CAPÍTULO 5 | Lirio Blanco

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¡Otra vez no! Cómo es que nadie en esta casa me avisa de la hora que es. No hay día que llegue pronto a las clases de Jardinería. Este año me cambian a la sección de adultos y seguro que mi nuevo grupo son señoras mayores de cuarenta años que o intentan llenar su aburrimiento regando plantas o son mujeres divorciadas que hablan con las flores para desahogarse.

En fin, estoy emocionada por ir de todas formas, puesto que no voy para socializar sino para pasar tiempo con la naturaleza. Si la reencarnación existiese, me gustaría volver a nacer siendo una flor, un lirio blanco. Los lirios son flores tranquilas que transmiten libertad, son suaves e inocentes. Suelen pasar desapercibidos a pesar de su belleza y poca gente sabe que dependiendo de su color su significado cambia.

Llegaba veinte minutos tarde y a lo lejos vi un montón de gente nueva. Se me hizo demasiado raro que tanta gente estuviese apuntada a la clase de Jardinería en la granja de la tía Claide. Solo espero que todos esos no vayan a mi clase, ya que antes preferiría estar sola.

—¿Jaim? Me alegro de verte. Pensé que ya no vendrías hoy; nunca llegas tan tarde. Ven que te presento al nuevo grupo. Hace años no teníamos tanto éxito con la granja. Todavía recuerdo el primer día que llegaste... ¿Te conté que tan solo tenías ocho añitos? Fuiste corriendo a por las amapolas y te caíste por el camino... Y, mírate ahora, ya eres toda una adulta— dijo la tía Claide. Me agarraba por la espalda e iba contándome la misma historia por décima vez, mientras me estaba empujando lentamente hacia adelante hablando con prisa y nostalgia.

—Sí, tía, sí me acuerdo...— le dije sin poder percatarme hacia dónde estaba yendo.

De repente, me soltó la espalda y una oleada de miradas se dieron la vuelta para clavar sus miradas en mí. Un montón de chicos y chicas, que tendrían entre dieciocho y veintiún años, se habían unido al club.

—Esta es mi sobrina, Jaim; me lleva ayudando con la jardinería desde hace años— dijo la tía Claide.

No dije nada, solo miré a todos atónita. Pasé demasiada vergüenza, porque no soy una persona sociable y no me gusta interactuar con grupos grandes. Estaba de los nervios, sin embargo podía escuchar lo que estaban pensando cada uno de ellos:

—Qué trenza más larga.

—No se parecen en nada para ser familiares.

—Seguro que se cree superior que nosotros.

—No sé por qué me habré apuntado a esta clase.

—¿Jaim? ¿Así que ella es su paz?

Me sentía culpable por hacerlo, pero a veces me sale solo. No lo controlo, así que quité la mirada enseguida y me fui a la jaula de mariposas, que era lo que más lejos estaba del huerto.

—Hola, soy Jaim. No, no... Buenas tardes, mi nombre es Jaim. ¡Ugh! Demasiado formal... ¡Hey! Soy Jaim. ¡NO! ¿Qué estoy haciendo?— Pensaba mi mente intentando averiguar cómo unirse a ellos. Abrumada por el momento anterior, me tumbé en el césped mirando a las nubes con las manos hacia el cielo. —Patética. Eso soy, patética. Mírenme, soy doña patética, ¿a que sí, Kristopher?— dije en voz alta mientras bajaba las manos y miraba hacia la jaula de mariposas.

—¿Kristopher? Así que tienen nombre; y ¿cómo se llama la mariposa monarca?— dijo una voz de chico con un tono súper simpático.

En cuanto escuché su voz me paralicé. No quería incorporarme. ¿Quién era él? Me callé enseguida y fruncí las cejas. ¿Por qué? ¿Qué hace este aquí? Pensé en mi mente.

—No hay mariposas monarcas aquí, será una mariposa reina o soldado. Todos las confunden. -- dije incorporándose lentamente. —Por lo común, las monarca suelen tener más relieves, sobre todo en los bordes negros de las alas que llegan hasta su cuerpo, pero las soldado solo lo tienen por las puntas. Además el color de la soldado es un poco más leve y sus marcas blancas son muy discretas en comparación con las marcas de la monarca. -- continué diciendo mientras agachaba la espalda mirando la jaula de las mariposas soldado.

El olor de tu sangreWhere stories live. Discover now