#5

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Cuando Marinette despertó, lo primero que notó es que el mundo brillaba demasiado. Eso, sumado al martillante dolor de cabeza y la sensación de malestar generalizada que la hacía sentir como si hubiera sido golpeada por un camión (sí, ya le había pasado, así que podía comparar la experiencia) hizo que, lo primero que viniera a su mente, fuera la idea de que había sido atacada por un Akuma.

Unos segundos después, imágenes borrosas de la noche anterior comenzaron a inundar su mente, y sus únicas dos neuronas disponibles hicieron las conexiones necesarias para ayudarla a comprender la situación: Estaba cruda.

La idea de seguir durmiendo, incluso si la superficie sobre la que estaba acostada era inusualmente dura y algo había algo aplastando (no demasiado) la mitad de su cuerpo, era demasiado tentadora. Una parte de su cerebro trataba de gritar que debía estar despierta por muchas razones, pero la bruma del sueño la ahogaba. Ahora solo quería dormir un poco más, seguir disfrutando de esos recuerdos, tal vez ficticios (pero inusualmente sólidos), de ella y Adrien besándose en el agua.

Entonces, sintió que lo que sea que estuviera sobre ella, se removía y ajustaba el agarre a su cintura.

Abrió los ojos, encontrándose con una superficie blanca y lisa. Luego, giró el rostro con dificultad, encontrándose con una mata de cabello rubio bastante conocida.

Su grito despertó a Adrien Agreste. Y probablemente también a medio hotel.

—¿Qué pasa, Marinette? ¿Estás bien?— Se apresuró a preguntar el rubio. Todo rastro de sueño se había esfumado de inmediato.

La chica no contestó. Flashbacks de todo lo que había hecho durante la noche comenzaron inundar su mente. Las últimas partes eran bastante borrosas, pero recordaba haberse besado con Adrien en la alberca, que un guardia de seguridad apareció a regañarlos, y sin la protección de Chloè, no tuvieron más opción que mover la fiesta a una de las habitaciones, todos en ropa interior. Luego, había bebido aún más directo de una botella de tequila, había vuelto a besarse con Adrien, se habían encerrado en el baño, dónde las cosas habían comenzado a ponerse muy calientes y después... Todo estaba en blanco.

—¿Adrien?— Preguntó, con voz temblorosa.

—¿Sí?— Respondió el aludido, un poco más fuerte de lo necesario. El grito le había dejado el oído izquierdo zumbando.

—Anoche... ¿Hicimos?..— Marinette no fue capaz de completar la frase. Afortunadamente, Adrien había desarrollado la extremadamente útil habilidad de traducir sus balbuceos a algo comprensible para el ser humano.

—¡No! Bueno, casi... Íbamos a, pero dijiste que te sentías mal, comenzaste s vomitar y luego te desmayaste. Estaba muy borracho y no supe que hacer, así que te metí a la bañera. Perdón por eso.

Ahora sí, Marinette quería que se la tragara la tierra. Esa era, oficialmente, la auto-humillación más grande en su lista de auto-humillaciones frente a Adrien Agreste. Justo cuando creía que había alcanzado un límite.

—¿Adrien?

—¿Sí?

—Por favor, golpéame con una roca y acaba con mi miseria. 

—¿Qué? ¡No! ¡No digas esas cosas!— El pobre muchacho estaba muy confundido. La noche anterior Marinette no solo lo había besado hasta caer noqueada, también le había dicho (entre arcadas) lo mucho que lo quería. Y ahora... ¿Lo odiaba?

Sí, la mente de Adrien había tomado giros muy extraños y radicales. Ya saben, cosas de niños con traumas.

—Lo siento. Sé que haberte besado estando ebria me hace una horrible persona, y entiendo si quieres...— Ya había comenzado a disculparse, creyendo genuinamente sus palabras (ignorando el hecho de que él también había estado horrorosamente ebrio). Afortunadamente, Marinette, notando su aflicción, decidió sacar a flote su Ladybug de emergencias y lo interrumpió antes de que pudiera formarse un mayor malentendido.

