una habitación? Hay unos hostales cerca del edificio a menor precio─ tomo el GPS portátil con el objetivo de colocármelo en la muñeca, establezco la dirección y suelto un suspiro─ Gin...mis trajes.

Ella parece darse cuenta de mi mirada inquieta, entonces tras un vistazo al armario posterior, apunta con la vista los altillos sobre este. Doy la vuelta, pegando un brinco localizo la maleta. Aleteo y por fin la agarro.

─Es posible que estén arrugados ¿necesitas que los planche? Tengo tiempo de sobra, Riley. Ah, tus Jordan nuevos llegarán en la Suit en cuento llames, memorízalo.

─Cuando esté en la ciudad lo haré por mi cuenta. Puedes seguir durmiendo. Regreso en dos o tres días.

─Dos o tres días, nada más.

Dirige la atención a su celular al asomarse una notificación. Con un ademán me hace saber que puedo irme y lo hago.

En mi habitación bajo las cremalleras del saco, camisa, camiseta y encajo de poco a poco las alas en ambos orificios a la altura de mis omoplatos, desdoblando los apéndices en direcciones opuestas con el objetivo de ajustarlas y evitar que la tela se rasgue por la fricción cuando me largue volando.

Ya me he cargado como diez trajes en dos años.

En la asamblea me dedico solamente a prestar atención a las primicias y a intentar no irme mentalmente a otros mundos porque que de un momento a otro los criterios racionales se convierten en debates interminables y ya no me cabe en el cuerpo la fuerte sed de irme. Además, notifico mis aprobaciones en relación a sus veredictos, también niego los que me resultan una locura y rechazo contundentemente las alternativas que a mi juicio son una aberración. Por ejemplo, que intentasen arrancarme las alas cuando tenía la tierna edad de quince años de modo que pudiesen estudiar a fondo la estructura ósea y el líquido encarcelado en los cálamos y en el raquis central de las plumas para idear hipótesis creíbles que la sociedad pudiese tragarse de un bocado sin poner en tela de juicio sus conclusiones. Sin embargo, yo no me trago sus intenciones, cuando las personas esconden algo detrás lo descubro inmediatamente.

BÚSCAME EN VENUS (La caída de Icarus)Where stories live. Discover now