1/

232 24 17
                                    

Obito limpia sus nombres con cuidado, como si tuviera miedo de romper la lápida con el más mínimo toque pero mientras los limpia siente que la mano de su abuela le ayuda, es una sensación cálida de algo tomando su mano, una mano arrugada, pequeña, manchada, callosa y áspera pero a la vez es tan suave y reconfortante que no quiere dejarla ir. Es un toque no quiere soltar, diferente a cualquier otro pues muestra un gigantesco cariño que es solo para él...

Tras limpiar con cariño la tumba, Obito se sienta en el suelo antes de la tumba de forma de chino y comienza a hablar; saluda alegre, dice cómo estuvo su día, las peleas que tuvo con Kakashi, cuando Minato le felicito por algo, le cuenta sobre Rin y como no quiere amarla, sabe que "ni me corresponderá", piensa.

Sonríe, pensando su abuela obligándolo a hacer las cosas bien, a limpiar su cuarto, regañándolo por ser tan descuidado y actuar antes de pensar pero igual en aquel plato de comida en su mesa cada que tiene hambre, en aquella fruta que le ofreció y como siempre se la daba partida en 2, la más grande para él y la otra para ella.

Le habla de los ancianos que ayudo, como aquel gato negro (que nombró Kuroko) quien lo visita en tardes cuando tiene hambre, como aquel animal llevo a un perro blanco a su puerta (Nigen), le dice que comió, si ha hecho algún tipo de "postre", promete dormir temprano, que hace su cama cada mañana, lavar los trastes aunque no le gusta, como trapea cada semana con aquel feo aromatizante que le gustaba a la mayor, trata de comer en casa, sigue ayudando a los mayores que muchos ignoran.

Le cuenta sobre aquella vez que, por accidente, fue niñera y como ahora un par de niños le siguen.

Imagina el rostro de su abuela, riendo con él sobre lo que le pasa, pidiendo que explique mejor todo, preguntando porque le paso eso y regalándolo por aceptar tanto dulce o mimar a esos niños cuando el igual lo es aunque un poco mayor.

Cómo ha mejorado en sus técnicas... le promete contar todo lo que pasará cuando tenga el Sharingan. Cree sentir que el aire lo abraza, como si estuviera alentándolo a lograrlo, confiando en él pero al mismo tiempo le pide no sobre esforzarse pues teme no poder cuidarlo. "Me pide hacer las cosas con cuidado, sin importar si me tardo más o lo hago lento, me pide ir a mi ritmo y no preocuparme por lo que digan los demás, nadie debe tener voz o voto en mi".

Horas antes que se oculte el sol, saca una libreta vieja, repleta de papeles sobresalientes que arrancó de otras libretas o papel de baño, forrada de un tono morado con azul aunque está maltratada.

Lee lo que tiene, pide su opinión y calla, esperando una respuesta que nunca llegará, lo sabe pero sonríe, sonríe mientras lágrimas recorren sus mejillas, su voz se quiebra, apenas puede entender lo que puso por voz temblorosa y algunas de esas traicioneras lágrimas que les permite correr libremente por su cara decide caer en la libreta, provocando que se corra la tinta... 

Le quiere prometer mejorar pero no se permite mentir, así que calma por horas el contenido de aquella libreta, sin pensar hacer algo más que ver el nombre en la lapida frente a él, llega a acariciar el nombre como si fuera la mano de su abuela, con el mismo cuidado y anhelo que siente... 

Una vez que son las 9 de la noche, ya no hay nadie en el panteón. Se permite gritar, no aguanta más y expresa aquellos pensamientos egoístas, le suplica al cielo que le regrese a su abuela, pide de corazón que esté soñando, que todo sea una mentira y mañana despierte a las 8, vaya al cuarto de la mayor, despertarla con cuidado, al ver qué no le hace caso meterse a su cama, abrazar a su abuela o molestarla con algo... Estar acostados hasta que alguno tenga hambre o él tenga que ir a una misión temprano, poner el agua para té o leche a calentar, ayudarle a su abuela a picar las cosas mientras cocina, que hablen sobre algún sueño que tuvieron, que le pida algún consejo, escuchar las historias sobre sus bisabuelos, sus padres, algunos Uchihas o sobre la vida de la mayor, que puedan comer juntos y seguir hablando, recordando, que saque aquellos álbumes de foto que tanta pereza le da verlos y le expliqué por enésima vez que hacen en estas, quienes son, porque estaban ahí, ver aquella sonrisa nostálgica en la mayor por el papel y él, aunque aburrido no pueda callarla por el brillo en sus ojos, la alegría en su voz y aquellos gestos que pese a saber la historia de memoria le hacen imposible no imaginarse lo que paso...

Hoy noWhere stories live. Discover now