Capítulo 1. La vidente

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Eran alrededor de las siete de la tarde de un sábado cualquiera. Ryan se encontraba buscando desesperadamente entre las anotaciones que había guardado del Grimorio mientras tomaba clases de adivinación con su abuela. Necesitaba algo que explicara el porqué de los desmayos de su hermana. Era la cuarta escena de la semana y en esta ocasión, había sangrado su nariz. Habían acordado parar los ejercicios hasta saber que le estaba pasando, pero las premoniciones se volvieron intensas, incontrolables e involuntarias. Cada objeto que tocaba, traía escenas a su mente y eran demasiado fuertes como para resistirlas.

     —¿Cómo te encuentras ahora?

     —Me duele mucho la cabeza Ryan, siento como si me fuera a estallar —menciona quejumbrosamente.

     —No se qué hacer. No encuentro nada que nos pueda ayudar y no se a quien llamar— lamentó el chico.

     —No te preocupes, esto solo debe ser cansan... —interrumpe su frase mientras lo observa fijamente, a la vez que sus ojos se tornan en blanco acompañados de esa sensación ya familiar de que el tiempo se hiciera más lento.

     —¿Darys? —Notó que estaba teniendo otra visión inesperada— ¡Diablos, esto tiene que parar ya! —La tomó de los hombros, a lo que ella respondió sujetando una de sus manos sin salir del trance, cuando de repente...—¿Dónde estoy? 

     En un brusco pestañear de ojos, se encontraba en un vacío donde imágenes superpuestas llegaban como flashbacks desordenados y ahí estaban, su hermana y él, sujetados de la mano, en la casa de la abuela. Apenas recordaba lo que se sentía tener una visión, pero más curioso era el hecho de que estuvieran compartiendo la misma y sin un hechizo de por medio.

     —Elena —susurró, mientras que parados en frente, podían observarla leyendo el antiguo libro que hacían perdido—, tiene el Grimorio —Ella lógicamente no podía verlos, ni escucharlos.

     —No entiendo por qué nos mentiría —comenta la vidente cuando se vuelve y su hermano percibe que su nariz está sangrando nuevamente.

     —Tenemos que volver.

     Al minuto siguiente, abrió sus ojos y se encontraban justo donde antes de la premonición. Darys yacía en la cama tendida, casi sin fuerzas y Ryan a su lado, asustado y lleno de preguntas.

     —No te preocupes que yo resolveré esto —Acomodó la sábana que la cobijaba y se dispuso a ir a la casa que hacía poco más de un año no visitaba; la casa de la abuela—. En ese libro, seguro encontraré respuestas.

     No habían pasado dos horas cuando Ryan llegó a su destino.

     Las puertas se encontraban abiertas de par como la mente de quien no tiene nada que esconder, razón por la que entró directo a su cuarto y sin previo aviso. Elena estaba acostada y su sorpresa fue tal que de un salto quedó parada justo en frente de él.

     —Pero... ¿qué manera esa...?

     —No intentes ni siquiera pensar que me envolverás con una mentira —interrumpió—. Devuelve el Grimorio, tú sabes que no te pertenece.

     —No tengo que darte explicaciones —reclamó prepotentemente—, en cualquiera de los casos, soy tan nieta como tú.

     —Has sido egoísta e imprudente, Darys está muy enferma y no sé qué hacer —explicó—. Mi última esperanza es que el Grimorio tenga algo que me pueda ayudar.

     —¿Enferma? —Su actitud paso de la soberbia a la inquietud en menos de nada— ¿Qué pasó? —preguntó mientras se quitaba un collar que llevaba escondido bajo su blusa.

El nigromante y el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora