Capítulo 28| Destino marcado

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—Los estaba visitando madre, no quiero robarte a ninguno.

—Avril, te quiero hija, pero no dejaré que corrompas a tus hermanos y hermanas. Aquí todos los que decidan actuar en el plan de venganza deben ser por propia voluntad, no por imposición. Mantente alejada, es lo mejor si quieres que ella no sufra por...

—Es suficiente. —Advierto para que no me siga hablando de algo que para mí es asunto cerrado. —No más visitas a la guardería y si quieres que entrene mejor a mis hermanos y hermanas, necesitamos más equipamiento de seguridad y nuevas espadas —comentó juntando mis manos tras mi espalda. Le debo mucho a la madre de los perdidos y para sacar el mejor provecho para mi conveniencia es mantenerla tranquila, de lo contrario no tendré un refugio seguro en el cual esconderme de los dioses.

—Perfecto. Me encargaré de que te llegue el nuevo equipamiento y la próxima vez que quieras asustar a la estrella, avísame antes. Sabes que puedes salir de la isla como los demás y no como una criminal que busca fugarse de una cárcel de máxima seguridad.

—Las cosas son más divertidas cuando las haces en silencio madre.

Dando media vuelta me fui de su oficina. Tengo que volver al área de entrenamientos, necesito golpear a alguien. Desde que me fui de esta isla al mundo mortal no había tenido que rendirle cuentas a nadie, pero desde que se me permitió regresar a mi antiguo hogar, recordé por qué me fui en primer lugar. Pero no puedo abandonar la isla, los dioses me están respirando en la nuca, intentan atraparme, pero siempre me termino escapando en sus narices.

—General Argent, tenemos un problema en la arena de entrenamientos —uno de los guardias detuvo su carrera frente a mí, se veía agitado y un poco cansado por correr.

—¿Qué hicieron ahora esos engendros?

—Tomaron una de sus espadas... Y dañaron a una niña con esta —comentó con miedo. Detuve mis pasos siendo golpeada apenas por su cuerpo chocando contra mi espalda y antes de que dijera otra tontería me gire tomándolo del cuello de su camisa.

—Dime, ¿qué espada tomaron y donde está la niña? ¡Ahora! —exijo con furia.

—Una espada de hoja negra general, tenía una piedra de rubí en el mango y la niña está en la enfermería —responde temblando.

—Tráeme al engendro que tomó mi espada, no permitas que nadie más la toque y si alguien la tocó tráemelo también. Voy a estar en la enfermería con la niña.

Soltando al muchacho dejó que se vaya corriendo, si no se apresura deberá atenerse a las consecuencias y serán más severas que las que les pone la madre. Camino a la enfermería busco en mis bolsillos un frasco con una dosis especial para el veneno que tiene mi espada. Por algo no dejo que nadie toque mis cosas, es demasiado poder en manos equivocadas y lo único en que puedo ayudarlos es a no morir. La maldición de la espada debe ser erradicada por la madre y si es que tiene el poder suficiente para ello.

 La maldición de la espada debe ser erradicada por la madre y si es que tiene el poder suficiente para ello

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Sobreviviendo A La Tentación [2.3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora