Charlotte se mueve en su lugar, incomoda. ¿De verdad va a quedarse callada en vez de corregir la actitud de su insolente prima? Bien, que se mantenga en silencio, pero yo no me quedaré callada ante esta situación.

—Deberías calmarte —intervengo—. La recepcionista está diciéndote que tu nombre no aparece y te ha dicho que lleva poco tiempo trabajando aquí. ¿Podrías ser más comprensiva en vez de alzarle la voz y gritarle? Tu actitud deja mucho que desear, esa no es forma de tratar a los demás, ella en ningún momento te ha alzado la voz ni mucho menos te ha irrespetado.

La rubia malcriada se cruza de brazos antes de trasladar su mirada hacia mí.

—Es una empleada, se le paga para que trabaje bien y debería darme la atención que merezco.

—Sea una empleada o no, no merece que le hables ni le alces la voz de esa forma —endurezco mi tono de voz. Esa actitud de mierda que tiene me pone de los nervios y frente a mí, que no pretenda actuar como la niña malcriada que es y que siempre lo tuvo todo—. ¿Queda claro?

—¿Leanne cuál es tu...

—Cindy. —Charlotte interviene—. Leanne no te habló de mala manera, simplemente estaba corrigiéndote, no te lo tomes a mal.

—¿Acaso pretenden que nos vean la cara de estúpidas en este hotel y todo porque esta mujer no sabe hacer su trabajo? —se queja.

—Suficiente —intervengo antes de dirigirme hacia la recepcionista que tiene la mirada baja—. ¿Está segura de que el nombre no aparece en el ordenador? Si es así, yo puedo hacer otra reserva.

—Eh...

—Disculpen señoritas, ¿hay algún problema?

Una mujer pelirroja se acerca a nosotras, posicionándose del lado de la tímida recepcionista.

—Sí —respondo, evitando que Cindy abra la boca—. Mi amiga —por poco ruedo los ojos al mencionar esa estupidez—, Cindy Poleman, ha hecho una reserva de un total de cuatro habitaciones, pero su nombre no aparece registrado en el ordenador, por lo tanto, no pueden darnos las tarjetas para nuestras habitaciones.

—Veré que puedo hacer —la pelirroja le echa un vistazo al ordenador, no sé cuántos clics oigo que hace hasta que, segundos más tarde, alza la mirada—. Aquí está; son cuatro reservas recientes de habitaciones.

—Lo lamento mucho... yo... no quise molestarle, señorita Poleman —murmura la recepcionista, apenada.

Finalmente, nos entregan las llaves de las habitaciones. A Charlotte y a mí nos otorgan nuestras tarjetas y Cindy guarda las llaves para David que va a venir acompañado de un amigo.

Una vez finalizamos la conversación con las recepcionistas, nos dirigimos donde el ascensor, en donde Charlotte oprime el botón para que las puertas del ascensor se abran.

—Las veo en la piscina —nos dice Cindy. Charlotte le dedica un asentimiento de cabeza y nos terminamos de posicionar dentro del cubículo con nuestras maletas.

Nos mantenemos en silencio hasta que las puertas se abren en la planta en la que se sitúan las habitaciones de lujos, para ser más exacta, la tercera planta de la estancia.

—Lamento la actitud de Cindy —dice Charlotte mientras avanzamos hacia las respectivas puertas de nuestras habitaciones.

Los pasillos poseen una elegante alfombra roja, las paredes son blancas. Huele muy bien, el aromatizante me agrada.

—Ya sabía que era malcriada, pero no tanto.

—Cindy es... difícil de controlar, su actitud a veces es...

Caricias ProhibidasWhere stories live. Discover now