Prólogo

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La pequeña y oscura habitación que pretendía pasar por una oficina, rugía por las voces de los hombres que discutían en su interior, ubicada en uno de los pisos más bajos de un edificio abandonado en los barrios olvidados de la súper metrópolis en...

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La pequeña y oscura habitación que pretendía pasar por una oficina, rugía por las voces de los hombres que discutían en su interior, ubicada en uno de los pisos más bajos de un edificio abandonado en los barrios olvidados de la súper metrópolis en la que se había convertido la ciudad de San Diego. La luz del día apenas llegaba hasta aquel lugar que se había vuelto testigo de innumerables peleas y muertes. Y ese día cálido de verano le amenazaba con ser testigo de una más.

Maximilian Henderson, respetable alfa de la manada de cambiaformas leones de San Diego, discutía ciertos puntos de interés con el jefe y alfa de la coalición de cambiaformas rebeldes de la ciudad.

—Mi respuesta seguirá siendo no —dijo el alfa león, ante la constante proposición del otro alfa.

—Vamos, Max, no quieras actuar como si nunca te hubieras ensuciado las manos —devolvió el otro hombre. Sus ojos oscuros mirando al alto hombre sentado al otro lado del escritorio. Sabiendo que el otro alfa era tan culpable como él de muchos crímenes.

—Tengo una manada que proteger, y las cosas son muy diferentes a como lo eran hace 15 años —respondió Maximilian, su mirada fija e inexpresiva ante la acusación que acababa de recibir.

—Sí, tu hija. —El hombre hizo una pausa, esbozando una pequeña sonrisa de malicia.

Gregor Sheppar era el jefe y alfa designado de un grupo bastante grande de cambiaformas renegados, conocidos por ser muy peligrosos en cuanto a sus acciones. Gregor con sus casi 2 metros de alto, ojos marrones casi negros y una piel oscura cubierta de tatuajes, pertenecía a una de las razas más raras de cambiaformas, los escolopendras. Se había ganado su puesto de la forma más sangrienta y cruel, acabando con cualquiera que se opusiera en su camino. Y ese día las negociaciones con su antiguo colega no parecían avanzar.

—Mi hija no será parte de ningún tipo de experimento, y eso queda fuera de todo contexto, ya te lo he dicho muchas veces, Gregor. —Maximilian de a poco se estaba cansando de las constantes insinuaciones e insistencia acerca de usar a su hija híbrida en experimentos genéticos.

—Tu hija es un regalo, ella es un tesoro. La única híbrida de la que jamás se haya tenido registro, su potencial podría ser ilimitado, ella podría esconder el futuro de nuestra especie y tú te niegas a hacer algo al respecto —devolvió Gregor. Le molestaba que una increíble oportunidad se les estuviera dando y el gran león se negara a tomarla.

—Becca no será parte de tus ideas enfermas, no hoy, ni mañana, ¡ni nunca! —sentenció Maximilian, con clara molestia. En ese punto ya no quería saber nada más respecto al tema, pero sabía con quién estaba tratando, y no habría palabra que detuviera al hombre que tenía en frente, sobre todo si se proponía algo.

—Max, sabes que amenazarme no ayudara a solucionar nuestro pequeño dilema —respondió Gregor, sin mostrar un gramo de preocupación. Para él, la pequeña actuación de su ex colega, no era más que eso, una fachada que tarde que temprano terminaría por caer.

Terminum Mentis: MUTATIO (En Publicación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora