☆Un destello☆

211 33 1
                                    

• ₊°✧︡˗ˏˋ☆ˎˊ˗ 🕯

–¿Sabes? Mi mamá solía contarme una historia sobre La Gioconda cuando era niño–Ambos detuvieron su lento caminar justo enfrente de el cuadro nombrado por el de cresta roja.

Ahí se encontraban, luego de semanas de convivencia juntos, paseos y salidas, con una linda relación y más felices que antes. Recorrían con calma uno de sus sectores favoritos de el museo en el que ambos pasaban la mayor parte de el tiempo.

–¿Cual era esa historia?–Preguntó el ruso. La mirada de el francés se clavo en la pintura, parecía estar apreciando cada mínima pincelada y curva como si fuera lo mejor de todo el universo.

–Era sobre una joven llamada Lisa, a sus 16 años decidieron casarse con un hombre, jamas comerciante de telas bastante importante–Comenzó a relatar–Lisa era una buena esposa, y le hacia el hombre más feliz de el mundo. Así que, quiso darle un regalo muy especial–Miró a el contrario–El hombre contrato a un artista, un tal Leonardo, no recuerdo bien el nombre–Fingió desinterés, haciendo reír un poco a su acompañante–Y le pidió que hiciera un retrato de su bella esposa.

Hace rato que Volkov había dejado de mirar la famosa pintura frente a sus narices, prefería un millón de veces apreciar por horas a la obra de arte que tenia a su lado relatando una historia infantil.

–Comenzaron a pasar meses y meses, y Leonardo no conseguía terminar el retrato de Lisa. Pero al tercer año, durante una sesión de posado, Lisa se enfado muchísimo. E impulsada por un ataque de rabia comenzo a destrozar los caballetes y taburetes de el artista, y luego, para sorpresa de Leonardo, Lisa se evaporó. Y, mágicamente, su retrato había aparecido completo en el lienzo.

El ruso volvió a la tierra cuando escucho el final de la historia–¿Que clase de historias contaba tu madre de pequeño?–Preguntó frunciendo el seño, causando que la inevitable carcajada de el moreno saliera libremente y resonara por toda la larga galería.

–Pero que dices, si es una historia normal.

–No para un niño–Respondió haciendo reír más a su acompañante.

–Es que solía contarla cuando yo me ponía a hacer rabietas, y me decía que si seguía enojado iba a terminar como Lisa–Recordaba mientras se aferraba a el brazo de el más alto–Ella fue la que me inspiró para empezar una carrera relacionada con el arte y eso...–Murmuró ahora mirando a el suelo, mientras ambos seguían su camino por la galería de el Louvre.

–Estoy seguro de que esta orgullosa.

Horacio no respondió, pero si sonrió con su boca cerrada. Miró como Volkov estaba ya concentrado en otras pinturas y aprovecho para dejar un beso en su mejilla rápidamente.

–Vayamos a cenar a mi casa luego, quieres?

°•🌾꒱࿐☆˚.•*ೃ

Con la luna en su punto más alto, y los sonidos de pequeñas criaturas de la noche arrollando a la pareja, estos descansaban sin cerrar sus ojos luego de haber experimentado un nuevo nivel de confianza.

El cosquilleo de cada suave caricia aún permanecía en sus pieles, pero se esfumaba a la velocidad de la luz para darle lugar a una nueva caricia más dulce que la anterior; el calor pasional que habían sentido podia llegar a derretir a más de treinta soles sin ningún grado de dificultad y, sin embargo, mantener esa dulzura que ese hermoso sentimiento creaba en sus cuerpos cada que sus labios se juntaban.

Ahora ambos cuerpos descansaban, recostados uno al lado de el otro, apreciando en el agarre de sus manos la diferencia de pieles que había entre ambos, las mismas pieles que, sin dudarlo, segundos atrás se habían unido en una eterna promesa de amor inmortal.

Espontáneamente el de cresta se acercó más a él, sintiendo otra vez el satisfactorio calor de tener el cuerpo de su amado órgano a el suyo. Pego sus frentes y cerro sus ojos, como si de una unión mental se tratara el mas palido hizo lo mismo, sin poder concentrarse en nada más que ni fuera la plena y libre felicidad que Horacio le daba en todo momento.

Y de tan compleja e inexplicable alegría, un destello comenzo a resplandecer desde el corazón de uno de los hombres. Una leve luz amarilla iluminó las privadas penumbras de la habitación de la habitación.

Ambos abrieron sus ojos, uno más sorprendido que el otro, el de cresta despeinada se alejó unos centimetros confundido.

–Esta bien–Le detuvo la estrella, y el arte confío plenamente en él.

Viktor tomó nuevamente la mano de Horacio y la posicionó en su propio pecho, justo de donde salia la luz, sintiendo la tranquilidad abrumadora devolverle la paz de hace segundos atras. La luz se apagó.

Viktor entrelazo ambas manos y llevo la unión a sus labios para dejar un beso en esta.

–Te quiero–Susurró, y el de cresta se abalanzó a abrazarlo.

• ₊°✧︡˗ˏˋ☆ˎˊ˗ 🕯

❝𝙎𝙩𝙖𝙧𝙢𝙖𝙣❞┊𝐕𝐨𝐥𝐤𝐚𝐜𝐢𝐨 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora