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Según iba bajando hacia mis partes íntimas, más abría yo las piernas, lista para recibir a su lengua. Cuando llegó al monte de Venus, colocó una de mis piernas sobre su hombro y metió la lengua entre mis labios.

De una manera casi metódica, exploró cada rincón con su lengua y luego subió hasta mi clítoris. Ya no podía más. Le quería dentro de mí ya mismo.

Mis gemidos y la curvatura de la parte inferior de mi cuerpo para acercar mi sexo al suyo deberían ser indicaciones suficientes. Sasha se puso de pie sin dejar de darme mordisquitos.

Apenas unos segundos después, observé que se había puesto un condón. Pero, ¿cuándo y cómo lo había hecho? Era increíble.

Me tiró del pelo hacia atrás, como había hecho la primera vez contra el coche, y me besó de una forma casi salvaje.

Luego me levantó del suelo como si fuera una pluma con sus poderosos brazos. Pasé mis piernas alrededor de su cintura y entró en mí con tal fuerza que me quedé sin respiración. Grité. Entre el dolor y el placer, mi vagina parecía a punto de explotar e irradiaba hasta lo más profundo de mis entrañas.

Perdía el aliento cada vez que me penetraba y solo podía hundir las uñas en sus hombros. El placer se apoderó de mí en oleadas cada vez más frecuentes, al poco ya no me podía controlar y disfruté dejando escapar un largo gemido. Jamás me había sentido así. Me había quedado sin fuerzas, estaba agotada, exhausta. Sacha me posó suavemente en el suelo. Me temblaban las piernas, pero me las arreglé para permanecer de pie.

ATRAPADA.Where stories live. Discover now