2. Recuerdos en Cada Rincon

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Sin poder volver a conciliar el sueño de nuevo, decidí que era hora de levantarme de la cama pues el amanecer se aproximaba.

Un escalofrío recorrío mi espalda cuando mis pies estuvieron en contacto con el frío suelo. Camine hacia la gran ventana que estaba al lado izquierdo de mi habitación, recorrí la gruesa cortina negra para poder apreciar el panorama que ahora era adornado con los primeros rayos de sol del día.

No me consideraba una persona sentimental pero aquel amanecer había hecho que mi corazón diera un vuelco. No era su innegable y excepcional belleza sino la simple idea de que ese podría ser el ultimo que vería por el resto de mi vida.

Apartando la vista del cielo pensé en volver a la cama y disfrutar de las contadas horas de libertad que me quedaban, pero no servía de nada atrasar lo inevitable. Me dirigí al baño, me despoje de mi ropa y me di un vistazo en el espejo, no podía creer que esa cara demacrada por el cansancio fuese mía.

Me pregunto si es posible sentir lastima por uno mismo, la respuesta es obvia.

Abrí el grifo, espere a que se calentara el agua para introducirme en la bañera después, dejando que el agua tibia recorriera cada rincón de mi piel.

Después de unos minutos salí del baño y me dirigí a mi habitación para vestirme con un traje completamente negro, que aunque no me disgustaba; me parecía patético no encontrar otro estilo en mi guarda ropa.

Al salir de mi habitación, me tope con mas de una docena de elfos domésticos que se dirigían hacia la planta baja acompañados de agentes que había enviado el Ministerio cuya misión era re-re-ubicar a todos los sirvientes de la casa a un lugar que si cumpliera con "El Protocolo de Cuidado de Elfos Domésticos" impuesto después de la guerra.

Vaya mierda! el ministerio pensaba que la posibilidad de ir a Azkaban me tenia sin cuidado y que lo único que me preocupaba era el piso limpio y que alguien estuviera presente si me quedaba sin papel higiénico sentado en el retrete. Ja.

Baje las escaleras hasta llegar a la lúgubre sala, en la que solo estaba mi madre con la mirada perdida en el gran retrato familiar que adornaba la gran pared central. Pude notar la tristeza en su rostro, sus manos temblaban levemente y el vestido negro que portaba la hacia ver más pálida de lo normal.

Aparto su mirada del lienzo para posarla en mis ojos, se acerco a mi tan despacio que parecía flotar, extendió sus manos hacia mi, tomando mi rostro entre ellas.

-Todo va estar bien ¿de acuerdo? -dijo de tal forma que me hizo creer que hablaba más para ella misma, pero aun así asentí.

Me regalo una leve sonrisa y me abrazó como solo una madre puede, me aferre a ella como si se tratara de un niño pequeño que teme a la lluvia o como un chico de diecisiete años teme a la muerte.

Una voz detrás de mi interrumpió el abrazó. Se trataba de nuestro abogado Antonius Fletcher. Un delgado señor de cabellos castaños y mirada inquisidora.

-Es hora de irnos señora Malfoy -murmuro en tono seco.

Mi madre asintió y tomándonos a ambos por el brazo nos desaparecimos de la mansión.

Vulnera Sanentum |Dramione|Where stories live. Discover now