Lloré y le pedí que dudara de mi, que desconfiara. Intenté decirle miles de veces que todo era mi culpa y él no tenía por qué protegerme de nada ni nadie.

En sus brazos me ahogué con el llanto por lo asquerosa que me sentía, en el sillón, junto a él. Sentía que dejaría de respirar en cualquier momento, el aire no entraba correctamente. Esto era todo mi culpa.
Le arruinaría la vida a Harry si no lo dejaba ahora, desde el momento en que lo conocí lo arruiné. No lo valoré lo suficiente, estaba ciega de ira con mi marido como para fijarme en otro hombre.

   Me susurró miles de veces que todo iba a estar bien, se lo negué. Porque no era solo el maldito accidente, era que lo había quemado junto a su supuesto amigo y le permitía violar cadáveres frente a mi. Yo misma hacía las malditas gestiones para que nadie lo notara.

-Vamos, amor. -Me corrió el pelo entre lágrimas y sudor. -Arriba. Vamos a la cama.

   Harry era tan bueno, demasiado iluso. Sus ojos verdes estaban llenos de preocupaciones y miedo. Lo que más me dolía era que no me tenía miedo a mi sino qué podría pasarme a mi, yo quería que me tenga miedo a mi.
   Me senté para besarle la mejilla, era la única forma de pedirle disculpas.

-Deberías irte.

-No. Vamos a dormir. Estás cansada, estás pasando por mucho. -Se levantó agarrándome las manos para que también lo hiciera.

   Quería gritarle que dejara de amarme. Quería que le duela tanto que no aparezca nunca más, que rehiciera su vida sin mi, que volviera con su ex esposa, con su hijo, a su antigua vida. No lo logré, eventualmente. Lo dejé quedarse y abrazarme tanto como quisiera.

La intimidad que tuvimos esa noche no recuerdo haberla tenido jamás con nadie. En la cama abrazados de tal manera que nuestras piernas quedaron totalmente cruzadas y sus labios a centímetro de mi oído repetían dulces palabras que me hacían doler el estómago. Cosas como; "Tranquila." o "Estaremos bien." Como si esto se tratara de una pareja en crisis o el problema fuera de ambos, en plural.

Por mi parte también lo acaricié y toqué todo lo que pude, porque decidí sería nuestra última vez.

Lo dejé besarme el cuello tantas veces como quisiera y hasta le dije que siguiera, haciéndolo sonreír. Con mis dedos le enredaba el pelo, sus manos también jugaban sobre mi espalda. El ruido que hacían nuestros besos era algo muy privado.

Cuando me miraba me hacía pensar en cómo las personas pasan a ser completos desconocidos, como el día que llegó y tuve que enseñarle miles de cosas, a dar la vida por el otro, ¿En qué momento uno se enamora tanto que no le importa si la persona ha asesinado a alguien?

-Tus ojos están muy hinchados. -Se rió de mi, inocente y suave. -Y tus cara muy roja. Pareces esos cadáveres que tienen hemorragias en el cerebro. -Solo hice una mueca de tristeza, pareció ser que me salió bastante real para que me abrazara aún más. -No, no. Eres muy bonita, cariño.

-Como un muerto con hemorragia cerebral.

-Pero versión caliente. -Besó mi hombro, sonriéndome tímidamente. Me pareció lo más lindo del mundo en ese momento, tal voz por mi sensibilidad. -¿Quién lo sabe? -Susurró.

-Solo tu.

-Vas a estar bien. -Repitió toda la noche, rozando sus dedos por mi piel desnuda. -Vamos a estar bien.

Sentía el fantasma de William en alguna parte viendo como Harry me acariciaba la espalda en nuestra antigua cama, los recuerdos de su sangre en la cocina y un dolor inmenso en mi pecho. La imagen de Harry sonriéndome, tocándome y tratándome como ningún hombre lo había hecho.
   Él quiso distraerme y hacerme sonreír toda la noche. Contaba chistes malos mientras jugaba con mis dedos y contaba anécdota de hace algunos fines de semana atrás.

-...entonces Sam comenzó a llorar y pedirle disculpas al barman. -Decía, rascándome la espalda suavemente. Yo solo oía porque no tenía muchas ganas de hablar. -Es que estaba tan ebrio que pensó que lo meterían a la cárcel por olvidarse de pagar. Creo que se hizo encima cuando lo detuvieron en la puerta.

-¿Tu pagaste por él? -Pregunté. Estábamos bastante cómodos y cerca como para arrepentirme de todo ahora. Más aún, me sentía segura y a gusto con una de sus manos acariciándome los huesos de la columna y con la otra el rostro mientras me miraba fijamente y me besaba la sien cuando lo creía necesario, como en ese mismo instante.

-Si, pero lo dejé sufrir un rato diciéndole que me lo había gastado todo. -Volvió a besarme. -Hueles a esa muñeca que solía tener Robert. -Plantó su nariz es mi pelo, aspirándolo. -¿Barbie pastelera? ¿Fresita?

-¿Era un buen olor?

-Claro. -Volvió a olerme. -¿Estás mejor, cariño?

-Si, pero quédate toda la noche conmigo.

Mierda, yo era la mierda. Había matado a mi marido, lo prendí fuego y estuve tiempo ocultándolo. Haciéndome la tonta. Hasta reconocí su cuerpo. Hasta le permití a mi cómplice violar a muertos.

Y me había enamorado del único hombre que me quería realmente, el que se sacrificaría por mi, mi maldito empleado. El ser más bueno y menos merecedor de todo esto en todo el planeta.

ForenseWhere stories live. Discover now