Capítulo 3.

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Kagome.

Un demonio nos atrapó, y yo de tonta dejé olvidado mi arco y mis flechas en la casa de la anciana Kaede, genial.

- ¿Ahora cómo saldremos? -se quejó Sango al ver que los intentos de herirlo eran inútiles.

- No lo sé. Es que yo puedo asesinar a InuYasha, se va cuando más lo necesitamos.

No pude evitar molestarme al pensar que InuYasha ya hubiera acabado con todos los demonios de una sola agitada con su espada, pero es tan terco que quiere volver a Colmillo de Acero más fuerte.
Como si no estuviera al límite. Pensé.

Una luz me distrajo. Lena se encontraba a punto de lanzar una flecha, y por el brillo que podía ver en ella, era una flecha sagrada.

La flecha diò con el demonio, y terminó purificándolo y haciéndolo desaparecer. Sango, Miroku y yo caímos al suelo mientras Lena se acercaba a nosotros.

- ¿Se encuentran bien? -preguntó.

- Tu flecha, ¿acaso eres una sacerdoti...

- Cuidado.

Advirtió y lanzó otra flecha sagrada atrás de nosotros. Sango buscó su Hirakotsu mientras que el Monje Miroku lanzaba un par de pergaminos a aquellos que se nos acercaban.

- Son demasiados, no podemos con tantos.

Miroku se encontraba preocupado, de hecho todos, menos Lena al parecer. Su mirada no expresaba ninguna emoción, era estoica. Al lanzar las flechas lo hacía con una fluidez, como si tuviera años de lanzar flechas hacia demonios. Con ello, pude notar que era valiente, pero aún seguía impresionada por el hecho de que tiene poderes espitituales.

- ¡Kaze no kizu! -un grito me sacó de mis pensamientos.

¡Aleluya! Por fin ha llegado.

Con solo agitar su espada una vez logró acabar con todos los demonios que nos acorralaban. Corrió hacia nostros.

- ¿Están bien? -preguntó.

- ¡Por poco y nos matan! -le grité- ¿En dónde estabas?

InuYasha gruñó y viró sus ojos.

- No me molestes, y estaba donde Totosai, ¿no te lo dije?

Sentía como mi ojo izquierdo empezaba a temblar. InuYasha al darse cuenta se asustó.

- No te enojes, tranquila -intentó calmarme nervioso y me abrazó.

Al separarme de él, me di cuenta de que Lena caminaba hacia la casa de Kaede sin decir nada.

- ¡Ehh! -gritó InuYasha. - ¿Y tú quién eres?

Lena volteó su cara, y luego siguió con su camino.

- Me ha ignorado, ¿quién se cree que...

- No la molestes -le interrumpí. - Ha llegado por el pozo, y al parecer tiene poderes espirituales. Agarró mi arco y mis flechas y empezó a matar demonios como si nada, lo hizo con una confianza y habilidad impresionante -le comenté, pero InuYasha ya había ido detrás de ella y seguro no había escuchado nada. Mi sangre ardió de la furia y le seguí enojada.

Lena.

- ¿Y tú quién eres?

El chico con orejas de perro entró a la cabaña y me habló con tono arrogante. Seguido de él entraron Sango y Miroku, de último Kagome la cual se notaba enojada.

- Lena.

- Deberías agradecerme, mocosa malcriada. Yo he sido quien te salvó -comentó molesto.

La Luna Dorada (Sesshomaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora