Capítulo 3 - Michel

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Betty: Beatriz Pinzón Solano, Un gusto -y se dieron un apretón de manos- Su acento no me suena mucho de aquí ¿Es de otro país?

Michel: Si, yo soy de Francia, pero me vine por una colombiana y me termine enamorando de este país, vivo en Cartagena, y estoy en Bogotá por unos negocios, ¿y usted trabaja acá en Bogotá?

Betty: Ah, pues yo trabajo como asistente de presidencia en Ecomoda, ¿No sé si hayas escuchado de esa empresa?

Michel: Si, ¡claro! justamente vamos a hacer un negocio con ellos

Betty: ¡¿Enserio?! -estaba asombrada

Michel: Si, mañana precisamente tengo una reunión allá, yo manejo una cadena de restaurantes en Cartagena y también una boutique de ropa.

Betty: Ah, que chévere, será un gusto verlo mañana en la reunión. ¿Le parece si vamos por un helado?

Michel: Si claro, vamos

Betty y Michel se quedaron hablando mientras se comían el helado, hasta que llegó el momento de despedirse, pues Michel tenía una reunión muy importante.

Betty se fue a su casa y apenas llegó, aunque sus padres la estaban esperando para comer, ella estaba muy cansada y no quería comer.

Llego a su cuarto, se quitó las sandalias y comenzó a organizar todo lo que había comprado, le daba nostalgia ver su ropa vieja y todo lo que sufrió con ella, definitivamente lo que estaba viviendo era una nueva etapa en su vida. De lo cansaba que estaba se quitó la ropa que traía, se pusó una ropa más cómoda y se quedó dormida.

*A la mañana siguiente*

Era una mañana más soleada, y se veía un amanecer más lindo, había bastante luz del sol que entraba al cuarto de Betty y eso la levantó, ya era un nuevo día y aunque Betty no iba a ir a trabajar, no quería quedarse llorando todo el día en su habitación. Sus padres el día de ayer no habían dicho nada del cambio de look, pero sabía que esa mañana ese sería el tema de conversación. De repente, mientras Betty se vestía, comenzó a sonar el teléfono de la casa, su mamá contesto y era Don Armando, necesitaba con urgencia a Beatriz; doña Julia se la pasó y Betty estaba que se ponía furiosa de tan solo escucharlo y peor aún, Armando le había dicho que necesitaba que volviera a Ecomoda.

Armando: Hola Betty, ¿Cómo me le va? sé que me pidió que le diera tres días de vacaciones y de verdad discúlpeme, pero es que hoy la necesito, tenemos un negocio muy importante con una boutique de Cartagena y necesito que este ahí, además después se lo recompenso picarona.

Betty: Doctor, no creo que pueda ir, chao. -dijo secamente

Armando: Betty, ¡Betty! No me cuelgue ¿Le pasa algo? La siento no sé cómo molesta, pero por favor se lo ruego, la necesito, ¿Sí?

Betty: Mirare que puedo hacer, pero no le confirmo nada

Armando: Okay, ¡Gracias Betty! -colgó

Betty estaba que le daba un ataque de ira después de esa llamada, no quería ver nunca más a Armando Mendoza, lo detestaba, quería vengarse y matarlo, pero tenía que guardar la calma para que todo saliera perfecto. Se calmó y se puso lo mejor que compró, que era un outfit de oficina como el que traía ayer, solo que blanco.

Llamo a Andrea para que le dijera como maquillarse y siguió todas las instrucciones que le dijo, se soltó el pelo, que le complementaba muy bien el look y se puso unos aretes de oro y una cartera sutil. Había quedado tan linda, que ni ella se reconocía en el espejo.

Bajó a la cocina y se encontró con sus padres, ahí ya habían comenzado a desayunar y se quedaron mirándola por unos segundos.

Doña Julia: Ay mija, ¡usted está tan bonita! ¿Qué se hizo?

Don Hermes: Déjeme decirle de que a mí no me gusta para nada esas pintas, como estaba se veía bien -dijo regañándola

Doña Julia: Ay Hermes, no moleste a la niña, que así se ve bien linda y elegante

Don Hermes: ¡Pues no me parece!

Betty: Ay papá, no ponga problema, que a este paso llegaré tardísimo a Ecomoda, es más, me tengo que ir ya, ¡Chao, Ma! ¡Chao, Pa!

Don Hermes y Doña Julia: ¡Chao, Mija!

Doña Julia: Que mi Dios me la bendiga y le vaya muy bien -se levantó de la silla y se dirigió a Betty, que estaba en la puerta- No le haga caso a lo que le dice su papá, que se ve divina ¿oyó? -le susurro en el oído

Betty: Si, ma ¡gracias!

Betty salió y se encontró con Nicolás en el andén de la calle

Betty: ¡Nicolás! ¡Nicolás!

Nicolás aún no se había dado cuenta de quien lo estaba llamando, hasta que volteó y miró a Betty, que estaba irreconocible, por unos segundos se quedó pensando hasta que se dio cuenta que si era Betty

Nicolás: ¡Betty! ¿Al final como sigue?

Betty: Ay Nicolás, pues más o menos, estos dos días pedí unas vacaciones, pero no he podido descansar nada y ahora me toca irme ya para Ecomoda, es que no me dan ni ganas de tener que verle la cara al desgraciado de Don Armando

Nicolás: ¿Y usted que ha pensado hacer con el frentón de su jefe? después de las barbaridades que le hizo

Betty: Pues aún lo sigo pensando, pero no crea que eso se va a quedar así, los voy a hacer pagar por todo lo que me hicieron, bueno ya me tengo que ir, ¡Chao Nico!

Nicolás: Dale, Chao Betty, ¡ahorita paso por la casa!

Betty: ¡Dale!

Betty cogió un taxi y se dirigió a Ecomoda, se sentía muy mal, quería morirse en ese momento, le dolía la cabeza, el estómago, sentía náuseas, estaba muy nerviosa y ansiosa, trato de pensar que iba a decir, pero no se podía concentrar. Entonces, ya que el trayecto era un poco largo dio una pequeña siesta y casi cuando iban llegando, se levantó y se arregló unos pelos que tenía sueltos. Finalmente, había llegado a Ecomoda, sentía un nudo en la garganta gigante, le pagó al señor y se bajó del carro.

Mis Cartas de VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora