Capítulo 9.- «I Did Something Bad» Taylor Swift.

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Supe que había cometido un error en el mismo momento en el que subí al coche y cerré la puerta

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Supe que había cometido un error en el mismo momento en el que subí al coche y cerré la puerta. Supe que había cometido un error cuando salí del coche y caminé a la iglesia. Supe que había cometido un error cuando dije que sí. Supe que había cometido un error en cuanto firmé. Supe que había cometido un error en cuanto lo besé. Y supe que había cometido un error en cuanto subimos al avión hacia nuestra luna de miel. 

Crucé la línea, había ido demasiado lejos, pero puta madre, se sintió tan bien.

Se sintió bien en la noche de bodas, cuando Owen me estrelló contra la pared mientras me besaba y me tocaba diciéndome "Te amo, te amo" de la única manera que podía; la física. Se sintió bien en cuanto tomamos el avión hacia París, Francia, se sintió bien en cuanto noté el sabor del dinero y del lujo. Se sintió bien en cuanto llegamos al hotel. Me puse a llorar de felicidad, gemí y jadeé y fingí placer mientras veía la torre Eiffel por el ventanal, se sintió bien en cuanto Owen me dio mis tarjetas de crédito, se sintió bien ver mi nombre en ellas, se sintió bien cuando gasté tanto y ni siquiera vi el precio de nada, se sintió bien cuando paseé por las tiendas y nadie me miró como si yo no perteneciera ahí. Yo pertenecía, yo poseía. Y Owen seguramente se sintió mejor que yo, porque yo le pertenecía, él me poseía.

—Ese vestido enseña mucho— me decía y yo le sonreía traviesa, acariciando el vestido—Promete que sólo lo usarás para mí.

—Nunca prometería algo así— pestañeé y él asintió divertido.

—Eres una bruja, me encantas con tus ojos, podrías obligarme a hacer lo que quieras, Bombón.

Le sonreí y él a mí. Y me compró el vestido, y otros cinco pares de zapatos, y más bolsos, y abrigos. Nunca me sentí tan feliz, el mundo sí que era mío. Nunca tendría que preocuparme por nada más en el aspecto económico. Nunca más, me dije, nunca más tendría que tener hambre, nunca más aceptaría caricias de chicos como Linguini a cambio de comer. Nunca más robaría para comer. Nunca más.

Ya no recordaba cómo es que iba a arrepentirme de esa dicha, de ese absoluto placer de tenerlo todo, y me sentí un poco culpable por siquiera rozar mis manos con Demian, a punto de dejar a Owen en el altar, pero me nublé, me vi débil de corazón;  Demian era como una neblina que había entrado a mi cabeza y me había hechizado con palabras y promesas que nunca vería cumplidas. Owen era el elegido, Owen era el amor de mi vida, él me proveería de lo que deseara, no necesitaba nada más. Ni a nadie más. 

ESTÁBAMOS CONDENADOSWhere stories live. Discover now