—¡No, no, no! Nunca me arrepentiría de besarte, no soy tan idiota. ¿Pero vomitar frente a tí? Soy una vergüenza.

—Entonces... ¿No me odias?

—No, no te odio. ¿Podrías no hablar tan fuerte? Me duele la cabeza.

—Lo siento, lo siento.— Esta vez, el rubio estaba susurrando.— Y sobre lo que dijiste anoche... ¿Es cierto?

"Ay, no", pensó Marinette.

—¿Qué dije?— Honestamente, no estaba segura de querer saberlo, pero quedarse con la duda sería peor.

—Que te gusto desde los trece. Y que ahora soy tu novio.

Por segunda vez en esa mañana, la chica descubrió que siempre se puede ir más lejos, pues cinco segundos antes no hubiera creído poder ponerse más roja. Adrien interpretó (correctamente) su silencio como una afirmación.

—¿Por qué no lo dijiste antes?

—Miedo, supongo. Lo intenté, pero siempre me acordaba a último momento.— Logró murmurar.

Adrien lo meditó por unos minutos. ¿Cómo hubiera reaccionado ante una confesión de Marinette? Posiblemente, en otras circunstancias, la hubiera rechazado amablemente, pues solo la veía como a una amiga. Pero a veces, besarte con alguien en medio de una borrachera destructiva te hace descubrir cosas. Como el hecho de que tu "buena amiga" te gusta más que como una amiga.

A veces, lo mejor es adaptarte al curso de las cosas, por más extraño que sea. Eso es algo que había aprendido como superhéroe, pero que también aplicaba en su vida civil.

—¿Entonces estás bien con esto de ser novios?

Marinette.exe dejó de funcionar por un par de minutos. Adrien esperó pacientemente.

—¡Claro que sí!

Tal vez hubiera sido un momento bastante emotivo, de no ser por la puerta del baño abriéndose violentamente, la maraña de prendas siendo arrojadas en su dirección, el estruendo de la puerta al ser cerrada nuevamente, y la voz de Alya gritando.

—¡Ya está el desayuno! ¡Vístanse!

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Marinette hizo un esfuerzo por verse... No tan acabada. Después de un silencio desayuno (casi todos estaban sufriendo una horrible resaca) y una ducha con agua caliente, la franco-china volvió a sentirse medianamente humana otra vez.

A eso de medio día, todos comenzaron a volver a sus propias casas, exceptuando a Sabrina, por supuesto.

Marinette se dirigía al auto de Alya, preparándose mentalmente para la agresiva ronda de preguntas que se avecinaba, cuando Adrien (su cerebro aún no lograba procesar el hecho de que ahora eran novios) la detuvo.

—¡Casi lo olvido! ¿A qué hora quieres que pase por ti?

—¿Pasar por mí?— El cerebro de Marinette estaba funcionando a un 10% de su capacidad habitual.

—Para la fiesta. Iremos juntos, ¿no?

—¿A las siete?— Logró responder en voz bajita.

—Perfecto.— Contestó el rubio, con una enorme sonrisa. —Nos vemos a las ocho.— Y luego, acariciando su mejilla, le dio un beso fugaz en los labios antes de dirigirse a su propio auto. 

Alya tuvo que llamarla nueve veces antes de que reaccionara.

*
*
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Después de mucha agua, un buen analgésico y una pequeña siesta, Marinette estaba como nueva. Para las 6:40, cuando terminó de arreglarse, se veía radiante.

El vestido, de un encantador rosa pastel, era uno de sus mejores trabajos hasta el momento. El cabello recogido en un moño elevado le brindaba cierto aire de elegancia juvenil, y el ligero maquillaje (cortesía de su mamá) resaltaba la belleza natural de su rostro.

Cuando, a las siete en punto, Adrien pasó a recogerla, se sintió el joven más afortunado de París.

Esa noche, sin alcohol de por medio, bailaron hasta que les dolieron los pies. Igual que muchas noches más a partir de entonces: Finalmente, el universo los diseñó para eso... Para encontrar la felicidad en el caos.

Fin :)

Nota: Markov grabó todo. Nadie lo sabe.

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