A quien creer...

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> No deberías estar aquí _la voz del hombre me sobresalto.
> Como? _pregunto confundido.
> No deberías estar en un lugar como este _nuevamente con la voz ruda y de reproche.
> trabajo en este lugar _le comento al tiempo que vuelvo a entrar al bar.

Aun que haya pasado semanas trabajando en el bar siguen habiendo clientes que no se acostumbran a verme en este lugar, de hecho tampoco a algunos de mis compañeros de trabajo les agrada que me encuentre trabajando en el bar, he hecho oídos sordos a muchos comentarios que he escuchado desde que llegue ya que mi único objetivo es ganar dinero para poder solventar mis gastos y nada mas, después de todo tampoco soy una monedita de oro para caerles bien a todos. Trebor me mira desde el otro lado de la barra sonriendome, veo una broma venir, es un chico raro, bueno quien soy yo para decir que un chico es raro, lo que si Trebor es de los que siempre ve el baso medio lleno, de los que es agradable tenerlo cerca, fue el único junto con Garrend que no tuvo ninguna objeción con mi incorporación al bar, bueno Garrend no tuvo mucha opción una vez que se había recuperado de la borrachera ya era un personal mas de su bar y no tuvo mas que resignarse.
> por que esa cara? _pregunta divertido.
> es la única que tengo _respondo con un puchero.
> sabes a lo que me refiero _comenta al tiempo que me pasa una bandeja con vasos de cerveza _mesa cinco.
> nunca se esperan de que yo les sirva _comento una vez que voy a servir la mesa.
En la mesa cinco se encontraban tres hombres de mediana edad, con trajes costosos de esos que creen que el mundo les pertenece y pueden disponer de él cuando se les antoje, el primero moreno de ojos verdes, musculoso con el traje bien señido para resaltar sus muy arduas horas en el gimnasio, el segundo no menos musculoso de tes similar, aunque con ojos marrones, sonrisa queda y burlona, el último no menos arrogante, un hombre de tes blanca ojos claros, musculoso con una camisa que obviamente es de una talla menor de la que debería usar, los tres hombres giran a mirarme una ves que llego a la mesa.
> sus bebidas caballeros _digo al tiempo que les sirvo sus cervezas lo mas rápido que pude.
> gracias precioso _responde el moreno de ojos marrones, sus compañeros se echan a reír, no digo nada, giro para volver a la barra.
Ese tono ya lo había escuchado antes, por qué la gente cuando se encuentra con alguien que no congenia con su pensamiento o forma de ser debe denigrarlo o querer menospreciarlo, es común escuchar comentarios sarcásticos al pasar por lugares donde concurren gente de dinero, no pedí nacer con este color de piel, ni con estos ojos o con este cabello, simplemente vine así, que mas da. Los hombres siguen obcervandome y hablando, cuando era niño pasaba mucho tiempo recriminando a Dios por haberme hecho así, no me consideraba un devoto al pie de la letra pero si creo en un ser superior, las iglesias me han enseñado que si no estas con ellos o con sus pensamiento eres un pecador y mereces ser juzgado y quien sabe que mas, un tiempo llegue a ser monaguillo, recuerdo que no fue de las mejores épocas de mi vida.

El padre Roberto era un sacerdote de unos cuarenta y cinco o mas años, de carácter bondadoso y amable, creía a ciencia cierta que la gente solo lo buscaba para solucionar sus problemas, aunque si uno lo pensaba bien era verdad, después de todo era un hombre en quien podías confiar y daba buenos concejos, solo debías aguantar una pequeña predica y aguantar una regañadiza por lo que hicieron Adan y Eva sabe dios cuanto tiempo atrás, por lo demás todo bien, en fin, mis funciones eran sencillas, ayudar a ordenar los ornamentos y sillas antes de las celebraciones y ayudar en las mismas pasando los utensilios para el momento de consagración; y ahí estaba yo, un chico de doce años bien vestido y risueño con ganas de servir, iluso, los primeros tiempos no fue tan difícil después de todo estaban los maestros diáconos que nos enseñaban lo que debíamos hacer, eramos tres, Juan, Clara y yo.
Esa mañana llegue como siempre con tiempo para prepararme antes de que iniciaran las actividades en la parroquia, tome el camino que me lleva a la sacristía y luego para ir a la pequeña habitación que usábamos como vestidor, Ermelinda era una señora de avanzada edad, recta y con un carácter que rivalizaba con el de padre, si ella estaba en la sala ni el monseñor se animaba a contradecirla, de esa señora que pasaron mas tiempo en la iglesia y en la vida de lo que asisten ahí que en sus casa y en sus propias vidas, arpías chismosas las llamaba, por mucho tiempo la deteste como si fuera una enemigo algo así como Cruela de 101 dálmatas, pues mi propia Cruella me había prohibido un sin fin de veces estar por los pasillos, por el templo en hora que no eran de servicio, no podíamos hablar fuerte, gritar, mascar chicles, usar ropas de colores... y nunca, nunca ir a los dormitorios de los sacerdotes a molestar, la señora Ermelinda no se encontraba por ningún lado y como el demonio es manioso me entro la curiosidad de ver mas haya de donde se nos permitía, a pasos apresurados camine por ese pasillo que llevaba hacia el interior de la parroquia, un pasillo largo con varias puertas a los costados, un letrero por la puerta indicaba lo que debía de ser, secretaria social, secretaria del diezmo, secretaria pastoral,  cuantas secretarías contaba una parroquia?, pues no lo sabia. Como niño que estaba haciendo una travesura estaba emocionado, escuche unos pasos y el corazón dio un brinco de pánico y me escondí detrás de un armario, Cruella había llegado y no podía verme, sin que se diera cuenta me dirigí hacia el otro extremo y sin que yo me diera cuenta en encontraba en el lugar mas prohibido, los dormitorios de los sacerdotes, debí girar he ir de vuelta a la sacristía y prepararme, debí ir a cualquier otro lugar a esperar la hora de la celebración pero un grito ahogado me detuvo, reconocía esa voz y quise saber que pasaba. Si me yo de ahora le diera un consejo a mi yo del pasado seria “no te metas en los asuntos de los demás, centrate en ti mismo y en lograr tus objetivos, nadie merece tu bondad o amabilidad”, pero no, la curiosidad y el deseo de ayudar fueron mas grandes que la razón, seguí por la dirección de donde provenía el ruido y el grito ahogado hasta llegar a una esquina al girar lo vuelvo a escuchar, gemidos lastimeros de quien en ese momento era mi amigo. Esta demás decir que todo fue encubierto y que las cosas no pasaron mas haya de un mal entendido de niños, pero lo que vi y escuche no era un mal entendido y de una u otra manera empece a ver a la gente de ese lugar con otros ojos, los buenos corderos que predicaban con voz de bondad eran lobos disfrazados que si le dabas la mas mínima oportunidad harían contigo cosas que ya ni quiero pensar y unas Cruella de Vil que con su mal carácter solo quieren alejarte del peligro, después de todo no puedes juzgar el libro por la portada, con la desilusión en el pecho abandone todos mis servicios de monaguillo.

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⏰ Última atualização: Apr 29, 2021 ⏰

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