XII

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Hello bellas florecillas! Pensaba subir este capítulo ayer, pero no fue posible... complicaciones de la vida, así que aquí está!
Disfrutadlo!

Los siguientes días fueron pasando ante mis ojos como si fuera un trance, simplemente sentía que una actuación ante la gente que nos presenciaba, hasta que al fin terminaron todos los actos previstos y me vi abrazando a mi madre cuyas lágrimas en ...

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Los siguientes días fueron pasando ante mis ojos como si fuera un trance, simplemente sentía que una actuación ante la gente que nos presenciaba, hasta que al fin terminaron todos los actos previstos y me vi abrazando a mi madre cuyas lágrimas en los ojos me hacían ser consciente de que el momento de despedirnos había llegado.

Para mi no era muy diferente a mis planes, después de todo pensaba estudiar en la misma ciudad donde ahora residiría, lo único que cambiaba era el hecho de estar casada y para mi sería como no estarlo, pero gozaría de la misma libertad para ir a ver a mi familia que si Alexander D'Angelo no existiera en mi vida, así que no me parecía una despedida, sino un simple hasta pronto, ya que volvería en unos meses por navidad.

Ciertamente no había hablado con Alexander sobre el tema de las vacaciones o visitas familiares, después de todo sus padres vivían en la misma ciudad que él, por lo que era muy probable que les viera todas las semanas y quedaran algún que otro día para comer. Sin embargo, yo les tenía a diez horas de avión y eso implicaba que las veces que fuese de visita me quedaría durante algunas semanas.

«Y era evidente que Alexander no me acompañaría, eso implicaría alejarse de toda conquista y dudaba que lo hiciera»

Papá nos prestó su avión para regresar a casa, ya había enviado algunas de mis maletas, pero en el avión además de algunos regalos de boda, venía el resto de mi equipaje, aunque no había querido llevármelo todo porque no sabía con demasiada certeza como de grande era la nueva habitación donde me alojaría.

Suponía que para alguien como Alexander, mis prioridades no serían algo en lo que tener en cuenta, por suerte, contaba con mi propia pequeña fortuna cortesía de la familia Rashid, de forma que no tendría que pedirle absolutamente nada al que era mi esposo y sinceramente, no lo consideraba así, después de todo le había convencido para tener ese acuerdo matrimonial en el que ambos de algún modo nos beneficiábamos dada la situación, pero nada más.

—Mi madre dice que tu casa es preciosa —dije rompiendo el silencio incómodo que había en aquel avión donde solo volábamos él y yo.

Los padres de Alexander habían decidido prorrogar unos días más su estancia en Dubái, aunque seguramente habían querido dejarnos el avión para nosotros solos.

Para no levantar sospechas, dijimos que la luna de miel la pospondríamos, ya que Alexander no podía ausentarse tanto tiempo del trabajo y así yo no perdería el comienzo de mis clases. Eso nos daba un pequeño margen de tiempo para conocernos y establecer nuestros límites, aunque sinceramente la idea de quedarme a solas en un barco con Alexander no es que me resultara agradable.

Se había decidido —porque no lo decidí yo— que la luna de miel fuera un recorrido trasatlántico en un yate privado, así podríamos mantener la privacidad que no nos daría un crucero. Me atrevería a decir que incluso a Alexander la idea del crucero le agradaba más, puesto que podía encontrar compañía femenina sin tener que bajarse del barco, pero mi padre insistió en que era lo más conveniente y obviamente, ¿Qué pareja de enamorados reniega de estar a solas en alta mar sin que nadie les moleste? No nos podíamos negar.

Hasta entonces me adaptaría a mi nueva vida, a mi nuevo hogar, a mi nueva cotidianidad y lo cierto es que estaba expectante por comenzar.

—La construyó mi padre hace cuarenta años, cuando decidieron mudarse a las afueras de la ciudad buscando más privacidad y tranquilidad, me la cedieron, podrás elegir la habitación que más te guste —contestó algo abstraído sin mirarme.

—¿La que quiera?, ¿Y si me gusta la tuya? —dije solo para que alzara la vista de sus papeles.

Lo conseguí.

—Entonces tendrías un problema preciosa, porque tendrías que compartir mi cama y hasta donde sé, no estás muy dispuesta —mencionó con una sonrisa socarrona de quien sabe que está bromeando.

—Tienes razón —alegué como si diera por concluida la conversación y sus ojos volvieron a sus documentos—, pero eres tú quien no se metería en mi cama, al revés no se decretó nada... eso significa que si entrara antes que tu...

Su cara cara comenzó a ejercer una expresión de incredulidad y conmoción a la vez que me observaba tratando de averiguar con que tipo de monstruo se había casado.

Estallé en carcajadas y él pareció relajarse.

—Tranquilo. No tengo ninguna intención de meterme en la misma cama por la que habrán pasado cientos de mujeres, seguramente tus sábanas tienen más historias que contar que las que yo viviré en toda mi existencia —resoplé dejándome caer en el asiento mientras colocaba los pies en el que tenía frente a mi.

Pensé que nuestra conversación se habría dado por finalizada, pero en cambio contra todo pronostico, Alexandre abandonó lo que estaba haciendo y se acercó hasta el asiento que había a mi lado.

Cogí la botella de agua que tenía a mi lado para no mirarle y di un pequeño sorbo.

—Deduzco que eres virgen —soltó así sin más.

Por no escupir el agua la tragué rápidamente de forma que comencé a ahogarme, literalmente sentía que no podía respirar hasta que percibí los golpes en la espalda haciéndome llenar los pulmones.

—¿A qué diablos viene esa pregunta? —dije cuando al fin tenía aliento, pero mi voz salía extraña.

—No quería ofender, solo era simple curiosidad por la que se supone que es mi mujer —ofreció como respuesta y le miré analizando su rostro.

¿Y a él que demonios le importaba que lo fuera?

—Soy tu esposa legalmente, nada más —puntualicé para que quedase bien claro.

—Si, lo tengo muy presente... como también que quieres eludir mi pregunta y eso solo me lleva a la opción de que efectivamente eres virgen. En caso contrario te habría dado igual admitir que no, después de todo ya estamos casados.

—Bueno, tal vez no lo sea por mucho tiempo —contesté altiva, dejando la botella de agua en su sitio y él me cogió con la mano el rostro para obligarle a mirarle.

—No esperes nada de mi, Azhar, y mucho menos te hagas vanas ilusiones. Tenemos un acuerdo, no sé que tipo de fantasías has podido imaginarte pero no pienso tocarte —concretó siendo muy directo.

Su tono era serio, de hecho lo dijo tan firme que parecía más bien como una sentencia.

—No estaba pensando en ti, Alexander D'Angelo. Tal vez creas que el mundo gira en torno a ti, pero te aseguro querido esposo, que existen más hombres en el mundo y de hecho, mucho más interesantes que tú.

No esperé a que contestara, sino que cogí una revista al azar y la abrí sin saber siquiera lo que estaba haciendo.

Estaba nerviosa, ¿Por qué me ponía nerviosa?, ¡Acababa de soltarle una verdad como un templo!

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¡La cara que se le habrá quedado a Alexander! Hahahaha

¡La cara que se le habrá quedado a Alexander! Hahahaha

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora