CAPÍTULO 24

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CAPÍTULO 24



Guiño un ojo ante la luz solar que baña por completo mi rostro e intento habituarme a la claridad, pensando en que, hace semanas que no me encuentro tan bien en mi propia cama.

Agito la cabeza mientras humedezco los labios resecos de pronto tengo mucha sed. Dios. Asimismo, con esas ganas por agua comienzo a zafarme de lo que me apresa.

Estoy envuelta boca abajo entre las sábanas, igual que una momia, aunque mis extremidades están sueltas y cuelgan a un lado de la cama.

Bostezo y limpio el rastro vergonzoso de la noche sobre el rostro, cuando elevo la cabeza, me sitúo en donde rayos estoy.

Mi escritorio, la ropa en el suelo, bien, no se supone que cambie en un día... Sonrío por los pensamientos, en tanto continúo con el escaneo, aliso el pelo con los dedos.

Los recuerdos de la noche invaden, haciendo que un sin fin de emociones se alojen en mi estómago vacío.

Rememoro los penetrantes ojos de Alioth antes de irme al mundo de los sueños. Su mirada, sus expresiones y con este recuerdo su última pregunta, la cual no obtuvo una respuesta normal, ya que caí como ancla en un profundo mar.

He dormido muy bien, diría que demasiado, o quizás el hecho de que el día de ayer se me hizo realmente agotador.

Un sonido me distrae, giro sobre mi cuerpo y hallo el destino de esa suave respiración.

El músico se encuentra a los pies de la cama, este reposa su cabeza en ella. Su frente está a nada de mi mano, y sin meditarlo mucho, consigo su suave rizo que apenas cuelga a un lado de su sien. Lo sostengo, entrelazando entre los dedos.

Mis ideas se esfuman, lentamente me arrastro y así coloco ambos codos sobre el mullido cobertor. Lo observo soñar, en cuanto dejo las manos encima de mis mejillas.

Sus pestañas apenas bailan en un leve movimiento.

Nunca esperé que las almas durmieran, en realidad ni yo, ni nadie sabe nada de este mundo.

Sonrío, en tanto continúo estudiando sus facciones, sus sonrosadas mejillas apenas hundidas, los pómulos altos, una nariz recta con su particular camino de pecas (la Osa Mayor) perfecta, y sobre sus labios el arco de Cupido demasiado pronunciado, es una boca apetecible.

¿Cómo se sentiría morderlos? ¿Tal vez sean suaves como una pera fresca, y tan dulces...? ¿Y su modo de besar, acaso será urgente o quizás pausado?

Trago al darme cuenta de lo que hago; e ideo un plan: ¡hora de levantarse!

—Quieta. Cand.

Dice y vuelvo a pasar saliva gruesa.

—E-estabas despierto.

¿Pregunto o afirmo?

—No suelo dormir. No desde que soy esto.

Asiento.

—Así que es un falso acto.

Abre sus escandalosos ojos y me ve desde lo bajo.

Me desequilibra su intenso color tras la luz del día, pero logro estar en mi anterior posición. Tratando de lucir relajada.

Lo miro al mismo tiempo que las comisuras se estiran con una sonrisa demasiado perezosa.

—Buenos días, para ti también.

Dice tras levantarse de un enérgico salto. Estira sus lánguidas piernas que se sacuden como si fuese un gato, e inicia de vuelta la marcha.

QUASAR  (Versión español) Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora