"Veneno de amor"

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Caminaba con flores en mis manos, las había comprado para mi amada, eso me emocionaba, me hacía muy feliz; ver su linda sonrisa, sus ojitos, y escuchar su preciosa voz, me llenaba el alma por completo. Definitivamente ansiaba llegar y por fin tenerla a mi lado. 

No pasó mucho para que el camino se me hiciera tedioso, y era debido a que unas nubes negras se asomaron en el cielo, dando aviso a una fría lluvia. Pasaron los minutos y sentí como los aires fríos me causaron pequeños mareos, el ambiente me asustaba.

Escuché unos pasos acercarse y distinguí a un encapuchado aparecer detrás mío, aceleré el paso, me daba terror lo que podría pasarme, me sentía vulnerable.

Con el corazón en mano me esforzaba por dar un paso más, me incomodaban las grandes gotas, hasta que la persona me dio un empujón con algo que llevaba en sus manos, dejándome paralizada. Toqué mi abdomen al lado izquierdo y mis manos se empaparon de sangre dejándome sentir la punta del objeto. El dolor infernal no tardó en llegar, mis entrañas notaron la pérdida de sangre.

El encapuchado se dejó ver...

Era ella.

Mi gran amor.

Mi gran dolor.

En carne propia entendí lo que significaba ser una traidora.

Ella percibió lo que había hecho, y me asombré saber que no era su intención, que todo fue producto de una confusión, pero lo hecho, hecho está. Lamentablemente el cuchillo en su mano daba a entender otra cosa. Tal vez odio, tal vez venganza, tal vez defensa propia.

Dejó caer el cuchillo, ella me dejó caer; prefirió escapar y no auxiliarme.

Y todo porque en la esquina esperaba otra chica. Se fue de mi lado y llegó a su encuentro. Se dieron un cómodo abrazo que me quemaba las venas.

Me alegré que volteara a mirarme, pero solo sentí su lástima y eso me avergonzaba. Se tomaron de la mano, se sonrieron y escaparon de mí. No les importaba hacerse cargo de la "sufrida".

Me pregunté mil veces que había hecho mal mientras me retorcía de dolor. Contemplé mis flores; sus pétalos suaves, el lindo papel que las sujetaba, hasta que... en sus tallos vi que todas llevaban afiladas espinas. Mis dedos también habían sufrido aquel daño.

Comprendí que lo yo daba no era más que veneno para las dos, un gran veneno de amor. De cierta forma me merecía todo.

Ella me traicionó, aunque trató de evitar el fin de nuestra historia, no fue suficiente.

Así era como yo merecía morir, desangrada de amor. 

Mini Historias: La magia de imaginar | ©Where stories live. Discover now