Taehyun a mi lado apagó la vela, y en ese mismo instante, mi brazo fue arrastrado con una velocidad completamente opuesta a la lentitud de las respuestas anteriores. Ninguno de los chicos lo notó, pero yo temblé como un árbol en la ventisca al ver que la respuesta a mi última pregunta fue no. Finalmente pude quitar mi mano, la miré con terror por un par de segundos, después me levanté lentamente y los cuatro subimos las escaleras con rapidez, dejando la tabla abandonada en el frío suelo del sótano.

Beomgyu seguía sin decir palabra alguna, y por un instante pensé que se desmayaría. Su mirada estaba perdida y su expresión era la de una persona sin vida. Yeonjun estaba a su lado, abrazándolo y susurrándole cosas al oído con expresión de preocupación, intentando que volviera en sí. Taehyun a mi lado cerró la puerta del sótano firmemente y miró a Beomgyu.

—No estará poseído... ¿Verdad? —me preguntó en un murmullo bastante bajo. Yo negué, sabiendo que nuestro amigo solía tener episodios de pánico y ansiedad total con más frecuencia de lo usual.

Miré al reloj para darme cuenta que aún eran las once, indicando que quedaba una hora más antes de acabar con aquel horrible día. Definitivamente prefería nuestros Halloween en el pasado, donde sólo éramos los cuatro tomando cerveza hasta olvidar nuestros nombres y después salir a romper leyes de cortesía básica.

Yeonjun llevó a Beomgyu hasta el sofá y nos pidió que buscáramos agua para darle. Taehyun fue hasta su mochila y tomó una de las botellas que había traído, pasándosela al mayor. Después de un par de segundos donde Hyung acarició el cabello de Beomgyu, él parpadeó, mirándolo sin expresión alguna.

—No me siento bien... —murmuró con voz temblorosa.

Yeonjun lo abrazó fuertemente y destapó la botella, llevándola hasta los labios del menor con suavidad e inclinándola para él. Beomgyu, sin embargo, se negó a tragar siquiera una gota del agua, cerrando su boca herméticamente y negando con la cabeza mientras empezaba a llorar. Ahí recordé los calmantes que solía tomar para esos momentos y me acerqué hasta su mochila para buscar sus medicamentos.

Nos tomó un rato convencer a Beomgyu de tomar su pastilla, pero logró calmarse al fin y Yeonjun suavemente secó sus lágrimas con sus pulgares.

—Lo siento tanto, Beommie... —su voz sonaba angustiada mientras seguía acariciando al chico con tanta delicadeza como si fuera de porcelana.

No podríamos culpar a Yeonjun, él definitivamente nunca tuvo la intención de hacer llorar así a Beom. Después de todo, si bien su ansiedad era muy frecuente, solía ocurrir más que nada en exámenes, exposiciones o eventos sociales grandes; pero Beomgyu siempre se había mostrado fuerte cuando veíamos películas de terror. Yeonjun nunca se imaginó que podría hacerlo asustar así.

—No nos podemos ir hasta mañana, Beommie. —se lamentó el mayor— Es muy tarde para conducir, así que tendremos que dormir aquí.

—Dormiré contigo. —se apresuró a decir Beomgyu con voz ronca.

—Por supuesto que sí.

—En la misma cama. Me tienes que abrazar.

—Claro que sí, Beommie. —murmuró dulcemente— ¿Quieres que tomemos un baño juntos para que te calmes?

Beomgyu asintió lentamente, con las mejillas sonrojadas. Yeonjun tuvo que ayudarlo a levantarse y subir las escaleras, pues el menor estaba sedado por las medicinas.

Taehyun y yo nos quedamos en la sala, todavía algo afectados por todo lo ocurrido. Por un segundo pensé en pedirle que durmiéramos juntos también, pero mi mejor amigo me interrumpió para decirme que tenía hambre. Ambos caminamos a la cocina con la compañía de los candelabros, y yo me recosté contra el mesón mientras él rebuscaba en la alacena.

—Hyung sólo trajo ramen... —refunfuñó.

Después de un rato más buscando, suspiró y tuvo que conformarse con comer el ramen crudo como si fueran papitas.

—De verdad este es el peor Halloween de la historia.

