Capítulo 2: Chill out

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Así que... quizá y solo quizá Tinder no fuese tan mala idea como le había parecido en un principio. Pero ojo, que él no había dicho eso en voz alta, ¿eh? ¡Ni lo había pensado! A ver si vamos a empezar a hacernos ideas raras y toca partir piernas a la altura de la columna vertebral. Además dadas las circunstancias tampoco es que pudiera permitirse pensarlo, mucho menos decirlo. No, esa opción quedaba descartada, sin duda, o acabaría haciéndose un harakiri en versión cutre. No pensaba confesar que puede que hubiese sido una buena idea (todo cortesía de esos dos match tan guapos) y menos con un cuchillo de cocina en la mano y el imbécil de su hermano viéndole picar las verduras. Wei Ying, sentado a su espalda, mostraba una sonrisa de oreja a oreja que no prometía nada bueno, no necesitaba verle de frente para saberlo. Parecía una mezcla entre la típica que ponía cuando le quería sonsacar algo y cuando se convencía de que tenía razón en lo que quiera que fuera. Veamos... ¿sería ilegal borrársela de una puñalada en la cara? Sí, seguramente sí. Además, lo gracioso vendría cuando el asesinato no acabase siendo el mayor de sus problemas. La cárcel se convertiría en una opción de lo más agradable (poco menos que un resort de lujo en el Caribe) si así se librase de Lan Zhan dándole caza y encontrándole. Y desmembrándole. Tenía que admitirlo, ese hombre a veces se pasaba de sobreprotector para su gusto. Jiang Cheng no podría aguantar una relación así ni de broma, su cuñado siempre era demasiado pegajoso, contra todo pronóstico, y él demasiado arisco. Pero bueno, Wei Ying estaba feliz. Muy feliz, y eso que al principio pensó que no durarían ni tres meses. De lo más feliz en comparación con sus anteriores relaciones, así que a él no le quedaría otra más que alegrarse por el memo de su hermano y mandar amenazas periódicas "sutiles" (nada sutiles) sobre su talento innato para partir huesos.

Que hablando de Wei Ying, llevaba demasiado rato en silencio, pero sonriente como el maldito gato de Cheshire. Sospechoso.

Jiang Cheng casi había terminado de picar el puerro cuando Sandu se apareció por la cocina, la cola en alza moviéndose perezosa de acá para allá sin mucho interés. El gato persa maulló en dirección a su dueño en busca de una de dos: o bien de atención o bien de comida. Por desgracia, cuando tienes una sartén calentándose en la vitrocerámica y platos e ingredientes por todas partes, no estás para atender las necesidades del rey de la casa. Ah, si alguien le hubiera dicho en la universidad que acabaría independizándose solo para volverse el esclavo del gato remilgado que adoptó por pura casualidad y darle de comer a su hermano dos o tres veces por semana, se habría lanzado desde algún puente en mitad del periodo de exámenes finales de tercero de carrera. Y listo, fin del cuento. Total, ya se sabe lo que pasa con las series cuando las extienden demasiado, y a veces sentía que a su vida le sobraban temporadas.

Por detrás de su hermano, mientras le dejaba cocinando —porque Jiang Cheng le tenía terminantemente prohibido acercarse a cualquier utensilio de cocina que no fuese un cubierto, nadie quería que se repitiese el desastre de segundo de carrera, cuando incendió la sartén desde el mango ignífugo... Al menos le dejaba charlar con él mientras hacía la comida, que ya es mucho— Wei Ying trató de atrapar a Sandu. Solo quería acariciarle un poco y divertirse con la mascota antes de poner contra las cuerdas al humano, ya tenía un pseudo-plan para eso. Si su hermanito gruñón no le mimaba, él lo haría. Pero ya se sabe, si hay algo que sean los gatos, es caprichosos, sin duda. A Sandu... bueno, a Sandu Wei Ying no le caía lo que se dice bien. Nada bien. Es más, incluso lo odiaba un poquito desde aquella vez que le pisó la cola con botas de tacón sin querer. Como su humano, ese condenado gato era de rencores fuertes, así que por más que le trajera golosinas y latas de comida húmeda cada vez que se aparecía por allí, no le perdonaría nunca. Si estaba de buen humor como mucho no le arañaría la cara. ¿El gran problema? Pues que cuando quién quieres que te haga caso te ignora y quién quieres que te ignore te hace caso, el humor se suele agriar. Y el de un gato de temperamento irascible y pendenciero más todavía. Molesto, Sandu esquivó cada intento de acercamiento de Wei Ying hasta huir de la cocina gruñéndole.

Tinder [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Where stories live. Discover now