24- El día más feliz... La hora más feliz 2/2

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-Sí, Señora Conquistadora- replicó y salió de la habitación.

Me llevé a Kara aparte y le dije en voz baja:

-Kara, a lo mejor no te apetece estar en la misma habitación con él.

-Por favor, Lena, no hagas lo que creo que eres capaz de hacer... no lo hagas por mí.- respondió Kara- Lo noto por la expresión de tus ojos. Estos hombres merecen morir por sus crímenes. Piensa en todas las mujeres como yo, en las niñas como las que salvaste en el barco aquel día. No te muestres indulgente con este hombre sólo por mí. No me gustaría.

Le puse los dedos en los labios para hacerla callar y para tranquilizarla.

-No temas que no vaya a ocuparme de que estos hombres sean castigados como se merecen, Kara. Desearán morir antes de que termine su castigo. ¿Te fías de mí?- susurré por fin.

Me miró asintiendo y dedicándome una levísima sonrisa, y la expresión de su rostro, de sus ojos, me comunicó una confianza absoluta y total. Sabía la impresión que iba a causar, pero me dio igual. Me agaché y la besé ligeramente en los labios.

-No te defraudaré- susurré.

-Kassandros,- me planté ante el hombre encadenado- necesito que me des información- dije simplemente.

-¡Antes prefiero sufrir en el Tártaro!- gruñó.

-Eso puedo arreglarlo.- bufé- ¿Recuerdas cómo murió Antípatro? ¿Recuerdas cómo murió tu padre?

Me acerqué a él hasta prácticamente susurrarle al oído. Me fijé en su en que se quedaba un poco pálido al recordarlo. Había ordenado destripar al general y a todos sus oficiales mientras aún seguían con vida. A veces todavía oía sus gritos en mis pesadillas.

-¿Qué obtengo a cambio?- preguntó, pues sabía que le iba a ofrecer algún tipo de recompensa.

-La vida- contesté.

Debo reconocer que me sentí orgullosa de Kara. Al pedirle que se fiara de mí, le estaba pidiendo mucho. La vi en un rincón de la estancia, con los pequeños puños apretados.

-Pasarás el resto de tu vida en prisión. La alternativa es la muerte, y no morirás de forma agradable, créeme- enarqué una ceja con aire efectista.

-¿Qué quieres saber?- preguntó hoscamente.

-Cuando empezaste los secuestros, ¿dónde empezaste?

-¡Por Hades, eso fue hace estaciones!

-¿De dónde sacaste el dinero para contratar hombres, entonces?- pregunté.

-Demetri envió plata. Él lo empezó todo.

-Piensa bien, Kassandros, tu vida depende de ello... literalmente. ¿Dónde empezaste?

-Ah, eso no es un gran misterio. Empezamos en Macedonia, en la región de Calcídica. En aquellos días, contrataba a algunos hombres y hacía el trabajo yo mismo. Empezamos ahí: las pequeñas aldeas campesinas tenían muchas niñas que capturar. Atacábamos en las afueras, donde a veces nos hacíamos aldeas enteras. A los hombres adultos los vendíamos para trabajos pesados, a las mujeres y los críos para tareas domésticas. Las niñas bonitas estaban destinadas al placer.

-¿Recuerdas dónde exactamente?- pregunté entre dientes. Sólo mi promesa a Kara me impedía partirle el cráneo.

-Claro. Potedaia, Anfípolis, pero luego llegó un momento en que ya no podíamos vender allí... cuando llegaste tú con tus leyes.- añadió con rencor- Empezamos a enviarlos a Abdera, para poder embarcarlos directamente a Persia.

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt