PEVENSIE

I.

Edmund Pevensie.

Un chico testarudo y un tanto; como decirlo, un tanto impulsivo.

Llevaba semanas preparándose mentalmente para ir a enlistarse al ejército, sabía que tenía lo necesario para liderar un escuadrón y llevarlo a la victoria en la guerra. Hace unos días había tomado la identificación de su tía Alberta "prestada" para lograr su cometido.

- ¡Edmund, vamos! – el grito de su hermana lo había sacado de su burbuja, tomó su abrigo, su boina y su identificación falsa para bajar las escaleras corriendo y encontrándose con Lucy en el marco de la puerta. Caminaron hasta llegar al centro de la ciudad. -Debo comprar algunas cosas para la comida Ed.

Ella lo miró esperando respuesta, pero al ver que su hermano estaba distraído mirando una pancarta del ejercito rodo los ojos y se alejó para realizar la despensa. Últimamente su hermano estaba obsesionado con el servicio militar y eso la preocupaba; sabía que tenía las aptitudes para ser un buen soldado, pero tenía miedo de que algo malo le sucediera dentro del combate. Suspiro rendida y siguió su camino.

Por otro lado, el chico Pevensie se encontraba esperando su turno para llenar la solicitud de ingreso al ejército, miraba la identificación de su tía y rogaba a Dios para que no fuera descubierta su mentira.

Levantó la mirada y se encontró con quien había sido su primer amor.

T/N Barone.

Era bonita, claro que lo era, era inteligente también y su sonrisa podía iluminar cualquier lugar, no era del todo delgada, su cuerpo era algo llenito. Recordó las veces en las que trató de defenderla por las burlas que recibía hacia su cuerpo, pero nunca lo logró por que sus hermanos mayores lo detenían, argumentando que debía mantenerse al margen.

Fueron muy pocas veces las que cruzaron palabras, pero recordaba con detalle cada una de ellas.

Sus miradas se cruzaron y su pulso se aceleró cuando ella le regaló una sonrisa, la cual correspondió al instante, sus ojos se abrieron y se removió un tanto nervioso al ver que ella caminaba hacia donde se encontraba.

Cuando estaba lo suficientemente cerca se dio cuenta de que no venía sola, su madrastra y un sargento la acompañaban. El encargado de las inscripciones se levantó y se cuadró ante el otro militar.

-Lamento mucho su perdida señorita Barone- se dirigió a T/N, ella sólo asintió.

-Es una lástima- habló la madrastra de T/N- Pero así es la vida ¿no?

Los militares solo asintieron un tanto confundidos por la actitud indiferente de la viuda y T/N rodó los ojos fastidiada.

No era un secreto que la madrastra de T/N se había casado con el general Barone por interés, ya que la fortuna que este poseía era demasiado grande. La mujer y el militar reanudaron su recorrido, pero la chica se había quedado frente al azabache.