vi. Con la enredadera en el cuello.

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❛CON LA ENREDADERA EN EL CUELLO❜

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❛CON LA ENREDADERA EN EL CUELLO❜

                        La misiva que recibe por parte de su tío ni bien despierta no pretende ser alentadora. Como lanzado de un cañón al tomar el pedazo de papel que le extendió Anthony Sel y leerlo con torpeza, todavía adormilado, se levanta de la cama con los ojos abiertos de par en par y se coloca la bata apresuradamente, bramando al aire.
Sel solo alcanza a entender unas cuántas de las palabras, como ¡Mi tío...!, ¡Edel, Dios nos... (¿Libre?)! y, lo que al final resuelve la logorrea, un ¡Pretendientes! que lo asusta más de lo esperado.

No es necesaria una explicación larga para comprender que John Sheffield tiene la intención de llegar en unas horas a Sunne Splendour para recibir a los candidatos a esposo de Edel. No tendría sentido, piensa Anthony –con los pies tropezando dada la velocidad que lleva Charles para bajar al primer piso y tratar de encontrar a los demás sirvientes–, pues ha sido inteligente al mandar a la señorita de Latimer desde un inicio con el marqués y así fijar el área a la que tendría que acercarse cualquiera que desease verla. Sería rebuscado y un mal movimiento llevarla a su casa rentada en Grosvenor de último momento, cuando todos estarían yendo a Sunne Splendour.

Cuando la señora Halifax detiene a Charles en medio del pasillo, dispuesto a entrar en las cocinas con tal de hallarla, solo necesita decir Él vendrá, para que la mujer ponga a andar a toda marcha a cualquiera de los que están a su disposición. John Sheffield tiene fama de tener mano larga e indudable habilidad para disimular los desplantes fallidos cometidos durante los robos, que parecen ser patológicos; por ello, no es sorpresa que lo primero que realizan las mucamas al atender la orden sea ir a guardar las cajas de plata del salón para recibir visitas.

Si el marqués de Normanby conserva la fortuna y todos los bienes materiales que heredó al morir su padre, es debido a la lealtad de los trabajadores que, a pesar de su ausencia, mantuvieron un ojo puesto día y noche en el viejo y conservaron desde las minúsculas pinzas de oro para cabello de su madre hasta el retrato más llamativo de los Hans Hölbein (Joven y Viejo); además de ellos, el contador de su padre –y de él, ahora que tomó posesión completa de su puesto– fue la cerradura que evitó que, cuando John Sheffield asumió el rol de su representante, éste derrochara o se embolsara el dinero, no dejando salir más que lo necesario para pagar las cuentas y todo aquello que él autorizara por medio de las constantes cartas que fluían entre ellos.

THE TELL-TALE HEART  ━━  BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora