—Resiste hasta esta noche, Gyu. —le murmuré con cariño— Nos iremos mañana temprano, ya veré cómo convencer a Hyung.

Ojalá hubiese sabido que esa promesa nunca se cumpliría.

Las horas pasaron tan lento que varias veces me pregunté si acaso el reloj estaba descompuesto. Cada minuto parecía durar más de lo usual, y sin darme cuenta estuve sentado en la alfombra mirando las agujas durante casi dos horas.

Taehyun me tocó suavemente al hombro y se sentó a mi lado.

—La próxima vez no dejemos que Hyung decida los planes de Halloween. —me dijo. En su tono se notaba el mismo aburrimiento implacable que tenía yo.

Me reí, asintiendo para darle la razón. Después él estiro su mano izquierda, la que contenía nuestro anillo, y lo observó una y otra vez acariciándolo con un dedo. Yo sonreí, levantando mi mano y tomando la suya para juntar nuestros anillos. Que yo hiciera eso lo hacía feliz al punto de humedecer sus ojos.

Siempre me sentí tan agradecido por Taehyun.

—Apenas salgamos de aquí te llevaré por pizzas. —prometió con nuestras manos aún entrelazadas.

Sin saber nuestro destino, yo sólo le seguí la corriente, y comenzamos a hablar sobre nuestros planes en el futuro próximo. Beomgyu seguía opaco con su vista perdida en la moldura vieja y rota. En todos sus gestos se veía el sopor de su enfermedad, y me tuve que contener en varias oportunidades de levantarme y abrazarlo.

Yeonjun no había querido salir del sótano desde que hizo su corto viaje al baño. Llevaba varias horas metido ahí y ninguno de nosotros quiso molestarlo, así que nos dedicamos a escuchar el eco de sus pasos y la forma en la que revolvía entre los trastes viejos.

Taehyun y yo vimos pasar otra hora en el reloj con nuestras manos entrelazadas.

Ya el sol comenzaba a ponerse cuando nuestro Hyung finalmente subió por las escaleras viejas. Se veía especialmente emocionado cuando nos mostró un tocadiscos viejo y un par de vinilos. Me cuestioné inmediatamente si podría servir después de tantos años de desuso y olvido, pero Yeonjun me sorprendió al decir que lo había reparado y que estaba en relativamente buenas condiciones.

Enseguida lo dejó en la mesa de centro de la sala, colocando uno de los vinilos con delicadeza innecesaria ya que estos estaban bastante rayados. Cuando la lúgubre música vieja inundó el ambiente, Beomgyu se echó a llorar de nuevo.

—¡Quítalo, quítalo!

El mayor pegó un salto, de inmediato parando la música, aunque con gesto decepcionado. Beomgyu siguió llorando con intensidad y desde el piso vi que sus músculos se contraían cuando él temblaba de miedo. Yeonjun se levantó y se acercó hasta él, envolviéndolo en un abrazo suave y dejando pequeñas caricias en su cabello para intentar calmarlo. El chico tardó varios minutos en controlar su respiración, jadeando agitadamente.

—Deberíamos irnos ya, Hyung. —dijo Taehyun seriamente, después de observar en silencio el ataque de pánico de Beommie.

La cara de Beomgyu tenía una palidez marmórea impresionante. Sus nudillos se estaban aferrando con tanta fuerza a su crucifijo que cuando lo soltó, un pequeño hilito de sangre emanó de su palma donde la cruz se había clavado. Yeonjun lo miró sin decir nada.

—Prometo que nos iremos después de esta noche.

Taehyun giró sus ojos, sabiendo que eso era lo máximo a lo que Yeonjun aceptaría. Después de todo, ha estado planeando esto con mucha anticipación, y para ser sinceros, yo también estaba algo nervioso y afanoso por saber su plan.

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