Taehyun siguió comiendo los fideos mientras yo lo observaba, muy intranquilo como para que mi estómago aguantara la comida. Miré a través de la ventana oscura porque un movimiento afuera pasó por el rabillo de mi ojo. Sentí como rápidamente mi sangre se congeló al ver algo que me miraba de vuelta fijamente, pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta y no pude hacer ningún ruido. Era muy oscuro para ver realmente, pero los candelabros a mi lado iluminaban un par de ojos sin pupilas, como un mar de color blanco que resplandecía de manera siniestra.

Mi mejor amigo hizo un ruido que me exaltó, logrando que girara mi mirada y olvidara temporalmente los ojos blancos. Era su bolsa de ramen en el suelo, él comenzó a quejarse de que tenía las manos muy temblorosas aún y que todo era culpa de Yeonjun. Yo tragué saliva con nervios y froté mis brazos desnudos al sentir un escalofrío.

—¿S-subimos ya? —pregunté.

Ambos tomamos los candelabros, subiendo las escaleras lentamente mientras el gimoteo de los escalones hacía que la cabaña se tornara aún más lúgubre. Una vez en el piso de arriba, Taehyun se acercó hasta la habitación donde estaban nuestros hyungs y pegó el oído a la puerta. Después de unos segundos, sintió sus respiraciones tranquilas y me avisó que ya estaban dormidos.

Yo rogué internamente porque Beomgyu no tuviese pesadillas, y después de pasar al baño a lavar mi cara, me encontré con que Taehyun ya estaba dormido en uno de los cuartos.

Quedarme con él dejó de ser una opción cuando vi que su cuerpo ocupaba toda la cama, pues todas sus extremidades estaban estiradas y no dejaban ni un pequeño espacio para mí. Me lamenté por no haber avisado antes que quería dormir con él, y, tragando saliva, tomé la manilla de la habitación de al lado.

El chillido de la puerta y el tac del reloj se sincronizaron, logrando que se me pusieran los pelos de punta y me sobresaltara en mi lugar. Dios, pensé, Odio a Yeonjun y a esta cabaña con todas las fuerzas de mi alma. Tal como había dicho Taehyun antes, la habitación podía ser usada. Cuando entré en ella por primera vez se veía completamente sucia y desordenada, pero mi mejor amigo había logrado poner sábanas limpias y sin cadáveres de nada. El aire tampoco parecía estar cargado de polvo, y cuando cerré la puerta tras de mí, me sentí ligeramente más tranquilo.

Estando solo podía escuchar con más claridad los ruidos exteriores, cosas como el viento o los búhos; deseé haber roto las reglas de Hyung y haber traído mi celular, al menos con música todo sería más llevadero. Pero ya lo hecho estaba hecho y lo único que podía hacer era resistir hasta mañana para finalmente largarnos.

Estaba haciendo más frío de lo usual, así que me acerqué a las cortinas para verificar que las ventanas estuviesen cerradas; pero para mi sorpresa, al descorrer la tela sucia, el cristal se hallaba completamente sellado, contradiciendo la corriente de aire helado que cruzaba por la habitación. Aún más raro fue notar dos huellas de manos en el vidrio, pero cuando intenté borrarlas con mi camisa, noté que fueron hechas del otro lado. Imposible, el segundo piso es muy alto como para que alguien pueda alcanzar desde afuera.

Detrás de mí algo cayó.

Y cuando me giré como un resorte, los mismos ojos blancos e hipnotizantes me estaban mirando fijamente. Por más extraño que fuera, no pude gritar o moverme por más que lo intentara; se sentía justo como una parálisis del sueño pero despierto. Lo único que logré después de pelear contra mí mismo fue sudar y cerrar los ojos con fuerza, pero sabía que ese algo seguía ahí justo al frente de mí.

Y se rió.

—Choi Soobin. —dijo, con una voz inesperadamente suave, pero tan profunda que ocasionó un pequeño eco.

Abrí mis ojos de nuevo, y tras tomar varios respiros pude armarme de valor para detallar aquella cosa. Soobin no parecía un zombie o algún espectro aterrador; más bien parecía un adolescente muy bien disfrazado para actuar en alguna película de terror. Si bien su piel era anormalmente pálida y sus orbes blancas y lisas, el resto de sus facciones pertenecían a un chico tranquilo. Su ropa, sin embargo, estaba rota, sucia y con signos de claro abuso. La sensación gélida en la habitación emanaba de él.

Sonrió ladino, y un hoyuelo se marcó sobre su mejilla izquierda.

—Te dije que el juego no había acabado, Huening Kai.

ob.sessed [ s.k ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora