7: "miedo"

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Harry no tenía idea del lugar en donde se encontraba. 

Al momento de despertarse de su pesado sueño, todo fue muy borroso. La luz en el centro de la blanca habitación le cegó la visión, se le hizo imposible entornar los ojos en el instante en que los abrió. 

Cuando por fin fue capaz de mirar a su alrededor, frunció el ceño. Era un lugar desconocido para el rizado. La habitación era pequeña. Se notaba lo tan antiguo que era el lugar; las paredes eran blancas, pero a esas alturas comenzaban a tomar un color amarillento. La techumbre estaba en las mismas condiciones, e incluso peor; lo que alguna vez fue pintura comenzaba a caerse poco a poco, dejando ver las tablas que conformaban a este. 

Sin levantarse aun, giró la cabeza mirando a su alrededor, se percató que estaba en una cama: era pequeña, tenía un alto respaldo de fierro, y de igual manera que la habitación; era blanca. Poco a poco, se incorporó apoyándose en el espaldar. Frunció el ceño al notar una pequeña tina en un rincón de la habitación. 

Esperó unos largos segundos para asimilar en donde estaba. Llevó la vista a una de las paredes en donde se encontraba una ventana, con las persianas cerradas. Le fue difícil levantarse de primera, ya que al momento de hacerlo, un mareo interrumpió sus actos, hasta tal punto de obligarlo a sentarse nuevamente en el pequeño lecho. 

Cerró los ojos y al volver abrirlos, advirtió que ya llevaba zapatos que cubrían sus pies, movió un poco sus dedos sintiendo estos un poco frío. Volvió a erguirse lentamente, caminó hacia la ventana y corrió las persianas logrando ver el exterior; era de noche. Pudo por fin darse cuenta que estaba en la casa del anciano, en una de las habitaciones en el segundo piso. A través del cristal, vio a lo lejos bajo un gran árbol las tres carpas, y fuera de estas una pequeña fogata, pero no vio a ninguno de sus amigos. Se dio vuelta y caminó hacia la puerta; estaba cerrada con llave.

Caminó alrededor de la habitación en busca de alguna llave. Las encontró encima de una pequeña mesita de noche. Abrió la puerta con cautela, sacando solo la cabeza fuera. Al advertir que estaba vacío, salió. El pasillo era de igual manera que la habitación: blanco. Ningún ruido se escuchaba dentro de la casa, tampoco pudo ser capaz de distinguir alguna voz. Toda la casa estaba en silencio, pero con todas las luces encendidas. No fue capaz de adentrarse a alguna habitación; no podía, no era su casa. 

Salió al exterior con el frío y fresco viento golpeando su cara. Sus rizos se desacomodaron por culpa de este. A paso lento, caminó hacia las carpas. 
Al momento de llegar se dió cuenta que la fogata que hace tan solo unos minutos flameaba, ahora solo era posible ver las cenizas de lo que alguna vez fue madera. Despacio, abrió el cierre de una carpa, encontrándose con el interior vacío. Miró las otras que estaban de igual manera.

Desconcertado, Harry miró a su alrededor sin encontrar algo, o algún rastro de vida. Aparte de que la oscuridad, no le dejaba ver nada en absoluto. Lentamente, se dirigió nuevamente a la casa. Sin husmear por su alrededor, fue directamente a la habitación la cual había sido testigo de haber tomado conciencia tan solo unos minutos antes. 

Se sentó en el lecho, cerró sus orbes, y con la punta de sus dedos masajeó el puente de su nariz. Se quedó así por unos largos minutos. 

Abrió los ojos. ¿Cuánto tiempo había pasado? Miró a su alrededor. 

La oscuridad de aquella noche se había desvanecido y la luz de un bello día nublado ocupó su lugar. 

Se levantó rápidamente ignorando el mareo, caminó hacia la ventana afirmándose del marco esperando poder estabilizarse. Volvió a mirar a través del cristal, no pudo ver a nadie cerca de las carpas. Entrecerró sus ojos al notar una silueta a lo lejos en una pequeña colina. Le hacía señas con las manos, como si estuviera llamándolo a él. 

Against the apocalypse [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora