Su risa se detuvo estrepitosamente cuando sintió el pulgar del mayor en sus labios, más específicamente barrer sus labios, presionándolos, quitando cada rastro de helado que había quedado en ellos.

Su respiración se cortó mientras sentía su suave piel contra sus fríos belfos. Todo se redujo a su tacto, los latidos emocionados de su corazón siendo escuchados por el mayor.

La sonrisa de Soobin apagándose, solo podía verlo atentamente.

El mayor no se tomó más de tres segundos en limpiar sus labios, sin embargo para el menor se había sentido como una infinidad de tiempo. Porque cuando estás enamorado todo ocurre en cámara lenta.

Parpadeó lentamente por el embriague del tacto y se dio cuenta que el mayor estaba ligeramente recostado hacia él, ligeramente, casi imperceptible, sus rostros un poco más cerca.

Yeonjun lamió su pulgar.

Lo lamió.

Lamió el maldito dedo que había tocado sus labios antes como si fuera normal, sin dobles intenciones, completamente inocente, solo estaba limpiándolo.

Soobin inspiró como pudo con el poco ingreso de aire que le atribuyeron sus pulmones.

Desfallecer, así se sentía.

——¿Qué?

Totalmente avergonzado y sintiéndose algo atontado, hecho un tomate, bajó la cabeza.

——N-nada hyung.

Soobin no pudo verlo, pero Yeonjun sonrió ladino por su timidez antes de decirle que ya debía llevarlo a casa.

Abrió la puerta, ingresó a la casa, cerró la puerta, se apoyó en esta, escondió su sonriente rostro entre sus frías manos y soltó el grito de emoción más agudo que alguna vez pudo

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Abrió la puerta, ingresó a la casa, cerró la puerta, se apoyó en esta, escondió su sonriente rostro entre sus frías manos y soltó el grito de emoción más agudo que alguna vez pudo.

¿Eso era ser feliz?

¿Ese sentimiento galopante en su pecho absorbiendo todo? ¿Esas maripositas? ¿Ese zoológico dentro de su maldito cuerpo?

Oh Dios santo, estaba tan feliz.

Ni siquiera había almorzado algo decente, pero ese helado de vainilla le daba la sensación de que incluso sin comer días, se seguiría sintiendo pleno.

La muestra de su felicidad desbordante se vio interrumpida al escuchar ruidos extraños en el segundo piso.

Como si estuvieran moviendo y levantando cosas, sonidos sordos provocados por el contacto con algún mueble, algunos más estridentes que otros.

Tae no salía de su habitación desde semanas atrás, solo para lo vital como comer. ¿Estaría remodelando su habitación?

Tal vez, Soobin ya le había dicho antes que los stickers de autos en esas paredes, que no habían cambiado desde que personalizaron sus habitaciones a los nueve y cinco años, ya se veían mal por el desgaste provocado por la humedad de las lluvias veraniegas.

MENTES RETORCIDAS [Yeonbin] Where stories live. Discover now