Mi padre adora a Henry, han conversado mucho, pero nunca de lo que sucedió durante esos días, si sospecha que vas a preguntarle algo relacionado a eso se cierra por completo. Se mantiene bastante ocupado, el otro día dijo algo sobre buscar un empleo.

Verlo me llena de orgullo porque ha sido muy fuerte, lo está intentando.

Escucho que Mac sorbe por la nariz.

—No sabes lo feliz que me hace saber que está bien en un lugar donde recibe cariño. Y estás tú, cerca de él. Por favor cuídalo, Giselle, cuídalo así como nos cuidábamos tú y yo, como hermanos.

Una gran bola de tensión se aprieta en mi garganta.

—Lo haré, Mac, te lo prometo por todo lo que hiciste para protegerme.

Tiene que irse, así que terminamos la llamada. Siempre es así, no puede quedarse mucho tiempo en la línea. Un suspiro tembloroso me deja sin aire. Tengo que tomarme un minuto para recuperarme.

Antes de salir aliso mi vestido y acomodo mi cabello frente al espejito del baño. Mis heridas y los golpes ya han sanado. El cirujano hizo un gran trabajo, pero hay una pequeña cicatriz en mi frente. No me molesta verla ahí. Me siento afortunada porque no me pasó nada grave, porque estoy aquí hoy festejando mi graduación con las personas que quiero.

Mañana Row y yo nos iremos a Georgia, a nuestra nueva casa, la cual decoramos juntos. Compramos los muebles de madera rústica, encontramos una alfombra preciosa en la que podría acostarme, muchos jarrones y artesanías. También compramos un piano porque estoy tomando clases desde hace un par de meses, no soy la mejor, pero me ayuda a relajarme, me hace sentir que estoy cerca de mis padres biológicos.

Todavía nos faltan adornos, supongo que nos encargaremos de eso en el camino. Hace una semana llevamos nuestras cosas y claro, estrenamos la cama. El recuerdo me trae una sonrisa. Estoy saltando de la felicidad dentro de mí.

Recorro el pasillo para volver a la sala, donde todos están reunidos, esperando que la cena esté lista. Compramos pollos que están en el horno, ya empieza a oler delicioso.

Henry está en el mismo lugar, observando a los gemelos, quienes se revuelcan en el césped.

Con sigilo para no llamar su atención me acerco, me detengo a su lado, frente al vidrio. De reojo veo que me mira con discreción.

Cuando lo vi la primera vez después de lo que sucedió, Henry vino corriendo y me abrazó, me dio las gracias. Creo que en ese momento entendió que no está solo. Sigue siendo distante y hosco, pero algo cambió dentro de él.

Le doy un codazo.

—Ahora vas a ser mi hermanito —digo.

Oficialmente su nombre es Henry Callahan.

Resopla.

Finge que es duro, tal como lo hace desde que lo conozco, pero en sus ojos puedo notar que está conmovido. La luz viene a su mirada siempre que papá lo abraza, cuando yo juego con él y le digo hermanito o cuando llegamos el otro día con un pastel y le cantamos feliz cumpleaños.

Rodeo sus hombros y lo guío al sofá, se deja caer junto a la abuela Sofía, con quien se lleva de maravilla, los tres nos divertimos bastante haciendo pajareras. Ella lo recibe y le aprieta las mejillas hasta que él se queja en voz alta.

Ay, niño tan guapo, no rompas muchos corazones ¿de acuerdo? No quieres que te jale las orejas.

Henry se carcajea.

Me siento junto a papá, quien está solo, y lo abrazo.

—Felicidades, hija, estoy muy orgulloso de ti —dice—. Romina te manda una felicitación.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora