𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐕

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Narra Aslan...

Huele a quemado, a plásticos derretidos, a madera convirtiéndose en carbón, pero hay un olor más familiar, un hedor que extrañamente me alerta...es carne quemándose, pieles secas deshidratándose, es como si un jardín de lavanda, cereza y mandarinas, ardiera en llamas, hollín oscurece mi nariz y calor se concentra a los pies del futón, ¿es un incendio acaso?

-¡Eiji!- me levanté de golpe y la oscuridad con tonos blanquecinos de humo no me dejaba ver mis propias manos, solo las llamas que se asomaban por la transparencia de la puerta del cuarto alumbraban mi horizonte. Salté de las sabanas y corrí a deslizar el portal para encontrarme con un atemorizante cuadro, era el infierno, montañas de flamas amarillas y rojas acariciaban el techo y lo destruían todo a su paso.

Los Okumura fue lo primero que se me vino a la mente cuando logré estabilizarme, con las plantas de los pies quemadas y sangrando corrí al cuarto de los padres de Eiji pero un desgarrador llanto me detuvo antes de destruir la puerta, era Kaede que desde su cuna gimoteaba y se retorcía, con más determinación que antes, entre y la tomé en brazos, sus manos trataban de alcanzar a sus padres cuyos cuerpos se habían reducido a olores fétidos y piedras negras sobre un futón que carecía de forma, no hice más que llorar y salí corriendo de la casa, desde fuera era mucho más tétrica la imagen, no quedaba nada de nadie, ni un alma se escuchaba sollozar, ni una sirena se oía a lo lejos, solo la leña tronaba y tambaleaba los restos de la vivienda.

-¡Ayuda!- Esa voz, esa voz es la de...

-¡Eiji no te muevas de donde estás, ya voy para allá!- Coloque a Kaede sobre mi suéter y la recosté lejos del fuego, bese su frente y me aleje para adentrarme de nuevo al lugar, Eiji gritaba mi nombre y el aire pesado cerraba mis pulmones, corrí y corrí pero la casa se hacía cada vez más grande, habitaciones aparecían de la nada y el fuego quemaba mi cuerpo, el sufrimiento incrementó pero la voz de Eiji se apagaba, tanto así que luego de unos minutos se dejó de escuchar, el lugar quedó totalmente en silencio y se congeló el movimiento de las llamas, con cautela camine a un pasillo que se sentía frío, húmedo y recóndito, este lugar al final tenía una puerta, una puerta que insólitamente tenía perilla, una perilla dorada y brillante, lustrada con extremo cuidado, la puerta era pesada y de roble blanco pintada de un color rojo brillante, era una puerta que singularmente ya conocía.

Apacible la abrí y girando la pieza de metal, la angustiosa imagen de mi mismo a los 3 años, completamente cubierto de sangre me dejo inquieto, ver a ese pequeño con heridas graves, con la piel de un color irreconocible, descansando sereno sobre un charco de flujo escarlata me provoco el vomito, expulse lo que había comido y quise salir corriendo de ahí, pero la puerta roja ya era inexistente, regrese mi mirada al Aslan pequeño y este se levanto, llorando gritaba nombres al azar y sus pequeños huesos quebrados se atornillaban a su piel, tanta rabia me vio verme así y tanta pena que solo corrí a abrazarme a mi mismo.

-Ya paso todo Aslan, jamás volverás a sufrir- pronuncie a aquel diminuto ser en un susurro.

-Lo sé, tu jamás lo harás, deberíamos descansar- dijo al fin.

-Tienes permitido llorar...

-Gracias...





<< Tall, and tan, and young, and lovely

The girl from Ipanema goes walking

And when she passes He smiles, but she doesn't see >>


-¡Ash!, tu alarma lleva sonando una hora, llegaremos tarde a la escuela, ¡ya levántate!-

Eiji me gritaba como todas las mañanas, mientras que yo era un manojo de sudor y nervios que acababa de despertar.

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⏰ Última actualización: May 12, 2021 ⏰

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𝐿𝑒𝑠 𝐵𝑜𝑛 𝑀𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑠  | 𝙰𝚜𝚑 𝚡 𝙴𝚒𝚓𝚒 |  🍌🐠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora