Prefacio. La llegada de un caballero de armadura plateada.

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❛LA LLEGADA DE UN CABALLERO DE ARMADURA PLATEADA❜

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❛LA LLEGADA DE UN CABALLERO DE ARMADURA PLATEADA❜

                         Cuando arribó a Normanby Hall el Marqués –cuyo nombre fue, es y será por siempre Charles Richard Isaac Sheffield–, no había multitudes para acompañar su regreso en cada lado de los caminos, así como tampoco aplausos para recibir al victorioso hombre, cuyo futuro clamaba tener el favor del mundo sobre él. Es más, podría decirse que el poblado en el norte de Scunthorpe, en Lincolnshire, no estaba al tanto de su llegada sino hasta el día posterior a éste, en el que filas de personas entraron y salieron desde el alba hasta bien entrada la noche, avergonzadas por garrafal omisión, con tal de observar al tan adorado marqués que los mantuvo seguros desde que heredó el título, y que los mantendrá así hasta el día de su muerte.

No obstante, es importante centrarnos en el día del desapercibido regreso. Ese veinte de diciembre de 1812 a medio día, solo los sirvientes y dos nobles, alineados delante de la enorme entrada de Normanby Hall cubierta por la espesa nieve blanquecina, aguardaron por él. La noble de porte elegante y figura femenina, similar y a la vez tan diferente de su hermano mayor que descansaba de pie a su lado, fue la primera en saltar hacia adelante al ver entrar el carruaje de Charles Sheffield por el imponente umbral de piedra del territorio.

Sus cabellos castaños revolotearon por el aire helado y su expresión impaciente no cambió hasta que el carruaje redujo el paso y se detuvo al frente de la hilera. Unos segundos bastaron para que el primo de la joven Giovanna Charlotte Sheffield bajara del carruaje y su corazón diera un vuelco por el desconcierto siguiente.

Del transporte, el Marqués de Normanby, ataviado en una casaca roja con dos hileras de botones dorados y medallas y órdenes adornando el lado derecho de su pecho, bajó con cuidado. No es el mismo, se dijo la joven dama en su cabeza apenas verlo; su expresión impaciente y emocionada por volver a estar con el hombre hacía contraste con la de él, neutral, cuyos ojos del mismo color que el río congelado colindante solo reflejaban los vestigios de la guerra, así como las ojeras moradas que los enmarcaron reflejaban un cansancio profundo. No es el mismo, volvió a repetirse al verlo dar los primeros lentos pasos en dirección a la entrada; cojeaba y, pronto, notó que su brazo derecho estaba anormalmente suspendido a escasos centímetros del pecho, con ayuda de un trozo de tela.

THE TELL-TALE HEART  ━━  BridgertonWhere stories live. Discover now