Capítulo 1

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—Theo... —exclamó sacudiendo suavemente a su hijo, el cual descansaba en una cuna grande. Ahí podría caber un niño de 8 años— levantate es tarde, tenemos que irnos.

—No papi... lomi —balbuceó su hijo adormilado.

Apenas empezaba a hablar, algunas letras y palabras no podía mencionarlas bien pero lo intentaba.

—Hice Hot-Cakes para desayunar —el pequeño abrió un ojo— ... con Nutella.

—¡Theo despielto! —gritó poniéndose de pie.

Alexander rió, todas las mañanas era lo mismo.

Condujo hacia su trabajo como todas las mañanas, claro, antes había dejado a Theo en la casa de sus padres.

Sentía mucha pena al dejarlo, sobre todo porque su pequeño hijo ya se había acostumbrado a esa rutina entre semana y esperar hasta el fin de semana para estar con su padre un día completo. Ya no lloraba como antes... estaba creciendo.

—Buenos días, Alexander —saludó su secretaria.

Alexander frunció el ceño, la chica tenía mucha confianza al tutearlo, cuando ella sabía que eso a él no le gustaba.

—Buenos días —murmuró entrando a su oficina.

Era grande, tenía su propio baño y estaba adecuadamente amueblada. Comoda para justificar todas las horas que pasaba ahí.

Se sentó en su silla giratoria y soltó un supiro

"¡Hora de empezar!"

* * * * * *

—Bien chicos, pueden salir —exclamó Hilary. Una pequeña de coletas se acercó a ella.

—Maestra... —susurró poniendo las manos sobre el escritorio.

Hilary había estudiado para maestra de primaria, le encantaban los niños y desde secundaria supo que esa sería su profesión.

—¿Si, Lucy? ¿Qué sucede? —preguntó sonriendo.

—Papá quería hablar con usted.

—Está bien, dile a tu padre que puede venir mañana en el receso.

—Pero él ha venido hoy, quiere hablarle ahora.

Hilary suspiró. A menudo tenía que tratar con los padres de sus alumnos, y cuándo dice padres se refiere a hombres. Los cuales sólo piden hablar con ella para hacerle insinuaciones.

—Bien... dile que entre.

—Sí maestra, gracias —la niña sonrió y salió alegremente del salón. Minutos después entraba su padre.

—Buenas tardes —saludó el hombre.

—Buenas tardes —contestó levantando la cabeza ya que estaba guardando sus cosas— Usted disculpará señor Kravitz, pero sólo dispongo de 20 minutos.

—Con eso me basta —el tipo sonrió, era un padre joven y claro... casado.

—Bien ¿En qué puedo ayudarle?

—Lucy dice que usted es buena maestra, a pesar de su edad.

—Me defiendo y no creo que mi edad importe, señor.

—Claro que no... si a ti no te importa la mía —comentó el tipo.

"¡Patán!"

—Eso no es de mi incumbencia. Mi trabajo es enseñarle a su hija y comunicarme con ustedes sólo si hay un problema o cuando sea requerido.

Padre SolteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora