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— ¿Dónde está mi papá? — preguntó nuevamente a Jhon con lágrimas en los ojos.

—Yo soy tu papá. —gritó Jhon, furioso.

—No, —sollozó ella. —vos no sos mi papá.

—Tu papá no te quiere, él te abandonó.

—No, vos me sacaste del hospital.

El hombre se puso de pie alterado y le dio una bofetada. Ella cayó al suelo llorando aún más.

—Nunca vuelvas a decir eso.

Catherina se despertó con lágrimas en los ojos, se deshizo de los brazos de Pett y caminó hacia la sala, donde estaba Zayn. Él estaba sentado en su escritorio, corrigiendo unos exámenes y tenía un café frío al lado. Dividía los pilones en dos, buenos y desastrosos. Había empezado a garabatear las preguntas del recuperatorio cuando escuchó la puerta. Volteo, encontrándosela con el rostro bañado en lágrimas y las manos temblorosas. Ella no lloraba con regularidad, o no dejaban que la vieran y eso lo asustó más, porque entonces algo muy malo había pasado.

— ¿Catherina?

La chica se acercó rápidamente, para refugiarse en los brazos de él. Zayn la tomó, asustado, y besó su mejilla una y otra vez.

— ¿Qué pasó, mi amor?

—Jhon me sacó del hospital. Jhon no era mi papá, él me sacó del hospital hace diez años. Me acuerdo. Él... Él... Yo no entré con él a ese hospital.

Zayn abrió su boca para decir algo, pero las palabras no salían. Sabía que tenía sus dudas, que a veces recordaba cosas que no sabía cómo habían llegado ahí, que tenía una lista, pero siempre lo había asociado más a un deseo de apartarse de Jhon que de una realidad. La abrazó con fuerza, si lo que ella decía era cierto, su familia podría pensar que ella había desaparecido, incluso que había muerto.

—Mi papá tenía los ojos azules, le gustaban las zanahorias, me decía princesa, no le gustaban las tormentas, le gustaba jugar video juegos con su amigo de rulos, su amigo tenía los ojos verdes, su amigo... se llama Harry. —susurró ella y se sorprendió ante las tres últimas palabras. —Su amigo se llama Harry. Harry.

...

—Pett. —llamó. —Ya llegó la profesora nueva.

Su amigo levantó su cabeza del banco y se sentó derecho. Rodeó a su amiga por los hombros y guardo silencio. La mujer que había entrado al salón parecía nerviosa, pero era linda. Cuando un profesor entra en una clase de secundaria y se le notan los nervios, claramente puede ser un foco para alumnos chistosos, molestos o que, simplemente, quieren perder hora de clase. Sin embargo, el atractivo funciona como contrapunto.

—Buenos días a todos. Soy su nueva profesora de Historia del siglo XX. Mi nombre es Gemma Styles y espero que tengamos un buen año de trabajo.

—Styles, —susurró Cathe. — ¿Por qué me suena?

Gemma posó sus ojos en el último banco. Eran los chicos del día anterior. El colorado rodeaba a la chica con el brazo, casi como si fuera una forma de vida. Pensó que, quizás, eran familia o pareja. Lo parecían. Ella la miró con unos enormes ojos del más intenso de los azules y rápidamente aparto la vista. Los segundos de silencio habían sido tomados por los alumnos como señal de que la profe era la más nueva de las nuevas y, por suerte para ella, una de las alumnas de la primera fila decidió presentarse y darle la bienvenida en nombre de todo el curso, como invitándola de ese modo, a hablar. La clase comenzó y terminó a una velocidad magistral. Todos salieron del salón y los últimos fueron Sophie y Pett.

—Cathe, necesito que me ayudes en matemática.

Gemma se quedó paralizada. ¿Cathe? Automáticamente envió un mensaje a su hermano.

Sophie Smith, la chica de ayer, acaba de ser llamada Cathe por el chico pelirrojo. Tiene dieciséis años y unos inmensos ojos azules— G.

Pett se quedó en gimnasia y Cathe partió rumbo a su casa. Al final de la cuadra diviso a un hombre alto y corpulento, de cabellos negros, que la miraba con odio. Quiso huir, pero ya era tarde. Sus pies no lograron moverse con la velocidad necesaria para evitar su agarre. Jhon la tomó por el brazo con fuerza y ella miró hacia todos lados en busca de ayuda. Pero no la encontró.

— ¿Así que la vecinita era tu cómplice? Ya vas a ver.

— ¡No! —gritó. —No, por favor. —intentó soltarse, pero él la agarraba con fuerza y ella era demasiado menuda como para hacerle frente. —No me hagas nada, yo no fui, yo no los llamé. Dejame ir.

—Sos mi hija.

— ¡No! ¡Me robaste del hospital! ¡No soy nada tuyo! ¡Nada!

Cayó al piso de golpe y, sin mirar atrás, comenzó a correr tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Entró al instituto y chocó con Zayn. Él la rodeó rápidamente con sus brazos para evitar que se cayera.

—Tenemos que ir a casa. —fue lo único que pudo susurrar.

Mi angelWhere stories live. Discover now