Estoy ansioso. 

Camino hacia la puerta, una sonrisa se forma en mis labios. Me detengo frente a ella y tomo el picaporte, es difícil girarlo porque aún tengo los dedos húmedos. Ejerzo presión sobre él pero no funciona, al instante noto que se encuentra trabado. Maldición, quedé encerrado. 

—¡Aaron, esta cosa no funciona! —Golpeo la puerta, intentando llamar su atención. Escucho una risita provenir del otro lado, poniéndome alerta—. ¿Qué ocurre? —pregunto sin dejar de forcejear con aquella jodida cerradura, empezando a desesperarme. Siento cómo el corazón se me acelera, latiendo a gran velocidad. 

¿Si hay un psicópata esperándome fuera? En las películas de terror suelen atacar cuando anochece y más si dos jóvenes están por tener sexo. 

Siempre asesinan a los imbéciles cachondos. 

—Dominik, qué infantil. —Me río en voz alta, negando con la cabeza. 

Como dijo mi novio hace algún tiempo: no estamos en una estúpida película de terror. Lo más seguro es que terminé encerrado por accidente, esas cosas pasan. ¿Pero entonces a dónde fue Aaron? Sé que escuché la risa de alguien, tiene que haber sido él. Pego mi oreja a la fría madera esperando oír algo, no hay ni un solo movimiento, parece desierto. La luz se apaga repentinamente, haciéndome entrar en pánico. 

—¡Joder! —grito golpeando nuevamente la puerta, aterrado. Miles de escenarios aparecen en mi mente, todos involucran a una mujer demasiado pálida, con el cabello negro y largo que le cubre el rostro, mientras un vestido blanco se balancea por su decrépito cuerpo—. ¡Malditas leyendas urbanas que jamás debí leer!

—¿Sabes que no son reales, cierto?—pregunta Aaron, su voz suena divertida. Me detengo al instante, contemplando seriamente si patear a mi rubio en cuanto lo vea o besarlo por no ser La Llorona

—¿Podrías explicarme por qué está oscuro? —Suspiro sonoramente, aunque sintiéndome más relajado. No creo en cosas paranormales como tal, pero en situaciones así a cualquiera le daría miedo. 

—Yo veo perfectamente —bromea desde el otro lado.

Y al otro lado lo voy a mandar si continúa de chistoso. 

—¿Cortaste la luz? —cuestiono cruzando los brazos. 

—Ni siquiera sé dónde está la llave general —informa entretenido—. Solo apreté el interruptor que se encuentra fuera del baño, tonto.

—Espero que tengas una buena razón —murmuro entre dientes.

—Quería asustarte —contesta, puedo jurar que el bastardo sonríe—. Eres adorable cuando entras en desesperación.

¿Qué clase de cumplido es ese?

—Todo un Romeo —susurro negando con la cabeza, sonriendo inconscientemente—. ¿Vas a abrirme? ¿Cuánto tengo que esperar para que el señorito mueva sus delicados dedos? 

—Dudo que los llames ''delicados'' cuando estén dentro de ti —habla en un tono tan bajo que eriza mi piel. 

—Seguirán siéndolo —me burlo—. Son dedos de pintor, Aaron. 

—Y te van a pintar tanto por fuera como por dentro, amor. —Percibo movimientos sobre el picaporte, él debe estar forzando su cerradura. La puerta es abierta lentamente, noto pequeños rayos de luz filtrándose en nuestro baño—. Tuve que encerrarte porque no sabía si el tiempo me alcanzaría para prepararte esto. 

Quedo maravillado ante el escenario tan bello que aparece frente a mí: todo el lugar está iluminado por luces azules que recorren las paredes, dando la sensación de estar bajo aguas profundas. Hay una pequeña mesa redonda y blanca ubicada al centro, justo entre el inmenso espacio que separa nuestras camas, con dos taburetes también blancos a los costados. Sobre ella puedo ver un par de copas que contienen alguna especie de líquido rojizo, ambas están siendo rodeadas por pétalos de rosas, los cuales cubren casi toda la superficie. 

Odio Profundo |BL| ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum