Hasta el matrimonio

2.7K 325 41
                                    

Logan

—¿Entonces no me vais a echar de casa?

—No, Logan —respondió mi padre por tercera vez mientras manejaba el volante—. No tenemos esa idea en mente.

—Solo queremos tenerte de vuelta en casa —respondió mi madre con ternura mirando hacia los asientos traseros del coche donde estaba instalado.

—Siento todo el mal que os he causado estas semanas.

—Ha sido duro —reconoció ella cogiendo la mano de mi padre que tenía sobre las marchas—. Pero ya está todo arreglado. Aunque sentimos decirte que... —Miró a mi padre en busca de ayuda.

—¿El qué? —respondí de brazos cruzados.

—No creemos que Giselle sea muy buena compañía —respondió él al fin.

—Vaya.

Abrí los ojos sorprendidos.

—Desde que te casaste con ella, ¿no crees que se te ha ido un poco de las manos? —dijo mi madre con una falsa sonrisa—. No has dejado de meterte en problemas.

—¿Y tiene que ser Giselle la culpable de todo? ¿No tengo acaso yo voluntad propia para elegir dónde meterme? Y, por cierto, ¿por qué vais tan arreglados? ¿No vamos a casa?

—Vamos a misa.

—¿Ahora?

—Sí, Giselle, dice que ahora eres creyente así que nos pareció oportuno pasarnos por la Iglesia para dar las gracias por tenerte con nosotros.

—Ah, así que odiáis a Giselle, pero no os importa hablar con ella a mis espaldas —refunfuñé todavía como un niño de siete años—. ¿Es por qué le habéis dicho algo que no ha venido a recogerme al aeropuerto?

—No, hijo, no ha ido porque no ha querido.

—Ya...

No quería creer aquello que había dicho mi padre, pero eso no evitó que me doliese.

—Para vuestra información, estoy en un proceso de transformación interior ahora mismo, para convertirme en mejor persona para Giselle. Porque hasta ahora no he sido digamos "un novio estupendo".

—Ni ella —murmuró mi madre.

—Vosotros tampoco sois perfectos.

—¿Te volverías a casar con ella? —quiso saber mi padre mientras me observaba por el espejo retrovisor.

—Sí, una y otra vez. ¿Y sabéis por qué? Porque es la mujer de mi vida.

—Pero eres muy joven... Cuando conseguimos el divorcio con tu... —no se atrevió a decirlo en alto—. Nos pareció una oportunidad para liberarte del matrimonio.

—¿Así que eso es el matrimonio? ¿Una atadura? —les pregunté mirando a uno y a otro—. Vaya, gracias por los ánimos.

—Solo somos realistas.

—Queremos lo mejor para ti.

Resoplé.

—Te apoyaremos —dijo finalmente mi madre—. Solo queríamos estar seguros.

Aparcamos a una manzana de la Iglesia. Aunque quería llegar a casa cuanto antes y pasarme a ver a Giselle, agradecí estar allí. Necesitaba ese momento. Si bien en la cárcel teníamos una capilla, no era como una Iglesia de verdad y ahora que todo había cambiado quería volver a entrar en esas paredes y dar las gracias por salir de la cárcel, por estar vivo y por Giselle.

Yo Os Declaro un (maravilloso, catastrófico y divertido) Desastre (YODE-2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora