Papi Aslan.

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El chico rubio acababa de llegar a casa, su trabajo era algo pesado últimamente. Estaban haciendo investigaciones y pruebas con un químico nuevo, así que todos los científicos de su departamento estaban locos.

Entro y le pareció muy extraño el silencio.
Eiji no era muy ruidoso, pero solía encontrarlo en la sala leyendo algún libro, no estaba.

Rápidamente sus dudas se disiparon, pues escucho a alguien bajando por las escaleras.

–Eiji, pense que no estabas, como estu- – se detuvo al ver a su Eiji con esa ropa.

Lucía unos pantalones negros de vestir y camisa blanca formal con un arnés encima, el cuero quedaba perfecto en el.

– Aslan, lo extrañé... – se acercó con tono inocente.

– Ya estoy aquí, bebé. – fue a abrazar al más bajo y beso su frente.

– ¿El trabajo estuvo bien? – siguió con esa actitud inocentona que le encantaba.

– Si, algo pesado pero bien. De hecho! Tengo que enviar algunos archivos. No hagas mucho ruido, por favor, puede que hagamos una video conferencia corta. En un momento cenamos, corazón. – fue hacía las escaleras, directamente a su estudio. Mentiría que fue indiferente a su pequeño, pero tenía trabajo, ya se lo recompensaría en un rato.

Efectivamente, la videollamada no se hizo esperar. Estaba muy cansado y quería olvidar el trabajo, pero ni modo, así era ser científico.

– No haremos pruebas en animales. Es mi última palabra. – dijo.

– Pero señor Callenreese! – exclamó uno de sus compañeros.

– No sirve de nada. Entiendanlo, los animales no son iguales a los humanos, nosotros también somos animales, sí, pero si entre nosotros somos distintos, con otro tipo de raza aún más. – explico. – Sugiero la piel artificial. Hay estudios dónde arrojan bastante buenos resultados. Está comprobado y no quiero a ningún animal dañado, ni en esta ni en ninguna investigación. – concluyó.

– Está bien... Han hablado con Richards? – cambiaron de tema.

El rubio vió a su pareja entrar por la puerta.
Este de acercó sonriendo, el computador daba a saber sobre la conferencia.
Aún así, el chico se sentó en el escritorio, detrás del computador.

Ash le dió una mirada de advertencia. Sabía que no podía meterse en su trabajo.

Este se quedó simplemente ahí sentado, acariciando sus propias piernas.
Hasta que se inclino y acomodo su bonito trasero en el elegante escritorio.
Ash saco su brazo para que la cámara no lo captase y levanto el dedo índice. Indicando que era la primera advertencia.
Su rostro era imperturbable.

Eiji sonrió y se metió debajo del escritorio.

El mayor sintió una caricia en tobillo, esta subió por su pantorrilla, hasta sus muslos.
Volteó ligeramente hacia abajo y vió a su querido chico apoyando su mejilla contra la parte interna de su muslo.
Acarició el rostro. Era algo común, cuando su pequeño quería mimos y este estaba ocupado hacía eso. O se sentaba en sus piernas o recostaba su cabeza contra ellas, arrodillado en el piso, debajo de su escritorio.

Pero su pelinegro hizo algo que no se esperaba. Comenzó a acariciar por encima de la ropa, en la zona de su miembro.
Sus bonitas manos acariciaban delicadamente el bulto.
Eso lo teleraba, se puso duro rápidamente. Hasta que el mismo chico beso sobre la tela y comenzó a desabrochar sus pantalones.

Levanto dos dedos. Segunda advertencia.

El japonés bien sabía que era bueno llegar a la tercera, se llevaría un castigo.
Aún así, siguió.

𝐀𝐬𝐡𝐄𝐢𝐣𝐢 - N̶o̶t̶ ~𝙹𝚄𝚂𝚃 𝚂𝙴𝚇~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora