Capítulo 8

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Miércoles 10 de diciembre del 2014 (18 hrs)

La tenía frente a mí luego de detenerla bruscamente del brazo, lo que a ninguno nos agradó, pero no tenía otra maldita opción.

—Dime por favor que no estas enfadada conmigo. — digo

—No tengo por qué estarlo. — responde luego de pasarse la mano por la cara

—Pero aún así lo estas.

Esta vez no hizo más que mirar al suelo, como siempre suele hacer cuando se siente triste.

— ¿Te molesta que salga con Jessica? ¿Debo pedirte permiso, como si fueras mi madre? — replico

— ¡Por supuesto que no!

— ¿Y entonces? — recalco

Se pone recta.

—No me importa que salgas con ella. Después de todo es ella a quien quieres, no es de mi incumbencia. — Y dicho esto, hizo un intento de alejamiento pero de nuevo la detengo.

—Si es ella a quien quiero, pero todavía no comprendo por qué mierdas lloras. Creí que habíamos hablado de eso.

Pasa su mano una vez más, manchando más de lagrimas su cara.

— ¿Qué habíamos hablado, según tú?

Aprieto mis puños.

De acuerdo. No lo entiende, tengo que ser directo, y decírselo en la puta cara. Si es lo que busca, bien.

—De que no me gustas, que no me interesas. ¿Ahora lo entiendes?

Da un paso hacia atrás, pasando saliva, tragándose su dignidad, y su orgullo al mismo tiempo, y se aleja despacio, esperando a que la detenga una vez más.

No lo hice.

En cambio, busco con la mirada a la pelirroja. Ya no se hablaría más. Me le declararé. Le diré lo que siento, y espero que ella igual lo haga, después de todo lo que ha pasado, me lo merezco.

La veo sentada en un árbol, junto con sus amigas, las gatas, les dicen.

Me acerco a ellas y saludo cortésmente.

— Hola guapo — sonríe una de las cuatro.

Sonrío, pero voy directo al grano.

—Jessica, necesito hablar contigo.

No había terminado de hablar y ya me encaminaba a su casa, luego de despedirse de sus amigos.

Hora de la salida. Gracias a Dios.

Estuvimos caminando fatigosamente en silencio, podía notar que ella estaba nerviosa, lo que a mi me mortificaba aún más de lo que ya me encontraba.

Decidí detenerme en un parque, ella al verme se detuvo también, con gran desconcierto en sus ojos.

—Oye, lo que pasó en el instituto… — comienzo

— ¿No pasó jamás? — intenta completar.

¿Qué? No, no, no, y no.

—Ambos sabemos que sí pasó.

Se muerde el labio.

Dios santo, esta chica quiere volverme loco.

—Espero no quedar como un idiota luego de confesarte esto. — digo revolviendo mi cabello, ahora más largo de lo común.

—Lo que sea, dímelo.

 Suspiro.

—También me gustas. — Admito — Y lo que pasó hoy no hizo más que hacerme dudar más sobre si de verdad yo te…

Las maravillas de un genioWhere stories live. Discover now