1 ¿Qué pasa en el convento?

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¡Hola a todos! Aquí Coco, trayendo de vuelta para ustedes el primero de mis especiales de temporada, y súper feliz de que el seleccionado fuera de una de mis fechas favoritas del año ^u^ Cómo les comenté en la introducción, el encabezado será para hacer una de las preguntas de la cocotrivia, y como hoy habrá tres, más vale empezar cuanto antes. 

1. Cuando Coco comenzó a escribir su obra El Bibliotecario, ella no sabía lo que era TID, ¿cierto o falso? 

I. Dime un sabor que te haga pensar en el día de las brujas. Vamos cocoamigos, ¡los nuevos también ganan! *u* Hechicen mi sentido del gusto y endulcen el paladar con sus respuestas. 

***

—Mmmm... Jijiji... mhm, ¡Ngh!

—Aaaah, no... por favor... ¡no!

Elizabeth se tapaba los oídos ante la suplica agonizante del viejo que había caído víctima de su amiga Melascula. En verdad lo compadecía, el pobre había ido a parar al único lugar donde, sin importar lo fuerte o listo que fueras, no tenías escapatoria posible: el convento de Santa Nerobasta. El hombre cano y de ojos verdes se retorcía tratando de escapar, daba manotazos débiles, pero ella sabía que eso no duraría mucho. Tarde o temprano, todos terminaban por...

—Oh... ¡sí! Más, ¡más!

—Fufufu... —Por fin había caído.

La joven pelimorada devoraba el pálido miembro de aquel hombre con una glotonería digna de un hambriento. Lo metía profundamente a su boca, chupando con fuerza para luego soltarlo momentáneamente y darle vueltas a la rosada punta usando su lengua. Su cabeza subía y bajaba con cadencia, primero con ternura, y luego aumentando de velocidad hasta alcanzar un ritmo de castigo que lo hizo gritar. El pobre arqueaba la espalda mientras propulsaba las caderas, intentando embestir la boca de la demonio que lo tenía cautivo.

Ella reía sin poder contenerse, pero justo cuando estaba por lograr su objetivo y sacarle todo el líquido que había dentro de él, sucedió algo que la hizo abrir la boca con un grito. Alguien la había penetrado por detrás.

—No puedo... ¡no puedo parar! —Un hombre enorme, de pelo morado y boca amplia, había enterrado su pene profundamente entre sus pliegues rosados, y comenzó a dar golpes frenéticos de cadera aunque él mismo se veía ojeroso y cansado.

Pasaba siempre. Cada cierto número de semanas la gente del pueblo mandaba a exorcizar el convento, pero por más brujos y monjes que habían mandado, aún no lo habían conseguido. Esta vez, fue el turno del pastor, acompañado de un fuerte cazador que se supone le serviría de guardaespaldas. Pero ninguno había logrado vencer el hechizo, y al final, habían acabado atrapados por uno de los espíritus que habitaban aquel sitio embrujado.

—¡Nya! Sí, así cariño, lo haces muy bien. —Eso era solo un decir, ya que el prisionero en realidad no tenía opción. Seguiría dándole placer a la demonio, por siempre, hasta que ella decidiera parar. Sin embargo, el otro preso no podía quedarse atrás.

—¡No! Ella es mía, ¡mía!

—¡Ngh! —Continuaron donde lo dejaron. El viejo cano se había logrado levantar y, colocado de rodillas frente a ella, la había hecho meterse de nuevo su miembro a la boca. Empalada por ambos extremos, la pelimorada se dejó ir en un frenesí de placer que la llevó de un orgasmo a otro hasta que, por fin, tuvo su recompensa. Su boca y su interior se llenaron de líquido blanco que era su fuente de vida, y tras tragar una, dos, tres veces, por fin soltó ambas presas. Y eso no fue todo lo que pasó.

Al ponerse de pie, parecía rejuvenecida. Su piel se hizo aún más tersa y brillante, sus ojos se volvieron un abismo negro, y tenía una expresión tan pacífica que nadie hubiera creído lo que hasta hacía un segundo estaba haciendo. Para rematar la grotesca imagen, cubrió su desnudez con un hábito de monja y les abrió la puerta gentilmente a los dos hombres para dejarlos salir.

Las Monjas - Especial de Halloween 2020Where stories live. Discover now